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Talgo, una batalla por el control del ferrocarril

La compañía, que pasa a estar controlada por el grupo vasco Sidenor, tiene una amplia cartera de pedidos y una tecnología clave en el transporte de trenes

Talgo
Operación de transporte de la locomotora Br105 para DB en Las Matas (Madrid).TALGO
Santiago Carcar

La compañía de la patente Talgo (Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol ) es una empresa con nombre largo, 82 años de historia, socios variopintos, peso industrial y numerosos pretendientes. Talgo es también una empresa en ebullición con una amplia cartera de pedidos —más de 4.000 millones— que pone a prueba su capacidad de producción. Necesita un socio industrial. En los últimos tres años al menos cuatro consorcios han mostrado interés por hacerse con la palanca de dirección del fabricante de trenes: el húngaro Ganz-MaVag Europe —vetado en agosto de 2024 por el Gobierno español—; el vasco triunfante encabezado por Sidenor; el polaco Pesa, marca del fondo público PFR, y el indio Júpiter Wagon. Los dos últimos pretendientes, polaco e indio, también han topado con el Gobierno, que considera Talgo una empresa estratégica. Compradores, vendedores y Administración han remitido todas las cuestiones de EL PAÍS a los comunicados oficiales. Silencio en tiempos agitados.

Tres de los cuatro pretendientes, Sidenor, Pesa y Ganz-MaVag, pertenecen a países de la UE que, además, son aliados militares en la OTAN y limitan con países que tienen un ancho de vía ferroviaria diferente al propio. Es una de las claves en los movimientos empresariales sobre Talgo porque la compañía tiene el grial: la tecnología de rodadura desplazable que permite adaptar los trenes a diferentes anchos de vía, un sistema “que viene funcionando ininterrumpidamente y sin problemas desde 1969″, según la Fundación de los Ferrocarriles Españoles.

El espacio continental europeo convive con tres grandes fronteras de ancho: una en los Pirineos, entre el ancho ibérico de España y Portugal —1.668 mm— y el continental de 1.435 mm; otra frontera, entre Suecia y Finlandia; y la tercera entre Centroeuropa (Polonia, Rumania…) y antiguos países de la órbita soviética como Ucrania, con ancho ruso —1.524 mm—. Además, en España (y en el futuro en Portugal) existen fronteras integradas entre la red de alta velocidad y la convencional. La tecnología de Talgo no es única, pero es la más probada. La también española CAF aplica desde hace años la Tecnología Brava en trenes autopropulsados diésel y eléctricos, incluso de alta velocidad; Polonia ha utilizado el sistema SUW2000 en la frontera con Lituania y Alemania ha probado la tecnología DBAG/Rafia “Typ V”. Pero Talgo tiene el grial.

El interés de empresas del Este por Talgo es natural. De hecho, el presidente de Talgo, Carlos Palacio, y el consejero delegado de Pesa, Krzysztof Zdziarski, firmaron en octubre pasado un memorando para estudiar la posibilidad de colaborar en el desarrollo de la nueva red ferroviaria de alta y muy alta velocidad de Polonia. Hungría y Polonia tienen frontera con Ucrania, un país en conflicto que utiliza el ancho ferroviario ruso (1.524 mm) y que está en plena reconstrucción de su sistema ferroviario, aconsejada desde el pasado año por Adif, la gestora española de infraestructuras ferroviarias. Para España, Polonia y Hungría, Talgo es una llave esencial en el desarrollo del sistema ferroviario no sólo desde el punto de vista del negocio, sino también desde el punto de vista estratégico.

Talgo se colocó en el escaparate porque su principal accionista, el fondo Trilantic (29,76%), una firma de capital riesgo dirigida por exdirectivos de Lehman Brothers, llevaba tiempo de salida. Su ciclo inversor —entró en la compañía en 2006— está cubierto. En 2012 vendió parte de las acciones de Talgo y en 2015 sacó a Bolsa el 45% de la compañía. El nuevo ciclo en el sector exige músculo industrial e inversiones. Por eso, la compañía ve con buenos ojos cualquier oferta que tenga como punto fuerte un componente industrial.

Trilantic ha vendido y sus socios en la sociedad nodriza Pegaso, que suma el 40,03% de las acciones —Torreal (Abelló, 3,5%), Torrblas (Ana Patricia Torrente Blasco, 5,04%) y la aseguradora Santa Lucía (4,91%)—, tienen que medir bien los pasos. El Gobierno español ya lo ha hecho. Apoya la oferta nacional instrumentada por el consorcio Clerbil (Sidenor), el fondo inversor del Gobierno Vasco Finkatuz, la Fundación Bancaria BBK y la Fundación Bancaria Vital. La compra es del 29,76% del capital, sin superar el umbral del 30% que obliga a lanzar una opa. El consorcio vasco ha ido elevando poco a poco la oferta hasta llegar a los cinco euros por acción —183 millones—.

El grupo vasco Sidenor, respaldado por el Ejecutivo central y el autonómico vasco, toma el control de una compañía que en 2023 ganó 12,4 millones, 10 veces más que un año antes, con una cifra de negocio de 652 millones (39% más). Para 2025, el consenso de analistas adelanta unos ingresos de en torno a 700 millones, un beneficio neto de 31 millones y una deuda neta de 259 millones. La cuestión es si la “solución Sidenor” cubrirá en solitario los problemas de capacidad de la empresa. El último informe de Renta 4 considera al respecto que “la oferta del consorcio español soluciona en parte este punto, dando estabilidad al accionariado con la entrada de un socio industrial de referencia [Sidenor]”. En parte, pero no en el corto plazo, aunque para solucionarlo, sostiene el análisis, cuenta con opciones “como el de externalizar la producción”.

Salto cualitativo

Para Sidenor, la compra de Talgo supone un salto cualitativo. Un dato: Talgo emplea a 3.200 trabajadores y Sidenor a 1.900. Representa una oportunidad de diversificación oportuna porque Sidenor, con sede en Basauri (Bizkaia), depende de un sector muy complicado: el automóvil. La compañía admite que no es un mercado fácil porque la incertidumbre es extrema; porque la demanda depende de una evolución económica general incierta y porque los desafíos a los que se enfrenta la industria —transición energética y coche eléctrico— hacen muy difícil predecir la evolución, incluso a corto plazo, de la compra de automóviles.

Diversificar es la clave y el dueño y presidente de Sidenor, José Antonio Jainaga, quiere apostar por Talgo. La operación que ha llevado a Sidenor al primer plano del sector industrial ferroviario exige arrojo, experiencia y apoyos. Experiencia no falta porque tanto Jainaga como su mano derecha, Marco Pineda, tienen una larga experiencia empresarial. Pineda trabajó en Accenture para CIE Automotive, Grupo Antolín, Astilleros Españoles o Babcock Wilcox. Y conoció Sidenor —938 millones de euros de facturación en 2023 y 50 millones de beneficio neto— antes y después de la salida de los brasileños de Gerdau del capital de la compañía. Jainaga y Pineda —consejero independiente de Kutxabank desde 2023— conocen bien el corazón financiero e industrial del País Vasco porque forman parte de él. Como Talgo, que, tras la compra, moverá la sede de Madrid a Gasteiz. El grial conviene tenerlo cerca.



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Sobre la firma

Santiago Carcar
Nacido en Bilbao en 1963. Periodista especializado en información económica y de empresas. Ha trabajado en prensa escrita desde 1989. Durante 24 años formó parte de la redacción de EL PAÍS. Ha formado parte también de las redacciones de Infolibre, Diario Bez y la Información (Henneo). Colaborador en medios digitales, radio y televisión.
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