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China cierra el grifo del crédito a Venezuela

El país no recibió fondos por parte de los bancos institucionales chinos el año pasado, que observan con preocupación el deterioro de su crisis económica y política

El presidente chino, Xi Jinping, saluda a su homólogo venezolano, Nicolás Maduro.
El presidente chino, Xi Jinping, saluda a su homólogo venezolano, Nicolás Maduro.LEO RAMÍREZ (AFP)

China ha cesado abruptamente la concesión de préstamos a Venezuela coincidiendo con el deterioro de la crisis económica y política del país latinoamericano. Por primera vez en prácticamente una década, los bancos institucionales chinos no prestaron nuevo crédito a Caracas el año pasado ni en lo que va de 2018, un indicador que, según las fuentes consultadas, responde a la creciente preocupación del gigante asiático sobre la sostenibilidad de sus inversiones y la capacidad del Gobierno de Nicolás Maduro de devolver lo prestado.

Pekín, a través del China Development Bank (CDB) y el Eximbank, ha concedido a Venezuela préstamos valorados en 62.200 millones de dólares entre 2005 y 2016, según datos del informe anual del centro de estudios Diálogo Interamericano, convirtiéndose en el principal acreedor de un país que ha visto cerrado su acceso a los mercados financieros internacionales. Caracas, que prometió devolver los préstamos en cargamentos de petróleo, se ha encontrado con serias dificultades para hacer frente a sus obligaciones en los últimos años ante la caída del precio del crudo y la cada vez menor producción de su petrolera estatal, Petróleos de Venezuela (PDVSA).

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El Ministerio de Asuntos Exteriores de China, en un comunicado, afirma que la cooperación financiera entre ambos países “es completamente legal” y “funciona sin problemas”. Sin embargo, un alto cargo del CDB que prefirió mantener el anonimato ante lo delicado del asunto aseguró a este periódico que “seguimos con preocupación todo lo que ocurre en Venezuela y actuamos acorde con la situación”.

La entidad en la que trabaja ha reducido rápidamente su exposición al país: 5.000 millones de dólares prestados en 2015, 2.200 millones en 2016 y cero en 2017. Tampoco han trascendido nuevas operaciones en lo que va de año, pero los expertos dudan que las haya. “Difícilmente se enviará más dinero hacia Venezuela a no ser que cambien mucho las cosas”, explica un gestor familiarizado con la operativa del Fondo de Cooperación entre China y América Latina.

Las dificultades de Venezuela para repagar los préstamos a China se entreven en la caída del valor de los suministros de petróleo por parte de PDVSA al país asiático: si en 2014 se habían despachado a Pekín barriles de crudo por valor de 14.371 millones de dólares, en 2016 la cifra cayó hasta los 5.803 millones de dólares, según datos de la propia empresa.

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China, a pesar de que la crisis en Venezuela empezó mucho antes de 2017, no ha dejado de dar nuevos créditos a Venezuela hasta ese año. Margaret Myers, coautora del informe de Diálogo Interamericano, explica al respecto que las autoridades chinas “tenían ciertas esperanzas de que, sea a través de consultas con el Gobierno venezolano o bien mediante la financiación de producción petrolera, podrían ayudar a resolver la situación en el país o al menos mantener el statu quo. Sin embargo, no ha sido el caso. Desde 2016 y especialmente 2017, se han dado cuenta de que la mejor opción es simplemente esperar y ver cómo se resuelve la situación”.

Caracas tiene pendiente devolver a China préstamos por valor de 19.300 millones de dólares. Pekín se ha mostrado flexible con el Gobierno de Maduro y le concedió en 2016 un periodo de gracia de dos años en el que le eximió momentáneamente del pago del principal de la deuda y solamente reclamó los intereses, un plazo que ya ha caducado. Lo más probable, según Reuters, es que este acuerdo se extienda, lo que daría algo de oxígeno a las autoridades venezolanas. Ni el CDB, el Eximbank o el Ministerio de Asuntos Exteriores quisieron dar su versión sobre la renegociación o prolongación de este pacto, que debería formalizarse de forma inmediata.

“No tienen otra opción”, asegura Michael Pettis, profesor finanzas de la Universidad de Pekín y socio de la Fundación Carnegie, en referencia al rol de Pekín. “Solo se pueden hacer dos cosas si tu prestatario no puede pagarte: reestructurar el préstamo o anunciar su incumplimiento, y esta segunda opción es muy difícil que ocurra entre dos países”. Para el experto, la única vía de salida vista la situación actual es la condonación de parte de la deuda, algo que por el momento China no quiere ni plantearse porque supondría el reconocimiento tácito de que parte de su estrategia como inversor en el extranjero ha resultado un fracaso. “(Pekín) va a probar todas las alternativas posibles hasta que finalmente reconozca que debe aceptar este perdón”, dice Pettis.

Este paso al lado de China, sin embargo, no significa que renuncie a todo lo vertido en Venezuela en la última década. Para Myers, aunque las autoridades chinas son conscientes del deterioro de la situación, harán todo lo posible para mantener la estructura de estos préstamos y continuar con los contratos pactados. “El objetivo es mantener intacta su influencia sobre el sector petrolero del país con quienquiera que esté en el poder en los próximos años”, sostiene.

Brasil y Argentina, principales destinos de la financiación china

China redujo sustancialmente sus créditos a Latinoamérica en 2017 con respecto a años anteriores principalmente por la falta de nuevas transacciones con Venezuela. El gigante asiático pasó de prestar 21.200 millones de dólares en 2016 a solamente 9.000 millones el año pasado, según los cálculos de Diálogo Interamericano. De este monto, Brasil y Argentina recibieron un 91% del total.

En Brasil, al igual que en 2016, Petrobras recibió la inmensa mayoría de los fondos destinados al país (unos 5.000 millones) a pesar de seguir inmersa en varios casos de corrupción. La petrolera estatal ha logrado al menos seis préstamos por parte de los bancos institucionales chinos en los últimos tres años, que devuelve con cargamentos de petróleo. Brasil, con un total de 42.100 millones de dólares, se consolida como el segundo destino de los créditos chinos en la última década, solamente por detrás de Venezuela.

Argentina obtuvo créditos valorados en 2.900 millones de dólares en 2017. La inmensa mayoría de estos servirán para financiar la modernización del ferrocarril de San Martín (2.400 millones) y la construcción del parque fotovoltaico de Jujuy (331 millones). Los fondos se concedieron después de que el Ejecutivo de Mauricio Macri diera el visto bueno a la construcción –también con financiación china- de las dos centrales hidroeléctricas en la provincia de Santa Cruz, un megaproyecto que fue pactado por su predecesora, Cristina Fernández de Kirchner, y que la nueva administración puso en revisión justo al llegar al poder. La sombra de su cancelación puso en jaque el resto de proyectos pactados (había una cláusula por la cual caían todos si no se construían las represas) y complicó las relaciones bilaterales. De hecho, Argentina no recibió ni un solo euro de los bancos institucionales chinos en 2016, el primero de la era Macri.

Para el embajador de Argentina en Pekín, Diego Guelar, China es “un socio impecable en términos de respeto y enormemente abierto, dispuesto a renegociar proyectos que ya estaban cerrados”. El diplomático considera que el gigante asiático “está llevando a cabo un proceso de aprendizaje” en su relativamente reciente salida al exterior como inversor y que su papel en la región se va a consolidar durante la próxima década. “China es actualmente la potencia extrazona más importante en toda Sudamérica. Estados Unidos y Europa dejaron de serlo, esto es un hecho consumado”, afirma.

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