La animadversión al PT de Lula marca la toma de posesión
Miles de devotos acompañan al nuevo mandatario en la asunción de su cargo en Brasilia

Los Gil confiaron en que Jair Bolsonaro ganaría las elecciones en Brasil antes incluso de que diera la sorpresa en la primera vuelta con el 46% de los votos. Luego ganó con el 55%. Tanto confiaban en la victoria del ultraderechista que antes de las votaciones ya reservaron el hotel, el coche de alquiler y los vuelos desde Porto Alegre para estar en Brasilia este Año Nuevo. “Hemos venido en familia”, explica Mary Gil, de 31 años, en un español aprendido devorando telenovelas mexicanas mientras espera el primer del presidente en la plaza de los Tres Poderes. Y aquí está con sus padres, un policía y una psicóloga jubilados, y su hermana menor, abogada. Llegaron el día de Nochebuena a la capital.
Esta familia simboliza el ejército de fieles seguidores que el nuevo presidente de Brasil ha sumado a su discurso de ruptura con el sistema y con el pasado inmediato. En la plaza rodeada por las sedes del Gobierno, el Congreso y el Tribunal Supremo hay representantes también de los grupos más conservadores que han apoyado con fervor a este católico casado en terceras nupcias con Michelle Bolsonaro, intérprete de signos.
Para Mary Gil la seguridad debe ser el primer asunto del que se ocupe el presidente. Opina que parte con una ventaja frente a sus predecesores. "Como estuvo en el Ejército, todas las policías, civiles y militares, le respetan, le apoyan", recalca.
Como esta familia, miles de brasileños entusiasmados con Bolsonaro, sus propuestas y sus modos han viajado hasta la capital para acompañarle en la toma de posesión. Esperaban bajo el sol frente al palacio presidencial de Planalto, listos para escuchar en primera fila el discurso presidencial. Tras ganar los comicios, el 28 de octubre, el militar retirado apostó por la heterodoxia: se dirigió a sus 209 millones de compatriotas por Facebook.
Combatir el crimen es la prioridad de los Gil pero no lo esencial. "Pero lo más importante es deshacer todo lo que ha hecho el PT", subraya la abogada Mary. Ni más ni menos. Cuando se le menciona que durante los mandatos del Partido de los Trabajadores de Lula millones de brasileños salieron de la pobreza, lo pone en duda. "Es falso, hay sequía, siguen siendo pobres", como eran falsas, sostiene, las encuestas que no vieron venir a Bolsonaro, el 45% de votos obtenido por el PT en segunda vuelta o que Dilma Rousseff fuera torturada durante la dictadura. Negar o poner en duda las verdades establecidas por los historiadores o instituciones locales e internacionales es una estrategia recurrente entre los seguidores bolsonaristas.
Isidoro Pinheiro de Barros tuvo un viaje bastante más largo y penoso hasta la capital. Este arquitecto de Belém do Pará viajó durante 36 horas en autobús con su familia para acompañar a Bolsonaro. "Hay mucha esperanza de que él venga a hacer realmente un gran Gobierno. Que deshaga todos los males causados por 13 años del PT y por el tiempo que [el saliente] Michel Temer estuvo. Bolsonaro debe barrer esa corrupción y traer de vuelta la esperanza al pueblo brasileño", dice este hombre que viajó 2.000 kilómetros para unirse a miles de compatriotas a los que no conoce pero con los que comparte una visión del mundo que aborrece a la izquierda. Son además fans declarados del perfil del nuevo mandatario: un político abiertamente conservador, con una manera de hablar simple y directa (a veces ofensiva) y que promete afrontar con mano dura la seguridad pública que tanto preocupa y acabar con el viejo toma y daca que triunfa en la política local.
Los reunidos en la plaza entretienen la espera con gritos como "nuestra bandera nunca será roja", en referencia al PT, o "Ele sim" (Él sí), que da la vuelta al lema "Ele não", de las feministas brasileñas en campaña. Esta toma de posesión recuerda a la del ahora encarcelado Lula, el día de Año Nuevo de 2003. Las autoridades han acondicionado la explanada para recibir a medio millón de personas, el equivalente a los que recibieron al izquierdista hace 15 años. El despliegue de seguridad es inédito.
Aquella fue la última vez que una toma de posesión presidencial brasileña representó también un giro ideológico de grandes proporciones y la llegada al poder de una fuerza política nueva e inexperta. De esta forma, sea por creer que forman parte de un movimiento de regeneración de la política de Brasil, sea por la derrota impuesta al PT y a la izquierda en general, los partidarios de Bolsonaro exhibían orgullosos en Brasilia la indumentaria que caracterizó toda la campaña presidencial: ropas militares, banderas de Brasil, camisetas con el rostro de Bolsonaro o con "mi partido es Brasil".
"Todos los principios que él plantea son los nuestros, y él está cumpliendo con ellos: no está haciendo apaños, tiene valores familiares", dicen, casi al unísono, Márcia Penalber, Bruna Guimarães y Shirley Plata, que también vinieron a Brasilia desde la capital del Estado de Pará. Renan Felipe, de 17 años, se une a la conversación y da una de las claves del triunfo del ultraderechista: "Yo no habría votado a Bolsonaro, no era el mejor candidato para mí. Pero me di cuenta de que ante semejante polarización sería el PT o Bolsonaro. Y ante el PT, prefiero a Bolsonaro". Las amigas apenas lo dejan terminar y se remachan: "Antes que la izquierda mejor Bolsonaro, eso es".