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‘Grândola, Vila Morena’ ataca de nuevo

La canción, símbolo de la Revolución de los Claveles, resucita como himno contra los recortes

Antonio Jiménez Barca
Manifestantes antiausteridad en Lisboa, el pasado día 16.
Manifestantes antiausteridad en Lisboa, el pasado día 16. RAFAEL MARCHANTE (REUTERS)

El pasado viernes 15 de febrero, un grupo de 30 personas interrumpió de golpe al primer ministro portugués, Pedro Passos Coelho, mientras esté pronunciaba un discurso en el Parlamento al cantar, afinadamente, con varias voces, la vieja y hermosa canción-emblema de la Revolución de los Claveles, Grândola, Vila Morena. No insultaron a nadie. No gritaron nada. Se limitaron a cantar. La actriz Joana Manuel, de 36 años, una de las participantes, lo explica: “Con esa canción no hacía falta añadir más, todo quedaba dicho”.

La policía portuguesa les expulsó de buenas maneras, después de darles tiempo para acabar. Todos pertenecían a la activa asociación Que se lixe a troika (“que se joda la troika” o “que le den a la troika”), un grupo independiente, sin filiación política o sindical pero capaz de capitalizar el descontento social y organizar la mayor manifestación popular en Lisboa desde, precisamente, los tiempos de la Revolución de Abril de 1974. Los treinta se citaron en el Parlamento casi en secreto, casi como militares conjurados. Nadie, salvo ellos, sabía lo que iban a hacer: ni periodistas, ni amigos, ni parientes ni políticos. Incluso, como en las películas de espías, inventaron una expresión en clave, “excursión a la ciudad”, que emplearon cuando preparaban la protesta para hablar por teléfono sin dar pistas.

El vídeo de la canción y del rostro en silencio (aunque sonriente) del primer ministro dio la vuelta al país en pocas horas y atravesó más de alguna frontera. La protesta cuajó. Y se extendió. Y se extiende. Desde esa mañana varios ministros del Gobierno conservador de Passos Coelho han sido interrumpidos, en sendos actos, por grupos corales que atacan Grândola, por lo que se ya conoce en Portugal como una grândolada. El ministro de Finanzas, Vítor Gaspar, escapó el jueves a la suya al acudir a una conferencia casi una hora antes de lo previsto y al aplicar un exhaustivo control del derecho de admisión a la sala.

Grândola, Vila Morena es mucho más que una canción en Portugal o, incluso, que un pedazo de la historia del país. En la madrugada del 24 de abril de 1974, la emisión en una emisora de radio de este tema del cantautor José Afonso —conocido como Zeca Afonso— sirvió para que los capitanes implicados en la Revolución de los Claveles supieran que la rebelión acordada se ponía en marcha en ese preciso momento. Los militares habían elegido esa canción (un homenaje de Afonso a la ciudad de Grândola por su compromiso social) en un concierto celebrado pocos días antes, el 29 de marzo, en Lisboa. E hicieron de ella, simplemente, una consigna, casi una señal horaria. Pero el pueblo portugués la convirtió en un himno vivo, en el símbolo puro de la democracia conquistada en la calle, de la libertad ganada.

En ese concierto remoto del 29 de marzo de 1974 participó un músico y escritor llamado Nuno Gomes, de 66 años. Entonces cantó, junto a Zeca Afonso, por primera vez, Grândola, Vila Morena. Hace 10 días volvió a cantarla en el Parlamento. Por una razón: “Es cierto que los tiempos no son los mismos. Pero el sueño del 25 de abril sigue todavía por cumplir”. Y porque la canción contiene una estrofa que aún vale y la define: “El pueblo es el que manda”.

Passos Coelho, que aguantó la canción con una sonrisita forzada, respondió elegantemente esa mañana a pesar de todo: “Es la mejor manera de ser interrumpido”. Y hay miembros del Gobierno portugués que han denunciado que la canción pertenece a todos los portugueses, incluidos ellos.

Ana Nicolau, de 36 años, realizadora, otra de las participantes en la protesta, no está de acuerdo. “Esa canción es, simplemente, el símbolo de la democracia, y es la democracia la que está en peligro, porque ahora quien gobierna en Portugal no es un Gobierno elegido por el pueblo, sino la troika, a quien nadie ha elegido”.

Paula Nunes, de 46 años, otra de los integrantes de Que se lixe a troika, productora de cine y de espectáculos teatrales, colabora, además, en varias asociaciones caritativas de ayuda a los sin techo: “Y por eso conozco la realidad. Y por eso sé cómo están las calles”, dice. Y añade: “Había que cantar Grândola en la casa de la democracia portuguesa. Hay que obligar a los políticos a que se pongan a cuidar de su gente”.

Otro de los participantes fue Carlos Mendes, de 65 años, un conocido músico en Portugal que participó en 1968, el año que ganó Massiel, en el Festival de Eurovisión. “Ver cómo este Gobierno se comporta como una marioneta en manos de la troika indigna a un pueblo que sabe lo que costó conquistar la libertad. Por eso esta canción sigue viva”.

Hay razones tácticas además de sentimentales o políticas. El movimiento Que se lixe a troika ha organizado para el próximo sábado una manifestación —que se prevé masiva— a fin de protestar contra las medidas de austeridad y los recortes que ahogan el país. Y la difusión masiva del vídeo —y la profusión un poco guerrillera de las sucesivas grândoladas propinadas a ministros— están sirviendo de detonante ante la convocatoria para la marcha.

Con todo, los integrantes de aquel coro recuerdan otra escena que no se vio en la tele: “Esa mañana había una visita escolar en la Asamblea”, cuenta Nunes. “Y cuando empezamos a cantar, algunos de esos chicos, de once, doce o trece años, se sumaron a nosotros. Se levantaron y se pusieron a cantar Grândola también. Eso te da esperanza. Y, por cierto, también fueron expulsados”.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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