Italia tensa la cuerda del euro
El país desafía a la Comisión Europea con unos presupuestos que superan el objetivo del déficit pactado
El dinero determina la dimensión real de los sueños y el Movimiento 5 Estrellas (M5S), partido que gobierna en Italia junto a la Liga, temía la semana pasada que los suyos terminasen de golpe. La renta ciudadana prometida en campaña, una suerte de sueldo básico universal de 780 euros, no encontraba acomodo en el presupuesto. El ministro de Economía, Giovanni Tria, un hombre cauto de la confianza de la jefatura de la República, se plantó en una cifra de déficit que lo impedía. De modo que el portavoz del primer ministro de Italia, Rocco Casalino, un exparticipante de Gran Hermano curtido en Casaleggio Asociados, la empresa de comunicación que mueve los hilos del M5S, se lo dijo bien claro a un periodista en una conversación filtrada. “Nos la suda, los pasaremos a cuchillo. Tria pinta poco, el problema es que en el ministerio hay una serie de personas que llevan años protegiendo el mecanismo, el sistema entero. No es aceptable que no se encuentren los 10.000 millones de los cojones. Si no lo hacen, dedicaremos todo 2019 a echar a esos pedazos de mierda”. Así empezó la negociación de unos presupuestos convertidos, días después, en un desafío político a la Unión Europea.
Las amenazas no debieron surtir el efecto previsto. Porque luego fueron a por Tria, que seguía empeñado en no violar las reglas comunitarias y mantenerse en un déficit del 1,6% del PIB. En una suerte de SOS, aseguró en público que sería fiel a la Constitución y no se dejaría amedrentar. Pero apretaron más, y en el Consejo de Ministros del jueves, el titular de Economía amagó con dimitir cuando no hubo más remedio que fijarlo en el 2,4%. Llamó al presidente de la República, Sergio Mattarella, que se encontraba en un concierto de Ennio Morricone en el auditorio romano de Santa Cecilia y no pudo responder. Así que, completamente solo, tragó saliva y aceptó defender un proyecto en el que no creía. Los 10.000 millones aparecieron, vaya si lo hicieron. Porque también había que cubrir la revisión de la ley de pensiones (otros 7.000 millones), que reduce la edad de jubilación y afecta a unas 400.000 personas, y el inicio de una tarifa plana de IRPF (2.000 millones) que no llegará plenamente hasta 2021. El déficit se disparará, pero ni siquiera así, advierten los analistas, Salvini y Di Maio pagarán esta ronda.
Horas difíciles
Tria, un profesor de la Sapienza con perfil técnico, el único hombre que todavía representa al supuesto establishment en el Gobierno, pasó sus horas más difíciles. “Hoy debe estar arrepintiéndose de haber aceptado”, señala una persona del entorno del ministro. Pero aceptó. Y, de momento, ha firmado el borrador de los denominados “presupuestos del pueblo”, que, por primera vez, convierten en ley lo que hasta ahora era solo ruido.
A la salida del concierto, debió de Mattarella encontrar las llamadas perdidas y habló finalmente con él. Tria decidió quedarse por sentido institucional. Se trabaja par una solución que no lleve al país a aventuras peligrosas, señalan fuentes del entorno de la jefatura de Estado. "Hay presiones desde Banca Italia, del BCE, de los bancos que arriesgan tanto… Hay una ofensiva reservada de llamadas con gente preocupada, no solo del Quirinal [residencia del presidente de la República]. Nadie quiere ser el guardián del rigor ni defender a Bruselas. Pero si salta un banco, saltan las cuentas corrientes”, insisiten. Desde Bruselas llegaron las primeras críticas. Pero Salvini aseguró que le traían al pairo [“me ne frego”] y llamó borracho al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker: “Solo hablo con gente sobria”. Los mercados, un poco más tarde, dieron su opinión.
La Bolsa cayó al día siguiente del anuncio presupuestario y la prima de riesgo alcanzó máximos desde 2014 (302 puntos), aunque ahora se ha relajado algo y el diferencial con el bono alemán estaba el viernes en 287 puntos. Asustado por una reacción que sus asesores habían negado, el Gobierno mantuvo la cifra de déficit en el 2,4% para 2019. Sin embargo, una semana después la rebajó para 2020 a 2,1%, y para 2021, hasta 1,8%. Pero los objetivos continúan estando muy por encima del 0,8% al que se comprometió el anterior Gobierno y tampoco convencerán a Bruselas, como recuerda el economista experto en deuda pública y casi primer ministro de Italia en la última crisis electoral, Carlo Cottarelli. “Las reglas europeas han sido violadas. Es la primera vez que no se disimula. Ahora, al menos, son honestos y dicen claramente que les dan igual. Solo se respeta la norma del 3%. Esta ley aumenta los riesgos notablemente. Con un déficit alto y la deuda que baja demasiado lentamente, estamos expuestos a riesgos que manden a Italia a una recesión. Una situación provocada por una deuda pública elevadísima. Y el crecimiento será bajo porque nuestra competitividad no es la que debería ser”, apunta al teléfono.
