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La filtración de cables diplomáticos pone en jaque la seguridad de la UE

Las técnicas utilizadas por los piratas informáticos eran similares a las del Ejército chino

Lluís Pellicer
El Parlamento Europeo.
El Parlamento Europeo.PATRICK SEEGER (EFE)

La filtración este miércoles de cientos de cables diplomáticos de la Unión Europea con información sobre Estados Unidos, China o Rusia ha vuelto a poner al descubierto la fragilidad de la seguridad de las comunicaciones de la sede del Consejo de la UE. Un grupo de hackers tuvo acceso durante años a la red de la institución, según una empresa que descubrió esa brecha. El Consejo, en el que se han sucedido casos de espionaje desde su construcción, está investigando los hechos.

Bruselas, la capital de Europa, tiene todos los elementos para una novela de espionaje. Sede de la UE y de la OTAN, en ella viven más de 7.000 diplomáticos y 20.000 lobbistas. Sin embargo, los relatos que se publican sobre escuchas y robos de información no son ficción. El epicentro de las tramas está en el Consejo de la Unión Europea.

La difusión de varios de los cables inteceptados por hackers en The New York Times puso en un brete a los guardianes de la seguridad de las comunicaciones del Consejo. Y más cuando las instituciones comunitarias han situado la protección de los datos de los ciudadanos o la lucha contra los ciberataques en el núcleo de la soberanía europea. Según el periódico, durante años un grupo de hackers logró de forma sistemática acceder a la red de comunicaciones diplomáticas de la UE.

La empresa que descubrió esa brecha, Area 1, recuperó hasta 1.100 documentos interceptados. En uno de ellas, por ejemplo, los diplomáticos europeos describen un encuentro en Helsinki entre el presidente de EE UU, Donald Trump, y el de Rusia, Vladimir Putin, que describen como “exitoso (al menos para Putin)”. En otro cable, analizan una discusión con el presidente chino Xi Jinping, de quien decían que el “acoso” que sufría China por parte de los estadounidenses era parecido a “un combate de lucha libre sin reglas”. En los cables aparecen altos cargos comunitarios, desde el presidente del Consejo, Donald Tusk, hasta la Alta Representante para Asuntos Exteriores, Federica Mogherini.

El Consejo, según fuentes de la institución, suele manejar la información sensible por canales encriptados. Una portavoz de la institución, que rechazó dar detalles sobre su operativa de seguridad, aseguró que se está “investigando activamente el problema”. Y añadió: “La Secretaría del Consejo se toma muy serio la seguridad de sus instalaciones, incluidos sus sistemas de Tecnologías de la Información”.

Sin embargo, ex altos cargos citados por NYT sostienen que hace tiempo que vienen advirtiendo sobre la brecha de seguridad de sus sistemas tecnológicos. La empresa que destapó esas carencias, consideró que las técnicas usadas por los hackers eran similares a las empleadas por el Ejército chino. En cualquier caso, no es la primera ocasión que el edificio que alberga las grandes reuniones ministeriales y los consejos de jefes de Estado y gobierno sufre el espionaje extranjero.

El Justus Lipsius, la sede mejor protegida de Bruselas, ha sido a la práctica un edificio de cristal. En 2003, ocho años después de su inauguración, se descubrió que los teléfonos de cinco delegaciones (Alemania, Francia, Reino Unido, España y Austria) habían sido sistemáticamente pinchados desde el principio. Entonces la UE acusó a Israel de estar detrás de una operación que consistió en aprovechar las obras para colocar micrófonos en los despachos de la séptima panta, donde esas delegaciones tenían sus espacios. En esas salas llamaban los ministros al primer ministro para consultas en las rectas finales de las negociaciones o en otros casos de urgencia.

Pero no han sido los únicos casos. También el expresidente Herman van Rompuy sospechó que fue espiado tras una cumbre del G20 y el excoordinador de la política exterior de la Unión Europea, Javier Solana, sostuvo que fue seguido por una “potencia no europea”.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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