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Los 100 primeros días de Salvini: furia, ruido y pocos cambios

Los primeros tres meses del Ejecutivo populista han sacudido las instituciones italianas y europeas

El ministro de Interior y vice primer ministro italiano, Matteo Salvini, el 14 de septiembre de 2018 / En vídeo, las últimas declaraciones polémicas de Salvini al llamar "esclavos" a los migrantesVídeo: HERBERT NEUBAUER AFP
Daniel Verdú

Matteo Salvini grita en directo en Facebook y tiemblan las paredes de las instituciones democráticas. Cuando lo hace el otro vicepresidente italiano, el grillino Luigi Di Maio, palidecen sus empresarios. En algunos momentos ha habido reacciones de pánico en los mercados, se ha disparado la prima de riesgo y con ella, el histerismo de la opinión pública. Cien días de ruido y furia tras los que nada volvería ya a ser igual. Pero los datos sugieren que el artefacto formado por el Movimiento 5 Estrellas (M5S) y la Liga todavía no ha propiciado ningún cambio sustancial. Se ha reunido menos veces, menos tiempo y ha aprobado menos leyes que sus predecesores en el mismo periodo de tiempo. En ese lapso, la agresividad ha ido rebajándose en cuestiones como Europa o los límites del déficit, que ya no se superarán. Han quedado diluidas las propuestas estrella como la Flat Tax (un tipo impositivo único) o la renta básica de ciudadanía. Y en la cuestión migratoria —le ha costado a Salvini una imputación por secuestro de personas—, más allá de los gravísimos gestos, los cientos de miles de expulsiones que contenía el programa están por debajo de las que practicaba el anterior Gobierno socialdemócrata. ¿Ha domesticado Roma a la bestia?

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La sensación es que la tercera economía de la zona euro sigue en campaña tres meses después. La Liga ha utilizado el poder para hormonar su musculatura electoral. El partido de Salvini, volcado por completo en la cuestión migratoria —una inversión a coste cero y rendimiento electoral elevadísimo—, se ha disparado en los sondeos (tiene ya el 30,2% de apoyos, según la última encuesta de Demos), duplicando sus resultados del pasado marzo y superando ya al M5S por casi un punto. La vista está puesta ahora en las elecciones europeas de mayo de 2019. Y Salvini cuanto más duro, más apoyos.

El 54% de los italianos aprueba la polémica gestión del Diciotti, el barco de la Guardia Costiera al que el ministro del Interior impidió atracar durante 10 días poniendo en riesgo la salud de los 100 migrantes que viajaban a bordo. Los grillinos, en cambio, lo han fiado todo a la carta de la renta ciudadana, que originalmente debía aportar 780 euros a la población necesitada y que no está claro ni que pueda financiarse. Los empresarios están nerviosos y la patronal ha llegado a amenazar con salir a la calle junto a los sindicatos. Y ha surtido efecto.

El dinero determinará la solidez de las promesas. Y la respuesta definitiva llegará el 15 de octubre, cuando se presenten los presupuestos a Bruselas y el 20 en el Parlamento. Pintaba mal, y hasta entonces, las agencias de calificación crediticia Standard & Poor’s y Moody’s han aplazado sus valoraciones sobre la deuda del país, que actualmente está en un 132% del PIB.

Giuseppe Di Taranto, profesor de Historia de la Economía y Empresas de la Universidad LUISS, apunta en esa dirección: “El problema es que hay objetivos para los que hacen falta recursos que ahora mismo no existen. Según algunos cálculos, se necesitarían alrededor de 75.000 millones de euros. Por eso se han limitado los planes”, apunta Di Taranto.

La mayoría de promesas no han empezado a tomar cuerpo todavía. Los parlamentarios siguen cobrando lo mismo y la eliminación de los sueldos vitalicios ha quedado en una heterogénea medida todavía por desentrañar. El incompleto proceso de nombramientos de secretarios de Estado confirma la falta de banquillo en el M5S, un fenómeno que ha acusado en otras administraciones como la del Ayuntamiento de Roma. Y las batallas identitarias, como la eliminación de la obligatoriedad de las vacunas, siguen aplazadas por su falta de consenso.

El Gobierno, eso sí, ha aprobado el Decreto Dignidad, que limita la contratación a tiempo parcial y prohíbe la publicidad de las casas de apuestas. Ese ha sido el gran hito tangible —y muy molesto para los empresarios—. A cambio, la beligerancia respecto al techo de gasto y la norma del 3% de déficit se ha diluido hasta llegar a un donde dije digo, digo Diego de manual.

