El ataque de Israel con buscas explosivos contra Hezbolá se precipitó cuando la milicia descubrió la operación, según varios medios
Israel manipuló 5.000 aparatos de comunicación llegados a Líbano en los últimos meses. La cifra de muertos asciende ya al menos a 12
Las sospechas dentro de Hezbolá de que Israel había intervenido sus sistemas de comunicación interna precipitaron el ataque del martes, han confirmado fuentes de inteligencia a escala regional al medio Al Monitor, según cita el diario israelí Haaretz. Añade que la intención del Estado judío no era proceder a detonar los aparatos en este momento, sino justo antes de llevar a cabo un gran ataque sobre Líbano para dejar dañadas las capacidades del partido-milicia chií apoyado por Irán, con el que mantiene desde hace casi un año una guerra de baja intensidad. Esa misma teoría sostiene el medio Axios, que cita a tres fuentes oficiales estadounidenses conocedoras de la toma de decisiones. Algo así como un ahora o nunca, según una de ellas. Desde hace semanas, la tensión ha ido en aumento, sobre todo en la frontera que separa Israel de Líbano ante la posibilidad de que el lanzamiento cotidiano de proyectiles y drones abra paso a un conflicto de mayor intensidad.
Por segundo día, este miércoles han vuelto a estallar los aparatos que emplean para comunicarse. El resultado del ataque del martes fue de al menos 12 muertos, entre ellos dos menores, y unos 3.000 heridos; el del miércoles, al menos, 20 muertos y 450 heridos, según fuentes sanitarias libanesas.
Un total de hasta 5.000 dispositivos llegados a Líbano en los últimos meses podrían haber sido alterados para introducirles explosivos por el Mosad (servicios secretos de Israel en el exterior) en algún punto de la cadena de importación, según ha explicado una fuente de seguridad libanesa a la agencia Reuters antes de que se produjeran las explosiones del miércoles. “El Mosad incluyó una placa dentro del artefacto que tiene material explosivo” y que “es muy difícil de detectar a través de cualquier medio. Incluso con cualquier dispositivo o escáner”, añadió esa misma fuente.
La explosión de esos buscas (aparatos de mensajería) de miembros de Hezbolá en Líbano y Siria ha servido para destapar, por un lado, la debilidad del sistema de comunicaciones de la guerrilla libanesa, pese a todas las precauciones que imponen, y, por otro, muestra el verdadero poder de los servicios secretos israelíes. El que se considera su último gran golpe lo dieron el pasado 31 de julio, cuando el máximo responsable de Hamás, Ismail Haniya, fue asesinado en Teherán en un ataque que tampoco han reivindicado. “La resistencia continuará hoy, como cualquier otro día, con sus operaciones de apoyo a Gaza, su pueblo y su resistencia” frente a Israel, que “debe esperar respuesta a la masacre del martes”, ha señalado la milicia libanesa en un comunicado. Su máximo responsable, Hasán Nasralá, tiene previsto ofrecer un discurso este jueves.
La firma taiwanesa Gold Apollo, marca de los aparatos que explotaron, ha tratado de eludir a través de un comunicado responsabilidades y señala a la compañía europea BAC Consulting, con sede en Budapest (Hungría), como fabricante de los terminales que habrían sido manipulados antes de que Hezbolá los distribuyera hace varios meses entre sus hombres. “Según el acuerdo de cooperación, autorizamos a BAC a usar nuestra marca registrada para las ventas de productos en regiones designadas, pero el diseño y la fabricación de los productos son únicamente responsabilidad de BAC”, señala el texto.
Israel ha asesinado a sus enemigos de muy distintas maneras a lo largo de décadas. Desde lanzando bombas de una tonelada que, además de su objetivo, acabaron con la vida de decenas de personas de su entorno, a empleando precisos teléfonos explosivos. También ha llevado a cabo ciberataques, envenenamientos, empleo de precisos drones o diseñado armas que disparan activadas a distancia. Sus agentes sobre el terreno a menudo recurren al disfraz y el engaño para llevar a cabo esos ataques sin ser descubiertos en tramas de la vida real que parecen sacadas de una película.
Pero nunca se había visto una operación remota tan sofisticada como la de este martes, de cuya autoría apenas nadie duda, aunque las autoridades de Israel guarden silencio. “Si Israel es realmente responsable, el ataque de los buscas ha sido sin duda uno de los movimientos más originales, sorprendentes y dolorosos de esta guerra en la sombra. Este es el tipo de operación que está reservada para su uso solo en casos de emergencia”, valora Ronen Bergman, analista del diario israelí Yediot Aharonot.
Para tratar de evitar el estrecho seguimiento al que los servicios secretos israelíes someten a sus enemigos, la milicia libanesa optó por esos buscapersonas, rudimentario sistema de comunicación que imperaba en los años 80 y 90 del pasado siglo, que ni siquiera permite realizar llamadas. Su seguimiento es más complejo que el de los teléfonos móviles, generalmente conectados a internet. Pero todo apunta a que esa precaución no ha sido suficiente.
Sinwar se comunica por escrito
En los últimos días se han filtrado algunos detalles de cómo Yahia Sinwar, máximo líder de Hamás y una de las piezas más codiciadas por Israel, que tomó el relevo una semana después del asesinato de Haniya, trata de eludir desde Gaza la vigilancia y seguimiento por parte del Estado judío. Se comunica a través de notas manuscritas que a veces hace llegar a sus destinatarios a través de personas allegadas de especial confianza.
Una de esas cartas, que servirían incluso para ordenar las condiciones de negociación con Israel de un posible alto el fuego, ha llegado recientemente a manos de Nasralá, jefe de Hezbolá, según mostró la guerrilla en sus redes sociales la semana pasada. En ella, el palestino le mostraba su agradecimiento por el apoyo durante la guerra como parte del eje del que forman parte bajo la batuta de Teherán. Una nota similar apareció en los perfiles de la guerrilla hutí de Yemen el pasado fin de semana después de que el líder de Hamás les felicitara tras conseguir hacer llegar uno de sus misiles a territorio israelí.
Sinwar trata de eludir, por tanto, cualquier comunicación electrónica que pueda dar al Estado judío la oportunidad de localizarle y capturarle o acabar con su vida. El jefe de Hamás es acusado de ser uno de los cerebros de la matanza en Israel de unas 1.200 personas que el pasado 7 de octubre puso en marcha la actual guerra. Que un Estado como Israel, obsesionado por la seguridad y capaz de llevar a cabo operaciones como la del martes en Líbano, fuera víctima ese día del mayor ataque de sus 76 años de historia sigue planteando serias dudas. Muchos se siguen preguntando casi un año después si sus servicios secretos, su ejército y su Gobierno no sabían realmente nada de lo que Hamás llevaba meses cocinando en un territorio como es Gaza, de solo 365 kilómetros cuadrados y bajo permanente y estrecha vigilancia.
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