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Bolsonaro se estrena con un gesto a la industria agrícola y contra el medio ambiente

El nuevo presidente de Brasil entrega al Ministerio de Agricultura el poder de delimitar las reservas indígenas

El presidente Bolsonaro durante la toma de posesión de sus ministros este miércoles en Brasilia.
El presidente Bolsonaro durante la toma de posesión de sus ministros este miércoles en Brasilia. EVARISTO SA (AFP)

El nuevo presidente de Brasil, Jair Messias Bolsonaro, ha comenzado su mandato con un regalo a la poderosa industria agropecuaria que supone un duro varapalo al millón de indígenas brasileños y a los intereses medioambientales en el mayor pulmón del mundo. El ultraderechista firmó un decreto nada más jurar el cargo la víspera en Brasilia que da al Ministerio de Agricultura el poder de delimitar las reservas indígenas. Bolsonaro también ha dedicado una de sus primeras reuniones con representantes extranjeros al jefe de la diplomacia de Estados Unidos, Mike Pompeo, impulsando la naciente alianza entre los mandatarios, nacionalpopulistas, de los dos países más poblados de América.

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Bolsonaro, además de aprobar una batería de decretos, ha estrenado un Gabinete de 22 ministros. En el nuevo Ejecutivo destacan los siete militares retirados, incluidos Bolsonaro (un capitán que dejó el Ejército a finales de los ochenta) y su vicepresidente, Hamilton Mourão (general hasta el año pasado), además de dos mujeres y el juez que condenó a Lula por corrupción.

La competencia de delimitar las tierras indígenas correspondía a la Funai, la agencia para los asuntos indígenas. Ahora “identificar, delimitar, demarcar y registrar las tierras tradicionalmente ocupadas por los pueblos indígenas” pasa a manos de la ministra de Agricultura, Tereza Cristina Dias, que hasta las últimas elecciones era la diputada al frente de la bancada que representa los intereses de la industria agroganadera. Este decreto de Bolsonaro satisface una vieja demanda de la industria pecuaria y de la soja, que con los evangélicos fue uno de los apoyos clave para que el exmilitar alcanzara la presidencia. Ya en campaña anticipó su intención de abrir más tierras a la explotación comercial.

El brasileño, emulando a su homólogo Donald Trump, ha explicado su decisión en un tuit en el que, una vez más, ha dejado claro su desdén por las minorías, hoy a cuenta de los indígenas como en ocasiones anteriores los negros, las mujeres o los homosexuales. “Menos de un millón de personas viven en estos lugares verdaderamente aislados de Brasil, explotadas y manipuladas por las ONG. Juntos vamos a integrar a estos ciudadanos y poner en valor a todos los brasileños”, ha tuiteado. La decisión presidencial es temporal, deberá ser ratificada en 120 días por el Congreso.

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Un millón de los 209 millones de brasileños son indígenas; viven en tierras que suponen un 12,5% del territorio nacional, sobre todo en la frágil Amazonia. Sonia Guajajara, una de sus líderes, que fue candidata a la vicepresidencia por un pequeño partido de izquierdas, respondió con un tuit indignado de condena: “La destitución ya ha comenzado, la Funai ya no es responsable de la identificación, delimitación, demarcación y registro de Tierras Indígenas, salió hoy en el Diario Oficial de la Unión. ¿Alguien todavía tiene dudas de las promesas de exclusión de la campaña?”. Ya de candidato, y en su trayectoria como diputado, Bolsonaro ha minusvalorado la protección medioambiental y ha anunciado su intención de abandonar, siguiendo los pasos de Estados Unidos, el Acuerdo de París contra el cambio climático. Antes incluso de tomar posesión declaró que renunciaba a la candidatura para acoger una cumbre mundial sobre el cambio climático en 2025.

Pese a la euforia entre sus seguidores, el entusiasmo en el mundo es muy inferior. A la toma de posesión asistieron menos delegaciones foráneas (46) que a cualquier otra desde finales de los noventa. También es el presidente que menos optimismo despierta (65%) al inicio de su mandato, según una encuesta de Datafolha.

Bolsonaro, aún convaleciente de un atentado que en septiembre casi le costó la vida, ha incluido en su Gabinete al juez que condenó a Lula por el caso Lava Jato (lavacoches), Sergio Moro. Este ha dejado el caso judicial nacido en un lavacoches y convertido en uno de los mayores escándalos de corrupción internacional de la historia para asumir la cartera de Justicia. Moro era sin duda el ministro estrella entre los seguidores reunidos en Brasilia para la toma de posesión presidencial el martes. Los votantes del ultra han puesto en él todas sus esperanzas de acabar con esa lacra. “La misión prioritaria que me ha encomendado el presidente está clara: acabar con la impunidad en los casos de corrupción y combatir el crimen organizado para reducir los delitos violentos”, ha declarado el magistrado al asumir el cargo en Brasilia.

Además de los ministros militares, otros cinco estudiaron o trabajaron en instituciones castrenses. La otra estrella del Ejecutivo es Paulo Guedes, el titular de Economía al que Bolsonaro ha dado amplísimos poderes. Este antiguo banquero de inversión ha recalcado la necesidad de reducir el gasto. De entrada, el salario mínimo ha aumentado menos de lo esperado y queda en 998 reales (230 euros). Y, mientras la Bolsa subió un 2%, las acciones del principal fabricante de armas de Brasil se disparó un 27% después de que el presidente reiterara en su primer discurso a la nación el derecho de los brasileños a la defensa propia.

El ultraconservador solo ha nombrado dos ministras, incluida una pastora evangélica al frente de la cartera de Mujer, Familia y Derechos Humanos que incluirá también los asuntos indígenas. El ministro de Exteriores es un diplomático que desprecia el globalismo y lo que denomina marxismo cultural y defiende la presencia pública de la religión cristiana. El ministro de Educación anunció el mismo miércoles que elimina la Secretaría de Diversidad y, como en España, uno de los ministros fue astronauta. El primer sudamericano que viajó al espacio, dirigirá el Ministerio de Ciencia, aunque el brasileño procede de las Fuerzas Aéreas.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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