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China y EE UU retoman el diálogo comercial con las espadas en alto

Las negociaciones coinciden con la entrada en vigor de una nueva ronda de aranceles entre ambos

Una mujer pasa junto a un póster que caricaturiza a Trump, en Guangzhou.
Una mujer pasa junto a un póster que caricaturiza a Trump, en Guangzhou.ALEKSANDAR PLAVEVSKI (EFE)

Estados Unidos y China se tantean. Los responsables de comercio de los dos gigantes económicos mantendrán entre miércoles y jueves reuniones a nivel de viceministros para tratar de dar con una vía que les permita resolver los litigios pendientes. Pero aunque el encuentro se ve con optimismo en Wall Street tras la escalada de los últimos meses, la brecha que deben superar las dos partes es todavía muy grande y llevará tiempo para que pueda cuajar algún tipo de compromiso. Las nuevas conversaciones tienen lugar por invitación de EE UU. La delegación china la encabeza Wang Shouwen, visto como uno de los halcones del Ministerio de Comercio. Del lado estadounidense está al frente el subsecretario del Tesoro para asuntos internacionales, David Malpass, que integra el grupo en el seno de la Administración de Donald Trump que tiene una actitud más abierta a la negociación.

El propio Trump indicaba a la agencia Reuters que no esperaba gran cosa de este encuentro. De hecho, la cita está pensada más bien para tratar de crear una base sobre la que empezar a avanzar. Los funcionarios tienen un nivel inferior al de pasados encuentros, en los que participaron los secretarios de Comercio, Wilbur Ross, y del Tesoro, Steven Mnuchin con Liu He, principal asesor en materia económica del presidente Xi Jinping.

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Las conversaciones tienen lugar en el mismo momento en el que se activa la segunda batería de aranceles a una lista de 279 bienes que se importan desde China, esta por valor de 16.000 millones de dólares. Trump prometió en junio un gravamen del 25% sobre unos intercambios de 50.000 millones. La primera ronda, que entró en vigor el 6 de julio, se limitó a 34.000 millones en importaciones. El resto se aplazó hasta la conclusión de un periodo de consulta con los sectores afectados.

Pekín responderá de inmediato a esta segunda gran ronda de aranceles de forma idéntica, es decir, con la entrada en vigor de un impuesto del 25% a mercancías estadounidenses por valor de 16.000 millones. Las tasas afectan a más de 300 productos, entre ellos automóviles, bicicletas, equipos médicos o ciertos tipos de papel. De la lista inicial ha caído el crudo, una de las mayores partidas que junto a los aviones comerciales o los semiconductores siguen libres de gravámenes. Sin embargo, otras grandes categorías como la soja o los componentes de automóviles sí están sujetos a las tasas, que alcanzan ya aproximadamente una tercera parte del importe total que China compra a Estados Unidos.

El próximo órdago, que podría concretarse a finales de septiembre, escala de forma muy significativamente el conflicto: Trump ha encargado imponer aranceles del 25% a productos chinos por valor de 200.000 millones de dólares adicionales y Pekín ha prometido contraatacar con otros por valor de 60.000 millones. De formalizarse, mercancías por valor de 366.000 millones de dólares quedarían afectadas por las tasas, el equivalente a entre el 56% y el 62% de todo el comercio bilateral registrado en 2017 (el porcentaje varía debido a las cifras divergentes publicadas por ambas aduanas).

Washington trata de mostrarse así consistente frente a Pekín, para que no se tome sus amenazas a la ligera. Hasta ahora, la acción proteccionista se concentró principalmente en materiales que se utilizan en el proceso manufacturero. Pero si se amplía, sus efectos se sentirán también en los productos de consumo. Craig Allen, presidente del Consejo Empresarial China-Estados Unidos, considera que las tarifas pueden acarrear “efectos secundarios impredecibles”, pero ve en la administración estadounidense “una urgencia que no existía antes” en sus demandas para que China termine con sus prácticas desleales, entre ellas la falta de reciprocidad de acceso a los respectivos mercados o la insuficiente protección de la propiedad intelectual y transferencias tecnológicas forzadas.

En China, donde las autoridades han seleccionado cuidadosamente los productos a tasar para evitar que afecten excesivamente a sus cadenas de suministros, la idea es mantenerse firme ante los envites de Trump. Pekín se prepara para apoyar a aquellas empresas que noten en mayor medida el impacto de las tarifas y, aunque se muestra dispuesto a un acuerdo que rebaje el conflicto, crecen las voces que apuestan por no ceder ante Estados Unidos. Primero, por la falta de confianza que desprende el presidente estadounidense a la hora de respetar acuerdos; segundo, por la creciente convicción en Pekín de que el conflicto va más allá del terreno comercial y pretende, en última instancia, contener el desarrollo económico y tecnológico del país.

En Estados Unidos, las empresas multinacionales y los pequeños negocios que dependen de los productos importados chinos empiezan a acusar cierta fatiga con este enfrentamiento. Les preocupa que el incremento de la tensión afecte a sus cuentas, por eso los grupos que les representan piden a la Administración de Donald Trump que resuelva la disputa cuanto antes porque sus efectos se pueden sentir a largo plazo.

La asociación que representa a la industria de semiconductores señala, por ejemplo, que la última lista incluye productos de consumo sometidos a aranceles como los televisores. La Cámara de Comercio de Estados Unidos calcula que la política proteccionista de Donald Trump puede afectara a 2,6 millones de empleos. Pero más allá de este primer contacto, no parece que ninguna de las partes vaya a hacer concesiones.

Como indican los expertos, la gran diferencia es de tipo estructural. Pekín ya ofreció adquirir más productos estadounidenses para empezar a resolver la disputa, pero esa oferta fue rechazada porque Washington busca un cambio fundamental de conducta económica. El presidente Donald Trump volvió a acusar este lunes, además, a China de estar devaluando artificialmente su divisa.

“Estamos en un punto de inflexión. Los negociadores chinos saben muy bien qué se les pide y son conscientes de los problemas existentes. El problema es la diferente interpretación en ambos lados de cómo de rápido deben ocurrir estos cambios: mientras EE UU piensa en ‘expeditivamente’, China apuesta por un ‘gradualmente’. La cuestión es que esto ya no es suficiente tras muchos años de frustración en Washington”, explica Allen.

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