El cinismo de los guerreros
La misma semana en la que asesinan a una niña de dos años, el líder de las FARC escribe una carta para negar a sus víctimas
Son las 18:40 de un sábado, una mujer sale con su hija de tres años a llevarle algo para comer a su esposo. Cuando se encuentran, él siente que alguien les lanza una piedra. De repente recuerda que están en Arauca, zona roja de orden público. Le grita a su familia que se tire al piso pero ya era demasiado tarde. Guerrilleros de las FARC habían lanzado contra la estación de policía que él custodiaba, una granada.
El patrullero Ronald Ruiz de la policía trata de repeler el ataque y alcanza a herir a uno de los terroristas que iba en una moto. Se regresa, alza a su hija, corre hacia el hospital pero la pequeña muere en sus brazos. Su esposa es llevada a cuidados intensivos. A ese mismo centro asistencial, llega el guerrillero herido, donde también es atendido. “Yo lo miraba y él no daba la cara, sabía el pecado que había cometido”, relató Ronald.
400.000 personas quedaron sin energía en el Puerto de Buenaventura sobre el Pacífico colombiano por más de 48 horas por la voladura de una torre eléctrica a manos de quienes se hacen llamar rebeldes. Esos mismos que obligaron a 23 camiones a verter crudo en los ríos del sur, en el Putumayo, frontera con Ecuador. Lo hacen para contaminar las fuentes de agua en momentos en que Colombia atraviesa por una de las peores sequias por el fenómeno del Niño.
Esos mismos que provocaron la muerte a otra niñita, a Yurani Muse, de tan solo 2 años, al lanzar explosivos contra una vivienda campesina en el Cauca. Al suroccidente del país.
Son los guerrilleros de las FARC, y su líder, el que tiene por alías Timockenko, escribió en la misma semana de estas acciones, una carta con buena letra y mucha sangre, para negar a sus víctimas. Las mismas que este mes se suman a las más de seis millones que ha dejado el conflicto en Colombia y que irán a La Habana a mirar a los ojos a sus victimarios y a decirles lo que esperan al final del proceso de paz que se reactiva el próximo 11 de agosto en Cuba, cuatro días después de que se instale el segundo mandato del reelecto presidente Juan Manuel Santos.
Es el cinismo de los guerreros, que como los paramilitares que pronto recuperarán la libertad sin haber cumplido con los acuerdos y negado la verdad, esta misma semana, también acudieron al papel, que aguanta todo, para decirle a los guerrilleros en La Habana, que tranquilos, que ellos respetarán cualquier acuerdo porque “quedan curadas las heridas y extinguidos los sentimientos de venganza”.
No ha pasado un solo día de julio sin que las guerrillas colombianas de las FARC y ELN ataquen a la población civil de manera sistemática. Por lo que Santos les dijo que están jugando con candela y este proceso puede terminar. El mismo jefe negociador Humberto de la Calle los recriminó por las muertes de los menores y el daño ambiental causado y les pidió verdaderos gestos de paz. Para De la Calle las FARC tienen una lectura desacertada de la coyuntura política y minimizan a los sectores de la población que desconfían y se oponen al proceso.
A lo que uno de los voceros de esa guerrilla, el que tiene por alias Marcos Calarcá, le respondió por medio de una entrevista con el periódico The Guardian que no serán ellos los que rompan las conversaciones de paz, “pero que el que juega con candela es el gobierno que intenta eliminar a sus líderes con bombardeos”.
Es una realidad que el ejército colombiano ha arreciado los ataques contra la guerrilla. Eso es lo que les corresponde. Es cierto también que si se compara con el periodo inmediatamente anterior, julio de 2013, no hay un escalamiento de las acciones armadas de la guerrilla de las FARC. Es cierto que el Gobierno decidió iniciar estos diálogos en medio del conflicto y sin cese el fuego y que esa es una de las reglas de la mesa, y que con esas reglas, ha logrado avanzar lo que nunca antes en un proceso de negociación con las FARC.
Pero es más cierto que sin un desescalamiento de este conflicto, el proceso de paz se vuelve inviable y de continuar así no tendrá refrendación posible por parte de una población, que si bien votó masivamente por la paz que prometió el presidente Santos, no está dispuesta a seguir metiendo a sus pequeños en cajones blancos. La gente siente, se duele y rechaza los mensajes de la guerrilla, cada vez que cometen un atentado. Y en cambio no siente ni entiende los mensajes que trata de explicar el gobierno sobre las bondades de lo que se está negociando en La Habana. Un 53 por ciento de los encuestados según el barómetro de las Américas dice que no aceptarán una hipotética victoria de las FARC en procesos electorales.
Subestiman los guerrilleros de las FARC a la población colombiana, que ellos creen representar. Subestiman a la oposición del ahora senador Álvaro Uribe y su bancada cohesionada en el recién posesionado Congreso. Subestiman a otra oposición de un sector de la propia izquierda que ni siquiera cree en la Ley de víctimas. Y a los mismos países garantes y a las organizaciones internacionales donde alguna vez encontraron oídos para sus denuncias por las innegables violaciones a los derechos humanos desde el Estado, que tanto perdón se ha visto obligado a pedir por sus propias masacres.
José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch dijo esta semana que las FARC cometen atrocidades contra la población civil de Tumaco. La OEA condenó sus recientes acciones. ¿Qué tanto les importará?
Las Farc no pueden seguir poniendo a la opinión en contra del proceso. No pueden seguir prolongando los acuerdos a la espera de que el otro proceso con el ELN arranque en firme por temor a que los espacios dejados sean copados en caso de un acuerdo en La Habana. Deben aprovechar la nueva presencia de monseñor Luis Augusto Castro para reconciliarse con la posibilidad de otra forma de lucha, civilista, respetuosa del otro, y sin armas.
El Gobierno tiene ya que exigirles unos acuerdos mínimos para seguir en la mesa y aprovechar la integración del nuevo gabinete para recuperar la gobernabilidad entre los sectores que protagonizaron los paros agrarios de hace unos meses, lidiar con una oposición muchas veces irracional, pero necesaria, darle la representatividad a las regiones y a los sectores que hicieron posible su reelección: sí me refiero a la izquierda y que tiemble quien quiera, además de hacer la revolución educativa y la reforma judicial y respetar y garantizar el equilibrio de poderes en vez de promover el desequilibrio para servirse de él.
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