La xenofobia en Alemania se topa con la Iglesia
Parroquias de todo el país acogen a migrantes y desafían la política de asilo del Estado
Un busto de Dietrich Bonhoeffer, el célebre teólogo que se enfrentó al nazismo, preside la placita de la iglesia protestante de Gaustadt, al norte de Baviera. Allí, vive una pareja de pastores evangélicos con sus hijos. Con ellos, protegida, una mujer eritrea y su pequeño. El Estado alemán ha ordenado su expulsión y la refugiada se protege en el recinto religioso, donde sabe que la policía no va a entrar a buscarla. Aquí, encerrada en esta jaula de oro pasará los seis meses necesarios hasta que prescriba su devolución según las leyes europeas.
Como en Gaustadt, parroquias de toda Alemania desafían la política de asilo del Estado y pelean por la defensa de los valores cristianos en una sociedad en la que la xenofobia y la extrema derecha cobran fuerza. Representan a la otra Alemania, la de los millones de voluntarios que ayudan a refugiados y que batallan por la identidad de un país, en el que ciudadanos orgullosos de la diversidad conviven con el racismo y en el que Alternativa por Alemania (Afd), el partido ultra antiinmigración se ha convertido en el gran enemigo de las Iglesias alemanas.
La Biblia lo dice
Jürgen Quandt abre un armarito de madera en su oficina de un bello cementerio berlinés y saca un ejemplar de la Biblia con las páginas amarillentas. “Mire, mire, está todo aquí”. Abre el Antiguo Testamento por Levítico 19: “Cuando el extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis. […] Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto”.
Este pastor de la congregación de la Santa Cruz fue el impulsor a principios de los ochenta del asilo en las iglesias, que con la llegada de cientos de miles de refugiados a Alemania en los últimos años ha vuelto a revivir. Sucedió aquí, en el barrio de Kreuzberg, en el sur de Berlín, que ya entonces era multicultural. “Una noche se presentaron unos activistas con una familia a la que iban a deportar y unos colchones. No pudimos decir que no. Así nació el movimiento que dura hasta hoy”, cuenta Quandt en el camposanto en el que, entre otras actividades, ofrecen clases de alemán para refugiados.
Explica también que las iglesias se enfrentan ahora, sin embargo, a un dilema. El Gobierno quiere ampliar los seis meses a 18, en aplicación del artículo 29.2 del reglamento de Dublin III, que dice que “Este plazo [los seis meses] podrá ampliarse hasta un año como máximo en caso de que el traslado no pudiera efectuarse por motivo de pena de prisión de la persona interesada o hasta un máximo de 18 meses en caso de fuga de la persona interesada”. La medida supone un cambio sustancial, que muchas congregaciones no se pueden permitir. Preguntado el Ministerio del Interior alemán, confirma que “debido al incremento de casos de asilo en las iglesias […] se aplicará un periodo de 18 meses” a partir del 1 de agosto de este año.
En la iglesia de la Santa Cruz cuelga un cartel que dice: “El populismo de derechas daña al alma”, porque Quandt cree que, como cristianos, deben expresar lo que piensan. Cree que el auge del racismo y el extremismo en Alemania es un reflejo “de una regresión nacionalista en muchos países que no tiene solo que ver con problemas sociales”. “Como iglesia, tenemos que resistir y explicar a nuestros miembros con claridad lo que está pasando. Vivimos un momento muy difícil y es importante explicarle a los jóvenes lo que pasó en nuestra historia”.
En el plácido jardín trasero de la casa parroquial, tañen las campanas y Jutta Müller-Schnurr, pastora protestante y veterana en la acogida eclesiástica, explica el proceso que también se aplica a su nueva inquilina. “Nosotros le comunicamos a las autoridades que hay una persona aquí, lo saben. La policía en teoría podría venir a buscarla, pero no lo hace porque sabe que entrar en una iglesia serían palabras mayores”. Müller-Schnurr empezó en 2012 acogiendo a personas con orden de expulsión a otros países de la UE en aplicación del Reglamento de Dublín, que establece que un Estado miembro puede devolver a un migrante al primer país en el que fue registrado. Ya ha acogido a 13 inmigrantes y asegura que priorizan los casos de personas especialmente vulnerables y que van a ser enviadas a países donde consideran que van a recibir peor trato como Hungría, Rumanía o Italia. En total, unas 1.478 personas buscaron cobijo el año pasado en las iglesias alemanas y 498 en lo que va de año, según una pregunta parlamentaria planteada por Afd.
Müller-Schnurr y su marido, también pastor, pertenecen al sector de la iglesia más implicado en la defensa de los derechos de los inmigrantes. Dedican parte de sus sermones a defender los que consideran valores cristianos ante los 1.700 miembros de su comunidad. Ella es consciente de que su posición es arriesgada en un momento en el que la Iglesia alemana, como muchas otras, sufre una sangría de fieles. Pero también cree que justo ahora la Iglesia no puede mirar hacia otro lado. “Siempre hemos dicho que hay que amar al prójimo, pero de repente tenemos al prójimo a nuestro lado y el valor de nuestra palabra cobra otro valor. Mucha gente se va de la Iglesia porque no quiere venir el domingo a escuchar al cura hablar del asilo, pero la Iglesia debe poner el dedo en la llaga. Los migrantes a los que violan en el desierto o que se ahogan en el Mediterráneo también tienen que ver con nosotros”. Esta pastora percibe en su entorno un claro aumento de la xenofobia y los prejuicios hacia los extranjeros y piensa que urge “tender puentes en una sociedad cada vez más dividida”.
