La nueva política exterior de la India de Modi mira a Oriente
La diplomacia coercitiva de Nueva Delhi aísla a Pakistán y da prioridad a sus vecinos del sudeste asiático
Apenas un mes después de haber revalidado su victoria, el primer ministro indio, Narendra Modi, ya ha perfilado las líneas de su política exterior. Respaldado por una mayoría legislativa absoluta, insólita desde hace décadas, el mandatario se ha centrado al arrancar su segundo mandato en reafirmar su interés por la región de Asia-Pacífico, y lo hace relegando a su enemigo íntimo y vecino occidental, Pakistán, y estrechando lazos con los países del sudeste asiático, donde su otro vecino, China, está muy asentado.
La nueva política exterior india quedó esbozada en la foto oficial de la ceremonia de toma de posesión de Modi, a la que asistieron los líderes de Nepal, Bangladés, Myanmar (antigua Birmania), Sri Lanka, Tailandia y Bután, miembros todos ellos junto con India de la iniciativa regional Cooperación Económica y Técnica Multisectorial de la Bahía de Bengala (Bimstec por sus siglas inglesas), que agrupa a 1.500 millones de personas. Con esa foto de familia, Modi primaba a estos vecinos sobre los países que invitó a su primera investidura en 2014, miembros de la Asociación Sudasiática para la Cooperación Regional (Saarc, por sus siglas inglesas): cuatro estados Bimstec (Bangladés, Bután, Nepal y Sri Lanka, además de la propia India) más Afganistán, Maldivas y Pakistán. Con el primero como aliado tradicional y una reciente visita oficial al segundo, el mensaje de Modi a Pakistán ha sido claro: Islamabad queda al margen.
“Aunque India empezó a poner el foco en el este de Asia en los noventa, su reciente interés en el área Bimstec es una estrategia para indicar a Pakistán que terrorismo y diálogo no pueden ir de la mano”, explica Swaran Singh, experto en diplomacia y desarme de la Universidad Jawaharlal Nehru (JNU) en Delhi. Pero Singh, que es también secretario de la Asociación India para Estudios Asia-Pacífico, insiste en que la plataforma Bimstec no puede sustituir tres décadas de colaboración con los socios de Saarc, aunque estén paralizadas por la hostilidad indo-paquistaní.
Tras la escalada armada que casi lleva a la guerra a las dos potencias nucleares irreconciliables a comienzos de año, las repetidas ofertas de diálogo de Islamabad han sido rechazadas por Delhi. "Modi siente que debe imponer un cambio en Pakistán, en vez de permitirle que exija una interlocución de igual a igual usando el terrorismo como baza", escribía estos días Husain Haqqani, exembajador de Pakistán en Sri Lanka y Estados Unidos. La estrategia confirma el viraje de Delhi hacia una diplomacia coercitiva que hunde sus raíces en la complicada historia compartida por ambas naciones.
Desde la partición del subcontinente, en 1947, y hasta 2014, cuando Modi, en el primer día de su primer mandato, visitó a su entonces homólogo Nawaz Sharif, los dirigentes de las dos naciones se han reunido 45 veces. Pero casi todos los procesos de diálogo han acabado por el periódico estallido de crisis en Cachemira, una región disputada por ambos países (y la única en India de mayoría musulmana). Hay abundantes ejemplos de la explosiva relación vecinal: la guerra de 1965, el breve conflicto armado de Kargil en 1999, los atentados al Parlamento indio en 2001, contra dos hoteles y un centro judío en Bombay en 2008 (Islamabad admitió un año después que los ataques, que dejaron 195 muertos, se planearon en Pakistán) y los de Cachemira en 2016. Este mismo año, el boicot de India a la 19ª cumbre de la Saarc en Islamabad arrastró al resto de países miembros y dejó en el limbo la convocatoria. Meses después, sin embargo, Modi invitó a los países de Bimstec a la cumbre con el resto de naciones Brics (Brasil, Rusia, China y Sudáfrica) en Goa (suroeste de India).
India ha puesto pues el foco en el mercado Bimstec. Con un 21% de la población mundial y un PIB combinado de 2,7 billones de dólares —una cuarta parte de las mercancías del mundo cruzan cada año la bahía de Bengala—, el potencial inversor del conjunto se eleva hasta los 250 billones de dólares frente a los actuales 40, según la Federación India de Cámaras de Comercio e Industria. Para Tailandia, segundo mayor inversor del grupo, el foro regional se ajusta a su objetivo de “mirar a Occidente”. A India, que representa el 50% del grupo, la conecta con otro foro regional, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean), núcleo de la mayor actividad económica global, y satisface sus necesidades domésticas.
El potencial de Bangladés
“Las posibilidades actuales de cooperación regional hacia el oeste son menos prometedoras. Afganistán vive una guerra civil e Irán está inmerso en disputas con Estados Unidos y sus aliados”, explica Sanjay Pulipaka, coordinador del programa para el este de Asia en el Consejo Indio para el Estudio de Relaciones Económicas Internacionales (Icrier por sus siglas en inglés). El experto también resalta el potencial de Bangladés, un país que, pese a la superpoblación y una democracia corrupta y disfuncional, presenta unas cifras de crecimiento y unas reservas que multiplican las de Pakistán, y que está llamado a ser el próximo tigre asiático. “A nivel nacional, además, las regiones del este de India están menos desarrolladas que las occidentales”, añade Pulipaka.
India invierte en la construcción de una autovía con Myanmar y Tailandia a través de sus regiones del noreste con el objetivo de integrarse en el Plan de Conectividad 2025 de Asean para la integración de personas y bienes con naciones ligadas por una civilización común (hindú y budista). Pero también para reforzar su seguridad, ya que estos dos países, junto a Bangladés, le apoyan en su lucha contra grupos separatistas que operan en sus fronteras. Es un incentivo geoestratégico que se completa con la sombra amenazante de China, cuya nueva Ruta de la Seda (Belt and Road Initiative o BRI, en inglés) cuenta con el concurso de todos los miembros de Bimstec menos Bután.
“Los proyectos de China en el sudeste asiático pueden no estar concebidos para debilitar a India pero sus resultados tienen implicaciones geopolíticas para la seguridad nacional de India”, resume Singh. El gigantesco plan de infraestructuras para conectar China con el mundo hace tiempo que se integró en la región; prueba de ello es la cesión de puertos estratégicos en Sri Lanka y Myanmar. Junto con el corredor paquistaní que le da salida también al mar Arábigo, China está presente alrededor de toda India; una India que mira a Oriente para afianzar su posición geoestratégica.
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