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Las muchas vidas de un refugiado

El colombiano Luis Hernando Redondo relata cómo consiguió protección en Venezuela y a los pocos años fue reasentado en España

Laura Delle Femmine
Luis Hernando Redondo in Madrid.
Luis Hernando Redondo in Madrid.INMA FLORES

Cali, 1999. Un hombre se desploma tras recibir tres tiros a bocajarro. Su asesinato a mano de la guerrilla quedará impune y pasará a engrosar la larga lista de víctimas del conflicto armado colombiano. Luis Hernando Redondo, su hijo, cuenta 20 años después en Madrid cómo ese episodio marcó su existencia. No solo por el dolor de perder a su padre y la impotencia ver que no se ha hecho justicia. “A partir de entonces, todo cambió”, confiesa. Refugiado primero en Venezuela y después reasentado en España, por el caminó se separó de su esposa, se alejó de sus hijos, recibió amenazas de muerte y estuvo en la cárcel. “Colombia, Venezuela, España, otra vez Venezuela...”, resume sin acabar la frase y ahogando una carcajada. Ahora puede respirar tranquilo, pero tuvo que vivir varias vidas para lograrlo.

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Tanto Redondo como su padre fueron víctimas de la extorsión. Ambos empresarios, en Colombia eran dueños de una cadena de librerías y unas tiendas de alimentación, respectivamente. “A mi padre le mataron por negarse a pagar la vacuna [la extorsión de la guerrilla]. Después de eso recogimos todo y cerramos”. Tras un breve paso por Bogotá, no hubo tiempo para la amargura: su mujer enfiló rumbo a EE UU mientras él y sus dos hijos cruzaron la frontera con Venezuela y se instalaron en Caracas. La odisea acababa de empezar.

Redondo empieza a enumerar las vicisitudes que convirtieron su vida en un torbellino. Lo hace en la sede de FOARE, la asociación que montó hace dos años en España para dar asesoramiento a inmigrantes y solicitantes de asilo latinoamericanos. “Siempre fue mi sueño tener una asociación”, comenta. Su teléfono no para de sonar mientras intenta recordar con exactitud todas las fechas y los detalles de su periplo. De lo que sí se acuerda claramente es del día en que consiguió el estatuto de refugiado y empezó a construir una nueva vida del lado venezolano de la frontera.

“Comencé a trabajar para la alcaldía de Caracas —entonces en manos del Movimiento V República, el antiguo partido de Hugo Chávez— y a título personal ayudaba a los solicitantes de asilo que llegaban al país”, cuenta este hombre de ahora 46 años. En 2004 consiguió la nacionalidad venezolana gracias a un masivo plan de regularización dirigido a ciudadanos colombianos, el grupo de extranjeros más numeroso del país. “Siempre fui muy crítico con el manejo de la burocracia y me gané mucho la confianza de mi jefa”, asegura. Estas fueron, según cuenta, las razones por las cuales volvieron a amenazarle ya una vez que había dejado de trabajar para la alcaldía. Pero esta vez no fue por dinero.

“Me llamaban y me decían que tenía que desaparecerme o que me capturaban y me mataban (…) yo sabía quiénes eran, era gente muy allegada al Gobierno”, asegura. En 2005 unos agentes se presentaron en su casa y se lo llevaron al calabozo junto con sus hijos. Entonces entendió que su vida en Venezuela estaba acabada. “Me decían que estaba trayendo a paramilitares [colombianos] a Venezuela para matar al presidente”, cuenta. “Me fui a ACNUR [la Agencia de la ONU para los Refugiados] y en eso recibí una llamada… averiguaron que me estaban amenazando y me sacaron del país”. Dos meses después estaba reasentado en España, mientras sus hijos se reunían con su madre y se instalaban en Canadá.

The New Arrivals

Cuatro millones de inmigrantes han llegado a España en dos décadas en avión, en patera o saltando la valla. Más de un millón de personas pidieron asilo en Europa en 2016. EL PAÍS cuenta, en un proyecto de 500 días con los diarios The Guardian, Der Spiegel y Le Monde, cómo se adaptan estos nuevos europeos y cómo Europa se adapta a ellos. Una mirada a un fenómeno que está transformando España y el continente

Aunque la palabra reasentamiento haya entrado en el vocabulario común en Europa hace relativamente muy poco, con el estallido de la crisis de los refugiados de 2015, se trata de una figura legal que lleva décadas funcionando y que España consagró en su última normativa de asilo adoptada en 2009. Voluntaria para los países de acogida, representa una de las pocas vías seguras para conseguir protección internacional. Consiste en el trasladado de un refugiado de un país de acogida a otro cuando su vida corra peligro o cuando el país que le aloja ya no sea capaz de garantizarle los derechos básicos o una protección efectiva. En 2016, 189.300 personas en el mundo fueron reasentadas, según datos gubernamentales recogidos por ACNUR.

“Cuando llegué a Madrid hice lo que pude; trabajé de vigilante en una cárcel de menores, de conserje, en seguridad”, enumera Redondo. Ya nacionalizado español, en 2011 viajó a Caracas para visitar a la mujer con la cual había empezado una relación tras separarse de su esposa. La decisión no fue acertada: fue detenido en el mismo aeropuerto de Maiquetía, acusado de cambiar dinero en el mercado negro —una práctica difundida desde que la inflación galopante ha puesto de rodillas a la economía del país—. “Estuve 20 días en la cárcel y me metieron dos puñaladas en el brazo”, cuenta. Nunca se llegó a celebrar un juicio. Redondo salió en libertad condicional y vivió “secuestrado” en el país durante cuatro años. “Logré regresar a Madrid en 2015 con un salvoconducto que me dio el Consulado”, continúa.

Redondo no da mucho detalle sobre su fuga y asegura que muy pocos conocen esa parte de su vida. Intenta borrar los malos recuerdos involucrándose a tiempo completo en FOARE. En los últimos meses no da abasto. “Están llegando demasiados colombianos por la violencia de los grupos al margen de la ley, y muchos venezolanos por la situación crítica que vive el país”, resume.

Las estadísticas lo confirman: a la migración económica se ha sumado la avalancha de solicitudes de asilo procedentes de Latinoamérica. Con 7.600 peticiones hasta octubre, los venezolanos son el grupo que más refugio busca en España, y han contribuido a que el país haya marcado un nuevo récord al recibir más de 20.000 peticiones de protección internacional este año (23.200 hasta octubre, según Eurostat).

Hace un mes, Redondo volvió a ver a sus hijos por primera vez en 12 años. “Les conté todo lo que pasó, por qué no estuve con ellos, por qué no se me dio la oportunidad…”. Su nueva vida ha empezado, pero las cicatrices siguen abiertas. “Es un dolor que uno vea a sus hijos después de tantos años, y ya grandes… es duro, pero lo entendieron”.

El proyecto The New Arrivals está financiado por el European Journalism Centre con el apoyo de la Fundación Bill & Melinda Gates.

Sobre la firma

Laura Delle Femmine
Es redactora en la sección de Economía de EL PAÍS y está especializada en Hacienda. Es licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Trieste (Italia), Máster de Periodismo de EL PAÍS y Especialista en Información Económica por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

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