_
_
_
_

Italia aprueba el testamento biológico, una fórmula para dejar de recibir tratamiento en caso terminal

La ley, a la que no se ha opuesto el Vaticano, permitirá a los pacientes dejar escrito si quieren ser mantenidos artificialmente con vida en casos de extrema gravedad

Daniel Verdú
Fabiano Antoniani, conocido como Dj Fabo, antes de tener que marcharse a Suiza en busca de un suicidio asistido.
Fabiano Antoniani, conocido como Dj Fabo, antes de tener que marcharse a Suiza en busca de un suicidio asistido. ASSOCIAZIONE LUCA COSCIONI

El Senado italiano ha aprobado este jueves una ley que permitirá a sus ciudadanos realizar un testamento biológico. Según la nueva norma -conocida en España como Testamento vital-, los pacientes podrán elegir anticipadamente si quieren ser mantenidos con vida sobre la base de un tratamiento como la alimentación y la hidratación artificiales. Se trata de una ley importante en un país que recibe todavía una profunda influencia de la Iglesia católica, que hasta ahora se había opuesto frontalmente a este tipo de medidas. La norma, sin embargo, no prevé como solicitaban muchas asociaciones, la petición de la sedación profunda terminal, que lleva a la muerte del paciente, ni el llamado suicido asistido, es decir, la eutanasia activa. Se trata de abrir la posibilidad a no recibir tratamientos para mantener con vida a un paciente en estado vegetativo.

Los enfermos podrán elegir cómo afrontar la muerte aceptando o negando determinados tipos de curas. El procedimiento se llevará a cabo a través de los DAT (Disposición Anticipada de Tratamiento), documentos que permitirán a una persona previamente designada —en caso de que el paciente no pueda hacerlo— tomar la decisión de suprimir la alimentación o hidratación artificiales. El primer artículo de la norma deja bien claro que “ningún tratamiento sanitario puede ser iniciado o continuado sin el consentimiento libre e informado de la persona interesada”. Algo que ahora quedará por escrito en el testamento biológico. "Fundamentalmente es un refuerzo de la relación médico-paciente. No hay un criterio externo para decidir cuándo parar de curar. Se tienen que poner de acuerdo", señala el profesor de Filosofía política de la Universidad LUISS y miembro del primer Comité de Bioética de Italia, Sebastiano Maffettone.

Una ley que nada tiene que ver con la eutanasia o el suicidio asistido y que ha sido aprobada principalmente con el apoyo del PD y Movimiento 5 Estrellas con un alto consenso en el Parlamento y el Senado italianos -180 votos a favor, 71 en contra y 6 abstenciones- Será la última norma relevante que se apruebe antes del final de legislatura. El propio primer ministro, Paolo Gentiloni, la ha celebrado en Twitter como la "elección de civismo" un "paso adelante por la dignidad de la persona".

Pero el dolor y el sufrimiento ante la vida son conceptos extremadamente variables cuando interviene la doctrina católica. El caso de Eluana Englaro, la mujer de 37 años que permaneció durante 17 años en estado vegetativo y que encontró la oposición de la Iglesia y de parte de la política italiana a ser desconectada, puso al descubierto en 2008 la división que existía en el país sobre este tema. El Vaticano presionó entonces para mantener con vida a Englaro. Sin embargo, esta vez el Parlamento italiano ha percibido un cierto apoyo a la ley desde la Santa Sede.

El papa Francisco, de hecho, subrayó su postura hace solo dos semanas, en lo que muchos interpretaron como la luz verde a la norma. “Es moralmente lícito renunciar a los medios terapéuticos o suspenderlos cuando su misión no concuerda con un criterio ético y humanístico de la proporcionalidad de la cura”, lanzó el Pontífice. Pero también lo distinguió claramente de la eutanasia o el suicidio asistido, sobre el que la Iglesia está completamente en contra. “Vemos bien, de hecho, que suspender el uso de medios desproporcionados equivale a evitar el sufrimiento. Una acción que tiene un significado ético completamente distinto de la eutanasia”.

La comunidad católica en Italia sigue, sin embargo, algo dividida, aunque nada dispuesta a presentar batalla como en otros tiempos. El periódico de los obispos italianos, Avvenire, se ha mostrado en contra de la ley porque “convierte en un conflicto la relación médico-paciente rompiendo la alianza terapéutica”. Para el constitucionalista y exsenador del Partido Democrático (PD), Stefano Ceccanti, "es una ley sobre la autodeterminación del paciente que le consiente establecer a qué curas renunciar". "El punto problemático para la derecha y el mundo católico es la interrupción de la alimentación y la hidratación. Ellos la describen como el pan y el agua, pero en realidad son preparados químicos", señala.

En la Forza Italia de Berlusconi, que se opuso en su momento a este tipo de leyes, se ha concedido libertad de voto. En la xenófoba Liga Norte, en cambio, se votó en contra no porque se ha considerado el texto "una chapuza y un preludio a la eutanasia", según el portavoz en el Senado, Gian Marco Centinai.

La ley empezó a tramitarse pocas semanas después de la muerte de DJ Fabo, un joven de 37 años ciego y tetrapléjico tras haber sufrido un accidente automovilístico. Después de varias peticiones al Gobierno, incluso al presidente de la República, decidió acudir a una clínica suiza para tener acceso a un suicidio asistido. El caso devolvió a la memoria de los italianos el calvario sufrido por Beppino Englaro. Entonces un tribunal autorizó que se dejase de alimentar a su hija Eluana, que llevaba 17 años en coma; el Gobierno de Silvio Berlusconi aprobó una ley en pocas horas para detenerlo, pero el entonces presidente de la República, Giorgio Napolitano, rehusó firmarlo y la mujer murió en 2009.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_