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Refugiado en una iglesia alemana para no volver a España

El sirio Mheddin Saho, ciego, pelea por evitar la deportación desde Alemania, donde tiene un primo y le ha acogido una familia

Ana Carbajosa
Mheddin Saho, en el centro protestante de Rottenburg an der Laaber (Baviera) donde se ha refugiado.
Mheddin Saho, en el centro protestante de Rottenburg an der Laaber (Baviera) donde se ha refugiado.PHILIPP GUELLAND

Mejor vivir escondido que volver a España. Mheddin Saho prefiere quedarse encerrado entre estas cuatro paredes, antes que poner el pie en la calle y arriesgarse a que le deporten a España, desde donde llegó a Alemania. Una carta oficial le informó de que a partir de las tres de la madrugada de este jueves vendría la policía a buscarle. Una pequeña comunidad religiosa de Baviera se ha movilizado y le han encerrado en esta iglesia evangélica, donde saben que estará, de momento, a salvo.

“Desde que me dijeron que me iban a deportar a España tengo mucho miedo. ¿Qué me espera allí? Allí no tengo apoyos, no hablo el idioma”, explica el sirio Saho, ciego de nacimiento, en su escondite de Rottenburg an der Laaber, en Baviera. La policía sabe que está aquí, pero no puede entrar en virtud de un acuerdo tácito con las iglesias. A cambio, él tampoco puede salir. “Si salgo, me arriesgo a que me detengan. Me siento como un pez en una pecera. La policía es como un gato. Saben que estoy aquí, pero no me pueden coger”.

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Saho quiere quedarse en Alemania. Aquí vive su primo, tiene una familia que le acoge y una universidad en la que completar sus estudios. En España, no tiene nada, salvo un conocido y una breve estancia antes de llegar a Alemania, que se ha convertido ahora en su mayor pesadilla y que según el Reglamento de Dublín, obliga a España a tramitar su solicitud de asilo.

Tiene 25 años y se especializó en Turquía en didáctica del inglés. Lleva meses dando tumbos desde que el pasado enero llegó a Alemania y al solicitar asilo le dijeron que debía volver a España. Su caso, aunque tal vez más extremo, es solo es uno más e ilustra las contradicciones de un sistema, que a menudo obliga a refugiados a abandonar un país en el que se han integrado después de meses e incluso años, para empezar de cero en el país de la Unión por el que entraron.

El Reglamento de Dublín es blanco de duras críticas, por parte de miembros de la UE que, sin embargo, son incapaces de ponerse de acuerdo en alumbrar un sistema que lo reemplace. “Me pregunto cómo un acuerdo tan fallido pudo llegar a firmarse”, dijo recientemente en una entrevista con este diario la nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen.

Una señora del pueblo entra en la sede de la comunidad evangélica libre de Rottenburg an der Laaber y abraza al refugiado. Trae trozos de tarta para tomar con el café. En la salita están también Gisela y Gerhard Zierer, la pareja que acogió a Saho en su casa a principios de julio. Tres de sus cuatro hijos ya son mayores y se han ido de casa y explican que tienen espacio suficiente para acoger al que ahora consideran su “quinto hijo”.

El primo de Saho vive también aquí desde 2015. Trabaja arreglando cajas registradoras de grandes supermercados y a menudo tiene que dormir fuera de casa. Por eso, cuando el círculo de voluntarios local, en el que participan los Zierer, se enteró del caso, ofrecieron su casa, para que no pasara las noches solo.

Como en muchas otras localidades de Baviera, con la llegada de refugiados a partir de 2014, se crearon grupos de voluntarios que hacen de traductores y en general apoyan en la integración a los recién llegados. En Rottenburg, una ciudad de 9.000 habitantes hay cerca de 30 voluntarios y unos 80 refugiados.

