Italia entra en recesión y dispara las alarmas en la zona euro
Los Diecinueve crecieron el año pasado un 1,8%, el 0,2% en el último trimestre
La recuperación acorta su vuelo en la zona euro. La economía italiana ha entrado este jueves oficialmente en recesión por tercera vez desde el estallido de la crisis. Según el dato provisional del Instituto Nacional de Estadística (Istat), la actividad se contrajo en los últimos tres meses del pasado año un 0,2% del PIB. Se trata del segundo trimestre consecutivo de caídas tras el retroceso de una décima en el periodo precedente. En el conjunto de la zona euro, la expansión se mantuvo a duras penas en el 0,2%, la misma tasa que en el trimestre anterior. Los Diecinueve cerraron así 2018 con un avance del 1,8%, cinco décimas menos que en 2017, según Eurostat.
Una riada de datos negativos inquieta a las cancillerías europeas. Alemania, el gran motor económico continental, recortó este miércoles drásticamente su previsión de crecimiento para 2019 del 1,8 al 1%, el Brexit sigue en su laberinto y la perspectiva de una salida a las bravas gana terreno, las tensiones sociales en Francia por los chalecos amarillos han dañado el consumo, y aunque la guerra comercial EE UU-China vive una tregua, la incertidumbre permanece. En ese contexto de turbulencias, Italia, la tercera mayor economía de la eurozona, se reafirma en su papel de enfermo de Europa volviendo a llevar su PIB a terreno negativo.
El Gobierno italiano daba por hecho que el país entraría en recesión, pero la marcha atrás ha sido incluso peor de lo esperado. Los analistas aguardaban una caída del PIB de una décima, y finalmente ha reculado dos. En un gesto poco habitual, el primer ministro, Giuseppe Conte, se anticipó a la publicación de las cifras este miércoles y atribuyó la nefasta marcha de la economía a la mala gestión de las Administraciones pasadas y a la compleja coyuntura mundial. Conte esquivó las culpas alegando que los Presupuestos elaborados por la coalición antisistema, formada por el Movimiento Cinco Estrellas y la ultraderechista Liga, apenas acaban de ser aprobados hace un mes. Sin embargo, sus críticos cuestionan ese relato y creen que el enfrentamiento abierto por el Ejecutivo con Bruselas por unas cuentas demasiado expansivas en el gasto público ha tenido consecuencias al lastrar la confianza de los inversores en el país.
Más allá de herencias recibidas, el estancamiento italiano viene de lejos. Y está acompañado de una montaña de deuda (el 132% del PIB) solo inferior en la UE a la de Grecia. El futuro tampoco aparece despejado. Roma espera un crecimiento para 2019 del 1% gracias a un impulso en la segunda mitad del año, pero el Banco de Italia y el FMI rebajan ese avance a un pírrico 0,6%.
El 20 aniversario de la eurozona se presenta así para pocas celebraciones. En ese tiempo, la moneda única no ha servido de revulsivo para Italia, como sí lo ha sido por ejemplo para Alemania. La convergencia económica sigue desaparecida en combate pese a los más de cinco años de crecimiento ininterrumpido. La economía de los Diecinueve acumula con este 23 trimestres de expansión, y el desempleo en la UE se encuentra por debajo del 8% por primera vez en una década, pero como advirtió el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, en ese tiempo la economía apenas ha crecido algo más del 10%, por debajo de otros actores globales competidores como Estados Unidos o China.
A la espera de que se desglosen los datos definitivos de crecimiento por países, Francia (0,3%) y España (0,7%), segunda y cuarta economías del euro, están por encima de la media. "La buena noticia es que los datos preliminares de España y Francia apuntan a una recuperación de las exportaciones mayor de lo esperada, pero la economía europea se sigue enfrentando a muchos riesgos, sobre todo desde el sector exterior", apunta Ángel Talavera, analista de Oxford Economics.
Alemania, el país más dependiente de las exportaciones, todavía no ha hecho público el dato de PIB, pero los expertos esperan que los problemas de la todopoderosa industria automovilística y las complicaciones para navegar por la falta de agua en el río Rin, la arteria que conecta las mercancías germanas con una parte importante de su mercado, impacten negativamente en la economía.
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