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COLUMNA
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Lenguas de fuego

En una semana de frases de impacto, el ministro que debería defender a la Fuerza Pública macartizó la protesta social

Diana Calderón

Todo empezó un lunes. Funcionarios del Gobierno del presidente Iván Duque y algunos senadores de diversas vertientes, además de un coronel, soltaron la lengua. Las lenguas de fuego. Llegó el viernes y seguían hablando y diciendo sin que la verborrea parara. El único callado fue el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, a quien el periodista Daniel Coronell recordó que “una empresa panameña, de la que es socio el mencionado funcionario, fue piedra angular de un negocio que lo enriqueció a él y empobreció a 117 municipios de Colombia”.

Carrasquilla, que venía hablando mucho, anunciando que gravaría con impuestos la canasta familiar, quedó mudo. El presidente defendió su honorabilidad. Pero él quedó herido política y éticamente para enfrentar la reforma tributaria que está anunciada, mientras se investigan también sus presuntas relaciones con la quebrada y liquidada empresa prestadora de salud Saludcoop.

Los demás siguieron hablando sin consideración por su jefe. Guillermo Botero, ministro de Defensa, ante los empresarios del país pronunció la frase más controvertida, por no decir irresponsable: “Con los dineros ilícitos corrompen y financian la protesta social. Cada vez que ustedes ven que cerraron la Panamericana (vía que comunica al centro del país con el suroccidente), detrás de eso siempre están mafias de verdad, mafias supranacionales de diferentes países que lavan dinero con habilidad y vuelve al país por diversas vías, a través del contrabando”. Le tocó al presidente Duque salir a defender el legítimo y constitucional derecho a protestar.

El ministro que debería estar defendiendo a la Fuerza Pública y garantizando su eficacia, anda macartizando la protesta social, ya no diciendo que la guerrilla tiene infiltradas las marchas, sino que son financiadas por narcotraficantes, los mismos que, contrario a financiar a los miembros de organizaciones sociales, los masacra, los ha despojado y los ha vuelto carne de cañón. La estigmatización por ejemplo ha sido un común denominador en más de 178 líderes sociales asesinados desde la firma de la paz hasta agosto pasado, precisamente por querer sembrar legalidad donde los grupos armados quieren continuar con la guerra.

A propósito de las Fuerzas Militares, otra que se expresó fue la congresista del uribismo María Fernanda Cabal. En sesión del Congreso dijo: “La fuerza pública no tiene capacidad de cooptar esos territorios, como no la tuvo cuando asesinaron a esos periodistas (los del periódico El Comercio, de Ecuador) y duramos tres meses esperando a que entregaran esos cuerpos, que ocurrió solo hasta que a Guacho (disidente de las ex FARC) se le dio la gana, eso es una vergüenza […]”

Ofende la señora Cabal el honor militar; desde el radicalismo no genera un proceso de comprensión sobre las razones por las cuales están fuera de control zonas como el Catatumbo y Tumaco, que permita establecer correctivos, y solo muestra que quiere que la cúpula que apoyó la paz durante el Gobierno anterior sea cambiada.

Otra frase salió de la boca de un coronel. De Jorge Humberto Salinas Muñoz, en un interrogatorio ante la Fiscalía: “Respecto a mi general Humberto Guatibonza, con él había una intención clara en temas de consultoría, seguridad y capacitaciones investigativas. Estaba la intención de abrir una oficina en Ecuador para ese tema”. Consultoría y capacitación investigativas es como le llama a las chuzadas, a las interceptaciones ilegales que montó como negocio uno de los más destacados generales del Colombia. Hoy en retiro y, ahora, capturado para vergüenza de la institución, de su familia y del país.

Uno de los mencionados como posible cliente de la red criminal que se investiga, el senador Armando Benedetti, se defendió de la acusación según la cual, habría pagado 1.500 dólares por interceptar al fiscal general de la Nación con otra frase: "Sería muy tonto, muy bruto, muy mercenario, si me atrevo a interceptar al fiscal Néstor Humberto Martínez".

Frases de impacto vinieron no solo de labios de funcionarios. Los abrió también una joven, hermosa y reconocida actriz de culebrones televisivos, quien se convirtió en una víctima más de la violencia machista.

“Yo quiero justicia. A las mujeres que les ha pasado esto les digo que las entiendo. Uno no se espera que la pareja que le debe dar amor, lo golpee. Tenemos que ser solidarias”. Lo dijo Eillen Moreno, actriz violentada por su pareja y también actor, Alejandro García. La declaración de Eileen inspiró la que quizá fue la mejor frase de toda la semana, la del gran ciclista Rigoberto Urán: “No se dejen cascar de ningún güevón”.

En buena hora la solidaridad de Urán, pero no es un tema de dejarse cascar. La vulnerabilidad de las mujeres es cada vez mayor. Y lo es y seguirá siendo cada vez que el sistema judicial no produzca resultados contra el victimario y el castigo social no se traduzca en la suspensión de los contratos y posibilidades laborales a quienes maltraten de cualquier manera psicológica y físicamente a una mujer.

Para terminar la semana, quizá la frase que más impactó se escuchó durante la posesión del nuevo embajador en la OEA, ese organismo que se supone que busca promover los derechos humanos y consolidar la democracia. El presidente, Iván Duque, le dijo al exprocurador Alejandro Ordóñez: “Usted es una persona que tiene carácter y defiende sus ideas”. Sí, efectivamente lo es. Defiende la homofobia con gran carácter. Defiende los dogmas y las tradiciones de familia. Defiende todos los derechos de sus correligionarios. Todo con gran carácter.

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