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Columna
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La desaparición de Santrich

De confirmarse que el exguerrillero escapó, sería un golpe al acuerdo de paz, pero también al Estado de derecho. Ya nadie confiará en su supuesta inocencia.

Ariel Ávila
Jesús Santrich, en una imagen de archivo en el congreso de Colombia.
Jesús Santrich, en una imagen de archivo en el congreso de Colombia. Fernando Vergara (AP)

Hace algunas horas, en uno de los puentes feriados en los que Colombia se desconecta por la cantidad de fiestas patronales en decenas de municipios del país, se supo que el exjefe guerrillero y recién posesionado congresista Jesús Santrich abandonó su esquema de seguridad y su paradero es desconocido. Como se sabe, el congresista ha estado, durante más de un año, en medio de un debate jurídico y político nacional. Un sector de la justicia lo acusa de haber delinquido luego de la firma del acuerdo de paz, situación por la cual Estados Unidos lo está pidiendo en extradición. Para otra parte de la justicia las pruebas serían poco confiables y adquiridas bajo el famoso método del entrampamiento, ilegal en el derecho colombiano. De confirmarse que Santrich escapó, habría seis grandes conclusiones.

1. Su escapé sería un duro golpe al proceso de paz, a los sectores sociales y políticos que defienden el acuerdo y en general a las fuerzas progresistas del país. A pesar del saboteo, de la estrategia de la Fiscalía General de torpedear el proceso de paz y de las presiones del gobierno Duque para deslegitimar la justicia transicional, lo cierto es que con el caso Santrich se impuso el Estado de derecho, es decir, se le garantizó el debido proceso, la presunción de inocencia y los derechos políticos. Así que su desaparición es un golpe al acuerdo, pero también al Estado de derecho, a todas las instituciones que a pesar de la presión mantuvieron la ley. Ya nadie confiará en su supuesta inocencia.

2. La segunda conclusión es que el señor Santrich hizo todo lo que el sector político detractor de la paz manifestó que iba a hacer. Siguió todo el guion. Eso legitima este sector político, debilita la legitimidad de las instituciones de la justicia transicional y justificará medidas extremas que estos sectores tomen en contra del proceso de paz.

3. El partido FARC debe tomar la decisión de apartase de estos sectores que han abandonado el proceso de paz. Como se sabe habría tres grandes sectores dentro del grupo de desmovilizados. En primer lugar, aquellos que están comprometidos con el acuerdo. En segundo lugar, aquellos que han retomado las armas en lo que se conocen popularmente como grupos de disidencias. Hay un tercer sector que está en la “semiclandestinidad”, es decir, están escondidos, no cumplen las citas de la justicia transicional, manifiestan que lo hacen por la inseguridad Jurídica y el incumplimiento del Estado colombiano, pero tampoco se han vinculado a las disidencias. En este grupo están una gran cantidad de mandos medios y un alto mando: Iván Márquez. Todos estos mandos argumentaban que el caso Santrich sería algo así como el límite de su compromiso con el acuerdo. Si a Santrich se le garantizaba sus derechos políticos y el debido proceso, ellos regresarían al marco del proceso de paz, pero no cumplieron. Así las cosas, el partido FARC deberá expulsar a estos sectores, ya que cada día que pase el daño será más grande a los que mantienen la intención de cumplir lo acordado.

Con esto, además, se sabrá que tantos mandos decidirán irse con Iván Márquez. Tal vez eso se sepa en un mes. También, en algunos meses se sabrá que cantidad de todos estos mandos en la “semiclandestinidad” irán a las disidencias y para inicios del otro año sabremos si lo que hoy se llaman disidencias serán una nueva guerrilla o serán grupos en proceso de descomposición o bandolerización.

4. Si bien, la desaparición de Santrich es un duro golpe al proceso de paz, en todo caso el proceso es mucho más que un exguerrillero. El cumplimiento, avance o retroceso del mismo no puede circunscribirse al tema Santrich.

5. La decisión de algunos de estos mandos en la “semiclandestinidad” es absurda, pues refugiarse en Venezuela y defender lo que ellos llaman la revolución bolivariana es defender un régimen que se desmorona y que tiene prácticas abiertamente autoritarias.

6. Pero tal vez la conclusión principal es que se mezclaron dos extremos. Un sector político que quiere destruir la justicia transicional y demoler el acuerdo de paz, con el objetivo de ocultar la verdad en el conflicto, y unos sectores de la exguerrilla de las FARC a los que no les gustó el resultado de la negociación. Ambos tienen el objetivo de destruir lo construido y de montar sus pilares de campaña política sobre demoler el acuerdo de paz. Los únicos beneficiados aquí son esos dos extremos. La derecha saldrá a reclamar victoria y estos sectores de las FARC buscarán legitimar su disidencia a partir de los incumplimientos del Estado. Ambos sectores coincidían en que el objetivo era revivir a la exguerrilla de las FARC. Tal vez lo logren.

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