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La OMS admite que reaccionó tarde y mal frente al ébola

"Tomamos seria nota de las críticas recibidas", dice la directora del organismo

José Naranjo
Una mujer llora tras la muerte de su marido en 2014 en Liberia.
Una mujer llora tras la muerte de su marido en 2014 en Liberia.Pascal Guyot (AFP)

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ofreció una respuesta inicial lenta e insuficiente, no fue lo bastante agresiva a la hora de alertar al mundo, su capacidad de reacción fue limitada, no fue eficaz en la coordinación con otros organismos, hubo deficiencias en la comunicación de riesgos y confusión de papeles y de responsabilidades dentro de la propia organización. Así lo reconoció la propia directora general de la OMS, Margaret Chan, en una declaración hecha pública el pasado jueves en lo que supone un ejercicio inédito de autocrítica y propósito de enmienda de este organismo internacional respecto a la gestión llevada a cabo durante la epidemia de ébola en África occidental, que en casi 17 meses de desarrollo desde el primer caso en diciembre de 2013 ha provocado 25.826 contagios y 10.704 muertes hasta la fecha.

De crisis en crisis

  • 2002.Neumonía asiática. Fue la primera gran crisis sanitaria del siglo XXI. La OMS fue acusada de minimizar el problema para no enfadar a China.
  • 2005. Gripe aviar. La enfermedad aún no ha sido controlada, pero no es tan peligrosa en humanos como se temía.
  • 2009. Gripe A. La OMS declaró la pandemia por seguir un protocolo que no evaluaba la gravedad de la infección, sino su extensión. Tuvo que rectificar.
  • 2014. Ébola. Se tardó cuatro meses en declarar el brote y otros cuatro en decretar la emergencia.

“Este brote de ébola nos ha demostrado que el mundo, incluida la OMS, está mal preparado para una epidemia de larga duración”. Esta es una de las frases que abren la declaración de Chan y de los máximos responsables de este organismo internacional, en la que detallan los errores que cometieron para finalmente poner el acento en la necesidad de reformar esta agencia de la ONU, concluyendo con un llamamiento a los líderes mundiales: “Pídannos responsabilidades. Nos comprometemos a asegurar que la OMS se reformará y estará bien situada para desempeñar el legítimo papel que le corresponde en epidemias y en seguridad sanitaria global en general. Algunos han dicho que el mundo necesita que se cree un nuevo organismo. Estamos de acuerdo y queremos que la OMS sea ese nuevo organismo”.

La OMS habla de “lecciones aprendidas”. En primer lugar, una lección de humildad. “Hemos visto que viejas enfermedades en contextos nuevos generan nuevas sorpresas. Y tomamos seria nota de las críticas recibidas”, en referencia a la reacción de la OMS ante el brote de ébola, que se declaró oficialmente el 21 de marzo de 2014 en Guinea y que hasta el 8 de agosto, cuatro meses y medio después, no fue declarado emergencia sanitaria internacional por Naciones Unidas. Para ese entonces los muertos ya habían superado el millar. Este organismo internacional admite que puede “dar una respuesta muy eficaz a epidemias pequeñas o de mediano tamaño”, pero ante “una emergencia de este nivel” los “actuales sistemas, tanto los nacionales como el internacional, sencillamente no funcionaron”, afirma.

Una parte de la autocrítica de la OMS está centrada en su relación con las comunidades afectadas, uno de los factores que han favorecido una mayor transmisión cuando, por ejemplo, la población se ha resistido a cambiar sus prácticas funerarias. “Tenemos que aprender a escuchar si queremos ser escuchados. Hemos aprendido la importancia del respeto por la cultura (…), dar poder a las comunidades debe ser una acción, no un cliché”. Otra enseñanza que la OMS dice haber recibido es la de la solidaridad. “En una epidemia estamos todos en peligro. Hemos aprendido que el sistema global de vigilancia y respuesta es tan fuerte como su eslabón más débil y que en un mundo cada vez más globalizado una enfermedad que amenaza a un país es una amenaza para todos”.

Para hacer frente mejor a futuras grandes epidemias —que “no sabemos cuándo ni cuál será la causa, pero la historia nos dice que la habrá”, dice la OMS—, la organización se ha comprometido a ampliar su personal especializado en hasta 2.000 personas y a crear una Unidad de Emergencia de Salud Global capaz de responder de manera inmediata a un reto como el ébola.

Menos casos y más concentrados

Cada vez se habla menos de ella, pero la epidemia de ébola que ha golpeado con fuerza a Liberia, Guinea y Sierra Leona sigue activa en estos dos últimos países. Eso sí, cada vez hay menos casos. En la última semana se han producido 37 nuevos contagios frente a los 2.000 que llegó a haber en el pico de la epidemia el pasado verano, y hay una tendencia a la concentración en la misma zona geográfica: las dos capitales, Conakry y Freetown, y una zona fronteriza entre ambos países. En Liberia, en cambio, llevan casi un mes sin nuevos casos.

Pese a ello, la OMS ha alertado del peligro que representa la existencia de una sola persona enferma y ha pedido al mundo que se mantenga vigilante. “Este brote está lejos de haberse terminado. Y frente a la creciente complacencia y fatiga, debemos seguir apoyando a los países afectados hasta que acabe. El ébola ha demostrado su capacidad de propagación y puede hacerlo de nuevo”, dice el documento que publicó el jueves este organismo.

Una cuestión que preocupa mucho en la actualidad es el descubrimiento de trazas del virus en el semen de pacientes seis meses después de su curación, cuando hasta ahora se pensaba que el ébola solo podía resistir tres meses en este fluido corporal. Ello puede causar contagios a sus parejas.

Los presidentes de los tres países se reunieron la semana pasada en Washington con representantes del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para solicitar un Plan Marshall de 8.000 millones de dólares (7.500 millones de euros) que les ayude a salir de la crisis económica en que les ha sumido la epidemia.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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