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Tribuna
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Dos procesos, un fin y la ciudadanía

Y mientras tanto unos paran, armados e ilegales, y otros marchan legales y con discurso. Mafia, política y paz

Diana Calderón

El primer proceso: el 23 de marzo no fue un buen día para el Gobierno pero tampoco lo fue para las FARC. El ambiente era de frustración. La guerrilla jugaba con la presión de la fecha que habían acordado el propio Timochenko y el presidente Juan Manuel Santos para firmar la paz en Colombia. Se sabía que no iba a lograrse ese día. Pero era imposible no tener la expectativa de un anuncio que les dijera a los ciudadanos que su paciencia ha valido la pena.

Pero las razones para no avanzar eran obvias. Una vez desarmados, fin último del proceso de negociación, la guerrilla sabe que se juega su vida en el escenario político. Por eso los temas del desarme y la reinserción se convirtieron en la mayor dificultad. Las FARC argumentaron que los podían matar. Que no quieren estar en zonas de ubicación que sean cárceles a cielo abierto y lejos de las poblaciones. Y el gobierno fue tajante en reiterar que no habrá política armada en Colombia.

Por esos días, la guerrilla se sentía además empoderada, validada. Habían recibido el dulce gringo y lo habían saboreado. El Jefe del departamento de Estado, John Kerry se sentó a hablar con los jefes farianos durante la visita oficial de Barack Obama a Cuba. La guerra fría llegaba a su fin también para ellos. Demostró Kerry que Estados Unidos habla con hasta con el demonio, si hay en el camino una promesa…de paz. Y más contundente aún, Kerry validó la opción del diálogo del gobierno colombiano.

El segundo proceso: esta coyuntura con las FARC, a pesar de sus altibajos, ha servido para que otra guerrilla colombiana, el ELN, entendiera que ya no hay espacio para los guerreros, que a ellos también les llegó la hora. Y producto de una reflexión interna, dice el sacerdote Francisco de Roux, y luego de dos años de diálogos exploratorios en medio de secuestros extorsivos y voladuras del sistema energético, el Gobierno logró anunciar que el ELN se sube al bus de la paz.

Lo hace con una agenda aún gaseosa de seis puntos donde se destaca la participación de la sociedad en la construcción de la paz. De sectores a los que los “elenos” quieren volver partícipes. La participación de la sociedad civil ha sido en todos los procesos una forma de acercarse a la población de la que aprovecharon sus necesidades más elementales para existir por más de medio siglo. Esas mismas comunidades que hoy les dicen: no más guerra. Pero esa participación terminará, como ya ha ocurrido antes, prolongando indefinidamente las negociaciones.

Y sin embargo, es una buena noticia. Pasaron 25 años para que se lograra un acuerdo con esa guerrilla dogmática, heredera de los preceptos religiosos de Camilo Torres y el Cura Perez y cuyo referente de lucha fue la revolución Cubana. Lástima grande que no les haya quedado escriturado que la extorsión es no solo delito sino un pecado mayor aún si se hace jugando con la vida de la gente como fue el caso del secuestro de Ramón Cabrales. La familia del defensor de derechos humanos de Norte de Santander pagó a los secuestradores del ELN a pesar de que el Gobierno les dijo que no lo hicieran porque su liberación se daría antes del inicio de los diálogos.

El Fin: Muchas han sido las reacciones a esta paz integral: Con esas dos organizaciones desarmadas, los beneficios serían de todo orden. Solo en lo económico le podría representar a Colombia crecer cerca de dos puntos adicionales del PIB, según un estudio reciente de Planeación Nacional. Además la institucionalidad construida para el proceso con las FARC servirá a ambas guerrillas, con lo cual, hay un enorme avance: pasarán por el mismo tribunal de justicia transicional, entre muchas otras consideraciones sobre ubicación, desarme, participación política.

Pero para que ese fin llegue más temprano que tarde, es importante determinar cuáles son los errores del proceso de La Habana que no se deben repetir con el ELN.

La Ciudadanía: Gobierno, ELN y FARC tienen que reconocer un aspecto mayor de este proceso, y es la gente. Los colombianos están cansados del proceso de micrófonos abiertos donde ahora entran los jefes elenos a contarnos sus pretensiones y a negar sus promesas. Igual que hicieron las FARC. Ya dijeron que el secuestro no está en las condiciones para el inicio de los diálogos que serán inicialmente en Ecuador y luego en Chile, Brasil, Venezuela y Cuba.

La mayor fractura de un propósito tan valeroso y necesario como la búsqueda de la paz sigue siendo con la sociedad. La guerrilla tiene que entender que su misión es conquistarla no irrespetarla. Por ejemplo, las cifras del cese unilateral decretado por las FARC son un buen comienzo. 90 por ciento menos de muertes en combate. Qué tal una muestra igual por parte del ELN. Con seguridad el discurso de quienes se oponen al proceso y han convocado para este fin de semana una marcha que busca dar un golpe de opinión desde las calles, empiece a ceder.

Y mientras los uribistas marchan, los urabeños o ahora llamados Clan Usuga, reductos paramilitares de un proceso de desmovilización de la época de los que ahora se oponen, logran paralizar 5 departamentos del país con un paro armado. ¿Será que también están buscando un proceso de paz? Eso sí no lo soportaría la ciudadanía. Con las bandas criminales qué hacer mientras estamos en proceso de paz?

* Diana Calderon es directora de informativos y de @hora20 de Caracol Radio Colombia. Twitter @dianacalderonf

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