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El juicio en Manhattan que envenena las relaciones entre EE UU y Turquía

El 'caso Zarrab' juzga a ocho imputados cercanos a Erdogan acusados de violar el embargo internacional a Irán por el programa nuclear

Andrés Mourenza

Un juicio cuya primera vista se inicia este martes en un tribunal de Manhattan envenena las relaciones entre Estados Unidos y Turquía tanto o más que sus desavenencias sobre política internacional. Es el conocido como caso Zarrab, pese a que la persona que le da nombre no aparece siquiera en la lista de acusados, cercanos al presidente turco Recep Tayyip Erdogan.

Foto de archivo de diciembre de 2013 que muestra al empresario iraní Reza Zarrab llegando a una comisaría de policía tras ser acusado de corromper a varios ministros.
Foto de archivo de diciembre de 2013 que muestra al empresario iraní Reza Zarrab llegando a una comisaría de policía tras ser acusado de corromper a varios ministros. OZAN KOSE (AFP)

Reza Zarrab es un empresario iraní al que algunos han denominado el “Gran Gatsby del Bósforo”. Como el personaje de la novela de Scott Fitzgerald, pasó rápidamente de ser un completo desconocido en Turquía a la comidilla de numerosas conversaciones gracias a su matrimonio con la cantante Ebru Gündes en 2010 y a los carísimos regalos que le hacía: un palacete, un camión lleno de rosas...Ella era una artista consolidada, objetivo destacado de los programas del corazón y jurado del programa La Voz. Él había heredado una fortuna de su padre que, entre otras cosas, se dedicaba al contrabando en Irán, Azerbaiyán y Turquía. Ella ponía el nombre. Él, la fortuna.

Pero este dúo estaría incompleto sin una tercera persona: el presidente Recep Tayyip Erdogan. Desde inicios de la presente década, Gündes y Zarrab frecuentaron las galas organizadas por el entonces primer ministro y ahora jefe de Estado. Oficialmente, la pareja asistía porque Erdogan es admirador de la cantante turca, pero mientras ella regalaba los oídos a la audiencia con sus canciones, los hombres hacían negocios.

Todo ello se hizo patente a finales de 2013 cuando, tras varios aviso de los servicios de inteligencia sobre las presuntas actividades ilegales de Zarrab, fue detenido junto a varios empresarios y los hijos de tres ministros de Erdogan. La Fiscalía acusó entonces al iraní de liderar una trama para transferir cientos de toneladas de oro entre Ghana, Turquía, Dubai e Irán, con el objetivo de pagar a los iraníes sus exportaciones de hidrocarburos, burlando así el embargo internacional que entonces pesaba sobre la República Islámica por su programa nuclear. Según el propio Zarrab, quien niega haber cometido ilegalidad alguna, mediante este esquema se envió a Irán oro por valor de 12.000 millones de dólares. A cambio de ello varios ministros habrían recibido sobornos millonarios.

El Gobierno turco maniobró con celeridad y tachó las acusaciones de falsedad, acusando a los jueces y fiscales de actuar a las órdenes del clérigo Fethullah Gülen, exiliado en Estados Unidos y jefe de una vasta organización político-religiosa antaño aliada de Erdogan y ahora enemistada con él. Los togados y policías encargados del caso fueron purgados y la investigación enterrada. Pero, entretanto, el FBI había recogido el testigo del caso y en marzo de 2016 detuvo a Zarrab cuando éste se encontraba en EE UU para “visitar Disneylandia”.

Zarrab, sin embargo, no comparecerá ante el tribunal neoyorquino como acusado de violar el embargo internacional impuesto a Irán. Lo hará solo el subdirector del banco público turco Halkbank, Mehmet Hakan Atilla, detenido el pasado marzo. Hay otros siete imputados, entre ellos el exministro turco de Economía Zafer Çaglayan, pero serán juzgados in absentia dado que se hallan en Turquía. Zarrab ha aceptado cooperar con la Justicia estadounidense a cambio de que se le retiren los cargos (según algunos medios estadounidenses, más que sobre el caso del embargo iraní, se espera de él información sobre los tejemanejes entre el Gobierno de Erdogan y el efímero consejero de Seguridad de Trump, Michael Flynn).

En lugar de distanciarse de los acusados, Erdogan ha optado por hacer de este juicio un asunto nacional y tildarlo de “conspiración contra Turquía”, lo que ha llevado a la oposición a pensar que el presidente turco teme lo que pueda trascender de las confesiones de Zarrab. No en vano, el líder islamista trató de convencer a la administración Obama y, posteriormente, a la actual de que presionasen para que el juicio fuese suspendido. Sin éxito.

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De ahí que el lunes el ministro turco de Justicia, Bekir Bozdag, acusase a EE UU de mantener a Zarrab como rehén: “Le habrán dicho o cantas lo que te ordenamos o te tenemos en prisión hasta que te mueras”. El temor en Turquía es que el proceso pueda dañar más aún la credibilidad del país y con ello su economía (la lira turca se ha desplomado un 15 % en apenas dos meses), especialmente si la sentencia incluye multas a los bancos turcos implicados. Además, el caso llega en un momento en que el jefe de la oposición, Kemal Kiliçdaroglu, ha acusado al entorno más cercano de Erdogan de tener fondos en paraísos fiscales y después de que dos medios locales publicasen el contenido de los Paradise Papers, según los cuales los hijos del primer ministro turco, Binali Yildirim, tienen cuentas offshore. Todo intento de la oposición por investigar estas acusaciones de evasión fiscal ha sido en vano y, en cambio, los medios que publicaron los Paradise Papers han sido demandados por “violación de la privacidad”.

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