Francisco: “Es lícito suspender las curas si no son proporcionales”
El Pontífice ha asegurado en un Congreso sobre el fin de la vida que evitar el "ensañamiento terapéutico" no equivale a la eutanasia


El papa Francisco ha vuelto a abrir una puerta o, al menos, a subrayar la importancia de un debate sobre uno de los grandes tabúes de la Iglesia. Esta vez, el Pontífice ha afrontado el tema de los cuidados paliativos y la eutanasia a través de una carta leída en el congreso celebrado en la Pontificia Academia para la Vida, donde se afrontaba la cuestión. Francisco ha vuelto a ser claro: la Iglesia está contra la eutanasia, pero no contra la conveniencia de no alargar innecesariamente el sufrimiento de los enfermos con tratamientos exagerados. “Es moralmente lícito renunciar a los medios terapéuticos o suspenderlos cuando su misión no concuerda con un criterio ético y humanístico de la proporcionalidad de la cura”, ha lanzado.
Tal y como ha hecho con otros asuntos sobre los que, durante tanto tiempo, ha sido complicado abrir el debate en el seno de la Iglesia, Francisco volvió este jueves a un tema delicado. Ya lo hizo antes con la cuestión de la homosexualidad –“Quién soy yo para juzgar a los gais”, dijo volviendo de Río de Janeiro- o de los divorciados, a quienes abrió las puertas de la comunión en su controvertida exhortación aposólica Amoris Laetitia. El jueves, como ya ha hecho en otras ocasiones, tocó la tercera pata de lo que podrían considerarse los grandes avances sociales de los últimos años.
Francisco, en un discurso en el que también denunció las desigualdades médicas que sufren los pacientes en función de su estrato social, quiso dejar muy claro que la Iglesia está en contra de la eutanasia. “Es una elección que asume responsablemente el límite de la condición humana mortal. […]. Esta diferencia de prospectiva restituye humanidad al acompañamiento del morir, sin añadir justificaciones a la supresión del vivir. Vemos bien, de hecho, que suspender el uso de medios desproporcionados equivale a evitar el sufrimiento. Una acción que tiene un significado ético completamente distinto de la eutanasia, que permanece siempre ilícita, porque interrumpe la vida, procurando la muerte”.
Pero el problema en estos casos, justamente, reside en determinar cuándo es proporcional el uso terapéutico y cuando no. Una decisión no reglada que suele tomarse en unas circunstancias subjetivas y, ciertamente, de urgencia. Tampoco ahí el Papa tampoco ha rehusado dar su opinión. “En este camino, el enfermo tiene el papel principal. Lo dice claramente el Catequismo de la Iglesia Católica: ‘Las decisiones deben ser tomadas por el paciente, si tiene la competencia y la capacidad’. Pero, sobre todo, a través de un diálogo con los médicos”.
La cuestión tiene nombre y el Papa tampoco lo esquivó: cuidados paliativos. “Si sabemos que las enfermedades no siempre pueden curarse, pero hay que ocuparse siempre de la persona viva: sin abreviar su vida, pero sin resistirse inútilmente contra su muerte. En esa línea se mueve la medicina paliativa. Tiene una gran importancia también en el plano cultural, comprometiéndose a luchar contra todo lo que hace que morir sea más angustioso y sufrido, o sea, el dolor y la soledad”.
El asunto del fin de la vida, en sus distintas vertientes, se debate desde hace tiempo en la Iglesia. De hecho, en algunos lugares como en Bélgica —donde la eutanasia es legal— se ha ido un paso más allá y se han abierto algunas heridas entre el Vaticano y determinadas congregaciones. La Hermandad de la Caridad, por ejemplo, que gestiona 15 hospitales psiquiátricos y atiende a más de 5.000 pacientes, anunció a mediados de septiembre que seguiría ofreciendo la eutanasia a enfermos mentales aunque no estén en fase terminal pese al ultimátum que llegó desde Roma para evitarlo. Ellos no ven contradicción alguna. "Creemos firmemente que somos coherentes con la doctrina de la Iglesia Católica. Tenemos en cuenta el cambio y la evolución de la sociedad", defendieron entonces sus responsables. La puerta del debate, al menos, sigue abierta.
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