El ministro de Economía es un técnico encadenado a un Gobierno con el que no comulga
Todos los expertos consultados coinciden con Cottarelli. El problema es la fragilidad de Italia en estos momentos, provocada en parte por la segunda mayor deuda pública de la UE. Durante la crisis, la deuda pública pasó del 99,8% del PIB en 2007 hasta el 132,1% de hoy (unos 2,3 billones de euros). Lucrezia Reichlin, profesora de la London Business School, cree que el país tiene dos problemas fundamentales cuyo origen se remonta a los años noventa. “El primero es el crecimiento, a la cola de la media europea desde antes de la entrada en el euro. Y esto tiene que ver con la demografía, pero también con la productividad. El segundo es que detrás de este dato hay una gran heterogeneidad en pedazos enteros del sistema productivo, concentrados en las regiones del sur. La clave de una política económica convincente debería ser afrontar el crecimiento, pero también estos problemas de las pequeñas empresas”, explica.
La dirección elegida es otra. La mayor partida incluida en el aumento del déficit, los famosos 10.000 millones, va destinada a la renta ciudadana: 780 euros, calculados según el umbral de pobreza que indica la UE. Se otorgará como complemento añadido a los ingresos de cada familia hasta llegar a esa suma, aunque solo podrá utilizarse para lo que el Gobierno considere “gasto moral”. Pero esa cantidad podría recibirla cada mes durante un año solo un millón de personas, o bien alargarlo hasta 6,5 millones reduciéndola 115 euros. Una cifra inferior a los 300 euros mensuales que ya reciben hoy 270.000 familias titulares de la renta de inclusión que puso en marcha el anterior Gobierno. Reichlin considera que la medida son solo fuegos artificiales. “El problema en el sur es la creación de trabajo. Es algo profundamente estructural que no se resuelve llenando de dinero los bolsillos de la gente. Sobre esto hay una gran demagogia y costará un montón de dinero”.
“La tentación de decir que se van del euro está ahí. Sería desastroso”, dice Codogno
El Gobierno está blindado contra las críticas y crece en cada sondeo. De modo que la propaganda política seguirá culpando a Europa de todos los males. Sucedió incluso con la caída del puente Morandi en Génova este verano, reflejo de un largo estancamiento sin inversión en infraestructuras públicas transformado en un supuesto desinterés comunitario (el Gobierno ha sido incapaz de firmar todavía el decreto para su reconstrucción 40 días después). Pero algunos datos permitirán sostener algunas tesis en esa línea.El PIB per capita italiano en 1998, por ejemplo, era de casi 20.000 euros: muy cerca del alemán (24.600 euros) y por encima de la media de la eurozona (17.700 euros). Sin embargo, en 2017 este mismo indicador fue de 28.500 euros, frente a los 30.000 euros de la eurozona y los 39.600 de Alemania. El crecimiento acumulado de la producción real per capita en Italia en 20 años ha sido del 1,15% frente al 26% germano. Y nada parece que vaya a mejorar a corto plazo. Standard & Poor’s (S&P) ha revisado a la baja sus expectativas de crecimiento del PIB para 2018 y 2019 al 1,1% (desde el 1,3% y el 1,2%, respectivamente). Pero Tria, atrapado entre dos fuegos cruzados, apunta a un crecimiento de 1,5% en el que solo él confía.
Preocupación
El desencuentro frontal que se avecina con Bruselas, donde el ministro de Economía ha perdido su credibilidad, reabrirá inevitablemente el debate sobre la permanencia del país en la zona euro. Incluso Mario Draghi, presidente del BCE, se fue el jueves hasta Roma para reunirse con Mattarella personalmente y tratar la cuestión. Lorenzo Codogno, economista y exsecretario del Tesoro italiano, no oculta su preocupación. “El riesgo sigue siendo bajo, pero es más elevado con esta decisión. El problema no es una estrategia deliberada para salir del euro. Se están metiendo en una situación de crisis, de conflicto con Europa y con los mercados financieros, que se deteriorará y los acorralará. Este Gobierno no aceptará un memorándum o un programa europeo. Así que las salidas serán la reestructuración de la deuda o, si eso sucede, la tentación de decir que se van del euro. Sería una decisión desastrosa, pero no tienen en su ADN un vínculo con Europa. Hemos visto que tanto M5S como Liga han hecho campaña contra el euro, han escrito libros contra él y poseen una historia personal en esa dirección”, advierte Codogno.