Ese diálogo con la ciudadanía pasa irremediablemente por descender al terreno político. Al menos esa es la conclusión a la que llegó Stephan Theo Reichel, que encabeza Matteo, Kirche und Asyl (Mateo, Iglesia y Asilo), una asociación en la que conviven católicos y evangélicos, que quiere dar proyección política a la defensa de los valores cristianos y que asegura representar a 50.000 miembros de la Iglesia que apoyan a los refugiados. A Reichel le preocupa mucho el ascenso de Afd y su discurso xenófobo, pero también “el efecto contagio en otros partidos". "En muchos aspectos, la CSU tiene un discurso tan radical como Afd”, sostiene, en alusión al partido conservador bávaro que en dos semanas se juega su mayoría absoluta en las urnas. No ha terminado de hablar, cuando un joven de Sierra Leona pasa a recogerle. Tiene problemas psiquiátricos y han venido a ver a un abogado para ver si consigue un alojamiento adecuado.
Reichel es un antiguo hombre de negocios que dejó atrás el mundo financiero en el sureste asiático y ahora se dedica de lleno al activismo eclesiástico. Como él, quedan ocho millones de voluntarios activos en Alemania, de un total de 12 millones que se movilizaron en el país cuando llegaron los primeros refugiados, según los cálculos del Instituto para la Investigación de las Migraciones de la Universidad de Osnabrück. Buena parte de ellos están vinculados a las parroquias.
Renacer de la Iglesia rural
El encuentro con Reichel tiene lugar en Deggendorf, una ciudad al este de Baviera, donde Afd obtuvo un 20% en las pasadas elecciones generales y donde hay un gran centro de refugiados. “No tienen relación con la gente, están aislados, no pueden integrarse”. El activista de Matteo, Kirche und Asyl cree que en los pueblos la integración ha sido más fácil y que para muchas iglesias rurales que languidecían, el tema de los refugiados ha supuesto un renacer.
A dos horas y media en coche de Deggendorf, en la espectacular sede del arzobispado de Bamberg, el arzobispo Ludwig Schick, católico, es algo más diplomático, pero también tajante. Schick defiende el asilo en las iglesias y cree que “hay que decir claramente no a las posiciones excluyentes y xenófobas de Afd, pero a la vez hay que dialogar con la gente que les apoya como voto de protesta”. También cree que es el momento de que la Iglesia haga oír su voz. “Salir a la calle a manifestarse es una posibilidad que los cristianos deben ejercitar [..] Entablar el diálogo a través de Twitter, Facebook o Instagram es también importante para transmitir los valores cristianos”. Al arzobispo le preocupa la deriva extremista que detecta en la sociedad alemana y advierte de que hay que tener cuidado para no acabar en una situación como “el nacional socialismo, el fascismo italiano y Polonia", afirma. "Todo comenzó con los miedos, las dificultades económicas y la propaganda que envenenó los corazones y después se pasó a la acción”.
El arzobispo Schick no está solo en su distanciamiento de Afd. Las condenas más o menos explícitas por parte de la jerarquía eclesiástica, tanto católica como protestante son constantes. Y el desafecto es recíproco. Al partido antiinmigración le gusta considerarse la única formación verdaderamente cristiana y sus líderes argumentan que la Unión Cristiano Demócrata (CDU) de Angela Merkel ha perdido sus valores cristianos y conservadores y aspiran a repescar parte de sus votantes desencantados. La colíder de Afd, Alice Weidel, dejó bien clara la posición de su partido en una entrevista con la revista Focus. “Sabemos que las Iglesias, tanto protestantes como católicas están totalmente politizadas. La separación entre Iglesia y Estado no se respeta. Salvo contadas excepciones, este es el mismo papel poco glorioso que las Iglesias jugaron en el Tercer Reich”, dijo en alusión a la escasa resistencia al nazismo por parte de la jerarquía eclesiástica.
Esa distancia entre Afd y la Iglesia tiene su reflejo también en las urnas, como explica Andreas Püttman, politólogo alemán experto en temas religiosos. El autor de Cómo de católica es Alemania cita los datos del instituto demoscópico Allensbach que indican que Afd obtuvo un 5,3% de votos protestantes y un 1,8% de católicos entre los que acuden habitualmente a la iglesia.
Este experto, que asegura pertenecer al “catolicismo conservador”, considera el asilo en los templos como una figura problemática porque cree que conceder privilegios a la Iglesia puede volverse en su contra. “El derecho debe aplicarse a todos por igual, también a las iglesias”. Y advierte de que la institución eclesiástica también en Alemania es muy heterogénea. “Hay un claro rechazo a Afd, pero también hay una minoría que les apoya”, en alusión a la rama ultraconservadora que tiende puentes con el partido ultra. Como en la vida seglar, “son pocos, pero muy bien organizados en Internet y muy virulentos”.
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