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Bruselas recibe con recelos la entrada de Italia en la Ruta de la Seda china

Bruselas llama a los países que firmen acuerdos con la potencia a atenerse a las normas comunes

El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, junto a Jean-Claude Juncker.
El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, junto a Jean-Claude Juncker.FRANCOIS LENOIR (REUTERS)

Bruselas sigue con recelos la huella que va dejando la nueva Ruta de la Seda china en el continente. Italia anunció esta semana que está ultimando su adhesión a ese gigantesco programa de infraestructuras para conectar China con las economías de Europa, Oriente Próximo y África. La próxima firma de los acuerdos entre Pekín y Roma ha encendido las alarmas en Washington. En la Comisión Europea no existe esa alerta, pero hay inquietud en el Ejecutivo comunitario y en varios socios, que temen que China vaya haciéndose con el control de infraestructuras estratégicas con préstamos o adquisiciones.

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China ya tiene un pie en el continente con el llamado programa Belt and Road, que ha llegado a 11 países del Este de Europa pertenecientes a la UE y otros cinco de los Balcanes. Coincidiendo con la visita de este mes del presidente de China, Xi Jinping, a Roma, el Gobierno de Giuseppe Conte espera firmar un memorando de entendimiento para adherirse al plan. Pese a no incorporarse a una estructura de cooperación estable, como la que existe con Pekín para el Este de Europa —que operan bajo el paraguas del Grupo 16+1—, Italia será el tercer país del Mediterráneo en firmar acuerdos para atraer capital chino.

LA EXPANSIÓN COMERCIAL DE CHINA

Fuente: MERICS (Instituto Mercator para Estudios sobre China).

Una portavoz de la Comisión recordó que esa “cooperación” debe hacerse dentro de “las normas, requerimientos y estándares” comunitarios y subrayó que cada país debe responsabilizarse de mantener la unidad de la UE en la ejecución de sus políticas.

Bruselas no quiere hurgar en la llaga que supone que un país fundador se incorpore a la Ruta de la Seda. Y menos ante la cumbre comunitaria con China que tendrá lugar el próximo abril, cuyos preparatorios podrían empezar en el encuentro de jefes de Estado y de Gobierno de la UE de este mes, y las perspectivas de avanzar en un acuerdo sobre inversiones a medio plazo.

La cautela también llega porque dentro del Gobierno italiano todavía no hay un consenso definitivo en torno a esta cuestión. El subsecretario del Ministerio de Desarrollo Económico, Michele Geraci, explicó al diario Il Sole 24 Ore que las negociaciones no se han cerrado y giran en torno a un convenio marco para llevar a cabo iniciativas e inversiones conjuntas.

A Italia le atraen las posibilidades comerciales que el plan de Pekín podría abrirle. El país entró oficialmente en recesión a finales de enero por tercera vez desde el estallido de la crisis y el Gobierno está tratando de estimular la economía y de reactivar el sector de la construcción e infraestructuras, estancado desde hace años.

Pero los socios de la UE están divididos entre el atractivo de captar capital —en este caso, sobre todo mediante préstamos— y las reticencias hacia la presencia cada vez más amplia de empresas chinas en sectores clave como las infraestructuras o la tecnología.

Presencia "infravalorada" en los Balcanes

Parte de esos reparos fueron expresados ayer por la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström, en una conferencia en la Universidad de Georgetown (EE UU). “Nuestra respuesta a China ha sido una de las principales preocupaciones en las pasadas décadas”, sostuvo. La comisaria, que trata de reconstruir puentes comerciales con EE UU, alabó la competencia con la potencia asiática siempre que esta sea “justa” y se desarrolle dentro de las normas. “Y China ha estado sacando provecho de eso”, advirtió.

La visita de Xi a Europa coincidirá prácticamente con la puesta en marcha del nuevo mecanismo de control de las inversiones extranjeras. La creación de ese instrumento salió adelante por la urgencia de Francia y Alemania y pese a la oposición de Italia y las reticencias de Portugal, que también anunció su adhesión a la nueva Ruta de la Seda. En una entrevista con Financial Times, el primer ministro portugués, António Costa, advirtió del peligro de que ese mecanismo pueda abrir la puerta a una suerte de proteccionismo frente a China.

Pero en Bruselas hay desasosiego por el volumen de capital que ya ha llegado a los países los Balcanes, algunos de ellos candidatos a acceder al club europeo. El comisario para Política de Vecindad, Johannes Hahn, aseguró el pasado miércoles que la UE ha “sobreestimado” la influencia de Rusia en esos países y ha “infravalorado” la presencia china. “China nunca se preocupa si un país puede pagar sus créditos y cómo puede hacerlo. Y si no pueden pagar, hay algún tipo de presión para que esas obras sean transferidas a su propiedad”, sostuvo.

El capital chino ha apostado por grandes obras como autopistas en Serbia y la línea ferroviaria entre Budapest y Belgrado. La Administración de Xi ya logró en su día que su zona de influencia bajara hasta el Mediterráneo, con la compra del puerto del Pireo. A finales de 2018, Portugal puso a disposición del comercio con la potencia asiática el puerto de Sines. China no pudo, en cambio, atraer a España a sus planes. Italia le permitirá reforzar su posición en Europa mientras no resuelve sus disputas con Estados Unidos. En cambio, esa pica en una de las grandes economías del continente complicará a la UE hallar una respuesta común a todos los desafíos que le plantea China.

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