El peso del ministro de Economía en el Gobierno es casi tan irrelevante como el del propio primer ministro, Giuseppe Conte, convertido en mero testaferro de un contrato de Gobierno. La Liga y el M5S, liderados por los dos vicepresidentes (Salvini y Di Maio), negocian sin necesidad de pasar por el Consejo de Ministros, que aprueba lo que los dos partidos deciden. Hacía décadas que Italia no se encontraba con una situación de este tipo, señala el politólogo de la Universidad romana Luiss Roberto D’Alimonte. “Tria es un técnico en un Gobierno populista. La única gran arma que tenía era dimitir, pero no puede hacerlo porque el riesgo es que le sustituyan por un populista euroescéptico, como ya había planeado la Liga originalmente. Mattarella lo sabe y piensa que manteniéndole ahí puede limitar los daños. Pero el ministro ya no dicta la línea. Perdió su autoridad desde el momento en que no dimitió”, apunta.
La erosión alcanza a todas las instituciones. En el Parlamento, figuras de peso, como el constitucionalista y diputado del PD Stefano Ceccanti, advierten del atentado contra la Carta Magna que supone aumentar el déficit en esos niveles. “El artículo 81 señala que solo puede hacerse para medidas excepciones o de emergencia, que no es el caso”, señala. En la bancada de enfrente, el diputado de Forza Italia Renato Brunetta, economista y hombre de extrema confianza de Silvio Berlusconi, va más allá y reniega completamente de un programa económico que su partido tenía que haber compartido con la Liga si no se hubieran separado en el último momento. “El programa del centroderecha era reducir los impuestos sin incurrir en déficit y realizar inversiones para crear crecimiento. Pero esto es una suma de elementos que no pueden estar juntos. El resultado se está viendo con la prima, la fuga de capitales, la caída en Bolsa, la caída de los bancos…”, dice Brunetta.
El M5S y la Liga formaron Gobierno el pasado junio después de tres meses de turbulencias. Desde entonces, el sobrecoste en los títulos de deuda emitidos por la subida de la prima de riesgo ha sido de 700 millones de euros en 2018 y para el año que viene ya se han comprometido otros 860 millones, según el Observatorio de las Cuentas Públicas italianas que dirige Carlo Cottarelli. Una situación que ha puesto en alerta a los empresarios del norte de Italia, muy cercanos a la Liga, que ya amenazaron con salir a la calle a protestar. Confindustria, la patronal de empresarios, intenta ahora rebajar la alarma. “Podemos constatar que se ha ido más allá de lo previsto con el déficit. Pero depende de cómo se use: solo para políticas de asistencia o también para políticas de crecimiento y desarrollo. Eso no ha sido explicitado. Alemania ha superado el déficit durante años, pero los mercados no se preocupaban porque se sabía que gastarían bien ese dinero. Nosotros debemos mostrar que el proyecto es creíble”, señalan fuentes de la patronal.
Italia, cacareado laboratorio político, no estaría dispuesta al choque frontal si el foco no estuviera puesto en las próximas elecciones europeas. Las alianzas comienzan a fraguarse. Viktor Orbán en Hungría; el Alternative für Deutschland en Alemania; Marine Le Pen en Francia, y Steve Bannon, exasesor estratégico de Donald Trump, como animador del nuevo cotarro euroescéptico. Reichlin, de hecho, cree que estos presupuestos son el inicio de un cambio de rumbo comunitario. “En Europa hay muchas partidas abiertas, como la de la gobernanza del euro. Irán a un choque muy amplio coordinado con aliados en otros países. Esto es solo la primera etapa de una estrategia que llevará a una gran modificación de la Unión. Hasta ahora teníamos el lema Más Europa para la reforma. Me temo que habrá un fuerte movimiento en la dirección contraria. Y ahí está el futuro del euro, con este movimiento de Italia seguramente la reforma de la gobernanza del euro se bloqueará. No veo una unión bancaria con esta falta de confianza italiana. El euro está en riesgo porque las reformas comenzadas en 2013 no se completarán”.
La rebaja de última hora en el déficit, que el ministro de Economía puede vender como una pequeña victoria para recuperar crédito interno, calmará a los mercados. Pero como decía el jefe de prensa del primer ministro, Tria ya “pinta poco”. Los presupuestos se presentarán en Bruselas el 15 de octubre. Hasta entonces, subirá el volumen y las cuentas se presentarán como la prolongación del sueño iniciado la noche del 4 de marzo. ¿Y luego? La última vez que un Ejecutivo italiano plantó cara a Europa fue en 2011. Silvio Berlusconi había pasado 10 años entrando y saliendo del palacio Chigi al ritmo de las fiestas en su mansión de Arcore. En ese periodo, el país redujo su renta per capita en un 3,1%, según el FMI (el peor dato de la UE en ese decenio), y el consumo cayó un 8%. La prima de riesgo —y una Troika a la que agotó la paciencia— derribó finalmente su era en otoño de 2011, cuando alcanzó su máximo histórico: 574 puntos. Eran otros tiempos. Era, sobre todo, otra Europa.
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