Pero la armonía de la acogida bávara se quebró el 22 de julio pasado, cuando la policía llamó al timbre de la casa de los Zierer con una orden de deportación en la mano y se lo llevaron al aeropuerto de Múnich. “Me subieron las escaleras del avión como a un animal y me cachearon. Cuando eres ciego y te tocan y no sabes quién ni para qué, te asustas mucho”. El piloto acabó negándose a despegar ante los gritos de Saho, que acabó en un centro de detención del que salió gracias a gestiones de la iglesia al más alto nivel.

“El sistema de Dublín no debería aplicarse a personas con discapacidad. Para nosotros, todo es más difícil”, defiende Saho, que dice que cuando le encerraron en un centro para deportarle y le quitaron el móvil se aterrorizó. Esta semana llegó la orden de deportación en firme, y Saho se encerró en iglesia.

Empezar de nuevo

Stephan Reichel, presidente de Matteo, una organización que apoya a los refugiados en las iglesias, cree que “aquí está seguro. He coordinado cientos de asilos en la iglesia y nunca ha entrado la policía”. Explica Reichel que el plan es esperar hasta el 27 de septiembre, cuando expiren los seis meses que marca Dublín para que España quede en principio exenta de readmitirle. “Ya es duro venir aquí como refugiado para que encima, tengas que empezar de nuevo en otro país. ¿Cuándo se aplica el artículo 17 si no es en un caso como este?”, se pregunta Reichel.

Se refiere al que establece que un Estado puede decidir hacerse cargo de la persona, aunque en principio competa a otro país. España también podría pedir a Alemania que se hiciera cargo del caso por motivos humanitarios o de reunificación familiar.

En el tribunal administrativo de Regensburg explican a este diario, que no han considerado aplicable esa excepción, pese a haber certificado la ceguera del demandante y la existencia de un primo en Alemania. “En España no hay deficiencias sistémicas en el sistema de asilo que supongan un riesgo de que el solicitante vaya a ser sometido a un trato inhumano o degradante”, aseguran en la orden emitida el pasado marzo. No hablar español tampoco es para el juez motivo que justifique un cambio de criterio.

En Turquía, Saho acabó su carrera de profesor de inglés. Pero con el fin de los estudios, llegó también el fin del visado de estudiante. “Tenía que decidir si volver a Siria o a Europa y opté por venir a Alemania, donde vive mi primo”. En Siria, Saho había apoyado a la oposición en Idlib, donde continúa la ofensiva del Ejército de Bachar el Assad. “Sería una locura volver y menos siendo ciego”, dice Saho.

Aquí en Alemania, asegura que la Universidad de Múnich se ha interesado por su propuesta para desarrollar métodos para enseñar inglés a personas con discapacidad visual. El problema, es que la pescadilla no deja de morderse la cola. Para formalizar la matrícula de septiembre, necesita los papeles de refugiado, que en principio debe tramitar España.

Preguntado el Ministerio de Interior alemán, explican que no pueden ofrecer información de casos individuales debido a las leyes de protección datos. Sí aportan datos de las personas devueltas por Alemania. El año pasado, un total de 577 fueron transferidas desde Alemania a España en aplicación de Dublín, según detalla un portavoz de Interior.

En agosto de 2018, España y Alemania firmaron además un acuerdo bilateral para acelerar la devolución de demandantes de asilo interceptados en la frontera germano-austriaca, con el objetivo de poner fin a lo que en la jerga comunitaria se llama “migración secundaria”, es decir, los demandantes de asilo que entran por un país y acaban viviendo en otro. En un año, apenas dos personas han sido devueltas a España por esa vía, según la cifra de Interior alemán.

No queda ni rastro de tarta de chocolate en los platos y los visitantes se despiden. Saho se quedará en su guarida. Antes de salir, Reichel apunta a la puerta de entrada, desde la que se puede ver la calle a través de un cristal. “Recuerda, la puerta siempre cerrada, pero no te preocupes, aquí no van a entrar”.  

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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