“Vamos a exterminar a todas las maricas”: los líderes LGBTI del Catatumbo denuncian desprotección luego de ser desplazados
Al menos 30 personas con identidades diversas han sido desplazadas, amenazadas y violentadas por el ELN y las disidencias de las FARC, que mantienen el control del territorio
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Alejandra Mandón (Convención, Norte de Santander, 25 años) abre con cautela la puerta de la casa donde se hospeda. Mira de reojo antes de atender el llamado y afina el oído para intentar identificar a quien llega. Se cuida de que se cumplan las amenazas que recibió hace un mes en su pueblo, antes de salir desplazada. “No queremos más maricas en el Catatumbo”, dijeron a esta mujer de cabellera abundante dos hombres identificados como integrantes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en la puerta de su casa. Era 17 de enero y faltaban apenas horas para que iniciara una sangrienta ofensiva de dicha guerrilla en esa región colombiana, fronteriza con Venezuela. Mientras el país comenzó a contar desplazamientos, asesinatos selectivos y combates, a más viviendas llegaban hombres armados dando plazos para abandonar los territorios. La causa: ser trans o tener una orientación sexual diversa.
Luego de un mes de crisis humanitaria, la Defensoría del Pueblo contabiliza al menos 54.000 personas desplazadas a la fuerza por cuenta del ELN y de su principal rival en el Catatumbo, el llamado frente 33 de las disidencias de las extintas FARC. Los dos grupos han negociado con el Gobierno de Gustavo Petro, y en esas mesas aceptaron la representación de población LGBTIQ+. Pero sus líderes en la zona dicen que ya no hay bandera de paz que valga. “Me dijeron que tenía 24 horas para irme del municipio por haber estado en las mesas con el ELN acá en Catatumbo”, cuenta Alejandra, con un desparpajo que contrasta con la habitación sin ventanas donde se resguarda.
A su lado, asiente con la cabeza Theylor Villegas (Tibú, Norte de Santander, 24 años), el fundador de la Corporación Pride y líder de Diaconpaz. Él también llegó a estar sentado en las mesas de negociación, intentando que sus agendas incluyeran la reparación a la población diversa. Villegas, siempre elocuente, dice que recibió una amenaza similar. “A los sapos, como usted, los estamos matando”. Fue en una llamada que le hizo un comandante del ELN del cercano departamento de Arauca. Le reprochó el haber participado de un diálogo con el Gobierno y el frente 33. Apenas 24 horas, quien lo señaló fue ese otro grupo: “Los otros me llamaron y me dijeron: ‘Vamos a exterminar a todas las maricas”.
El relacionamiento entre la población diversa y los grupos armados no es igual en todo el Catatumbo. En municipios como Teorama o San Calixto, los comandantes locales ven a las personas trans y homosexuales como delincuentes. En otros, como Tibú o Convención, permitían que se gestaran liderazgos sociales en beneficio de la población diversa, bajo algunas reglas: no ser “exhibicionistas”, no involucrar a menores de edad en sus proyectos y mantener un “buen comportamiento” en las zonas públicas. Sin embargo, un incremento de la violencia contra sus identidades comenzó a sentirse a mediados de 2024, cuando los diálogos de paz con los dos grupos armados comenzaron a mostrar sus profundas fracturas.
Según Alejandra, el quiebre se hizo evidente cuando comenzaron a prohibir su tránsito por establecimientos comerciales en Convención. Ella cuenta que se debió a un impase de algún guerrillero con una mujer trans. “El comandante me dijo que no podíamos entrar a ningún negocio por seis meses, y que ningún local podía vendernos nada porque sino lo sancionaban con una multa y le cerraban el negocio por tres meses. Estuvimos prácticamente secuestradas, sin poder salir de nuestras casas”.
Desde entonces, dice, alertaron al Gobierno y le pidieron garantías de seguridad en caso de que no se concretara la paz. “Les dejamos por escrito que nos dijeran qué iba a pasar con nosotros, la población civil que estaba en las mesas, si eso salía mal”, reclama. Asegura que nunca tuvieron respuesta. Theylor la interrumpe para agregar que, por participar en las mesas, han sido señaladas de ser afines a los grupos. Se le quiebra la voz cuando cuenta que, apenas horas después de las dos amenazas, a las afueras de su casa se instalaron dos hombres armados. Custodiaron la vivienda durante toda la noche. Lo esperaban. Lo que le salvó la vida era que había salido del municipio varios días antes, pero no ha podido regresar. “Declare a su organización de maricas y a usted, objetivo militar”, fue lo último que escuchó, a modo de orden, en las llamadas.
La guerra no le ha sido ajena a Theylor, quien ya suma al menos cinco intimidaciones relacionadas con su liderazgo LGBTIQ+. Han llegado de todos lados: de la policía, el ELN, los disidentes, el ejército. “Si no fuéramos maricas lideresas, nada de esto estaría pasando”, repite con la resignación de quien ha tenido que acostumbrarse a perderlo todo de repente. Y cuenta que varios líderes que han sido desplazados en el último mes siguen en riesgo por haberse negado a colaborar o contribuir con uno de los dos grupos armados, que buscan aumentar su fuerza bajo las amenazas. “Uno de los comandantes me dijo que las mesas de paz nunca funcionaron por líderes revoltosos como yo”, señala.
La oenegé Caribe Afirmativo ha documentado los riesgos de las personas diversas en el Catatumbo. Las advertencias venían apareciendo desde meses atrás, según la organización. “Aparecieron panfletos en Campo Dos y San Pablo que las declaraban como una amenaza para la sociedad; llamadas telefónicas en Tibú recibidas por mujeres trans y hombres gais durante el segundo semestre del año, prohibiéndoles asistir a espacios comunitarios bajo amenazas de muerte o desplazamiento”, se lee en un informe, fechado el 26 de enero. “Todo esto generó, en el año inmediatamente anterior, un fenómeno de confinamiento para las personas sexo-género diversas que ejercen liderazgo en la región”.
Luego vino la huida de todos, también de Alejandra y Theylor. Los dos permanecen fuera del Catatumbo. Los dos han presentado solicitudes y denuncias en distintas entidades -la Procuraduría, la Defensoría, la Unidad Nacional de Protección-. Los dos han pasado por al menos dos ciudades en su desplazamiento. Y, sin embargo, hasta ahora, nadie les ha ofrecido medidas de seguridad para que ejerzan su liderazgo, más que su propia prudencia. Alejandra reflexiona sobre la guerra, que señala de machista, y afirma que todos los grupos armados, sin distinción, siempre han sido homófobos. “Somos los únicos en Colombia que hablamos de población LGBTIQ+ campesina. Está la idea de que en la ruralidad no hay maricas, pero hay. Y ahora ¿quién nos va a representar en los territorios de los que fuimos desplazadas?”.
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