¿El Gobierno del cambio?

El politólogo Giovanni Orsina sonríe y resume una tendencia que ya forma parte del ADN de la nueva política. “La comunicación política y la acción de gobierno son cada vez cosas más distintas. La estrategia está clara: das a los electores una señal muy clara siendo muy extremo como la Flat Tax. Los electores saben que es algo retórico, y ya no lo toman no como una promesa, sino como la indicación de una dirección. Con ello, saben que les bajarán los impuestos. Pero la Flat Tax no llegará, no nos engañemos. La comunicación está adulterada”, señala.

Era esperable, además, que la Liga fuese menos radical, a la hora de la verdad, en cuestiones económicas: “Han estado durante años en los Gobiernos de Italia. Y su electorado tiene cosas que perder: propiedades, negocios, inversiones… a esa gente no le gusta que suba la prima de riesgo y se ponga en peligro sus ahorros”. Incluso Paolo Savona, el polémico ministro de Asuntos Europeos antieuro, calificó el viernes pasado la moneda única como “indispensable”.

Inmigración

La inmigración se lo ha tragado todo estos cien días. Incluido al M5S, el socio de Gobierno que partía con mayor fuerza. “Ha sido lo único significativo. No porque se haya introducido una nueva política real, sino porque las posiciones de Salvini han tenido un gran impacto sobre la opinión pública. Es ruido, pero un ruido que ha cambiado los equilibrios electorales. Sobre todo en la coalición”, apunta Roberto D’Alimonte, experto en sistemas electorales.

Han caído los desembarcos un 62% respecto al pasado agosto, aunque parte de la dinámica corresponde al anterior Gobierno. La mayoría de italianos (54%) respalda esta agresiva política, incluidos los votantes del M5S (75%). A final de mes se presentará el decreto Salvini, una hoja de ruta que limitará la protección humanitaria, alargará el tiempo que los migrantes pueden permanecer en centros de detención y restringirá los permisos de ciudadanía.

Los problemas concretos, alejados de la percepción o el miedo, son otra historia. Asuntos como el derrumbe del puente de Génova el pasado agosto, marcarán su capacidad de respuesta. El politólogo Piero Ignazi cree que ese será su primer apuro. “Ha habido muchas declaraciones y muy poco gobierno hasta el momento. El drama de Génova no ha encontrado una solución después de un mes. Y ese es el primer paso en falso que puede dar el Gobierno”. Si el ruido y la furia lo permiten.

Giuseppe Conte, el testaferro

Los 100 días del Gobierno italiano han confirmado también la irrelevancia política del primer ministro, Giuseppe Conte. Se presentó como el abogado del pueblo y ha terminado convertido en una suerte de testaferro del contrato de Gobierno que firmaron el Movimiento 5 Estrellas y la Liga. Ha presidido 18 consejos de ministros, con una duración media de 52 minutos —según Open Polis, la más baja desde el Gobierno Letta y aprobado seis decretos ley, siendo el llamado Dignidad el más importante. Dos menos que su predecesor Paolo Gentiloni en el mismo periodo y 5 por debajo de Renzi. Nada que no tuviera escrito en el guion.

Conte, un personaje desconocido y sin experiencia política, advirtió a su llegada que tomaría iniciativas y no estaría supeditado a las órdenes de los partidos que lo eligieron para ese puesto. Sus apariciones han sido escasas y cuando ha tocado gobernar, ha estado completamente bajo el influjo de Matteo Salvini y Luigi Di Maio, los dos vice primer ministros que llevan el peso político del Ejecutivo. En algunos momentos, como cuando intentó postergar las pruebas para obtener una plaza en la Universidad de la Sapienza como profesor, ha dado la sensación de que ni él mismo se creía su condición de primer ministro. Pero su popularidad es la más alta del panorama político italiano, por encima de Salvini y Di Maio, segundo y tercero mejor valorados.

Conte, que exageró ampliamente su currículum, tendrá que tomar pronto decisiones. Las sanciones propuestas por la UE a Hungría determinarán el grado de fidelidad que tiene con cada uno. Liga y Movimiento 5 Estrellas han optado por distintas posiciones, y el primer ministro deberá inclinar la balanza del país.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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