El principal acusado de la ‘solución final’ argentina se desdice
Un expiloto de los vuelos de la muerte niega ante un tribunal de Buenos Aires su confesión
El más famoso de los ocho pilotos acusados de los vuelos de la muerte en el tercer juicio sobre los crímenes cometidos en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), el principal centro clandestino de detención de esa fuerza durante la última dictadura militar de Argentina (1976-1983), negó ayer su culpabilidad ante un tribunal federal de Buenos Aires. Se trata de Julio Poch, que era piloto de la línea aérea holandesa Transavia cuando en 2003 en Bali (Indonesia), en una noche en la que había bebido una o dos copas de vino, presuntamente les confesó a dos compañeros de trabajo que había participado en aquella solución final para cientos de detenidos en la ESMA. Eran vuelos en que los arrojaban desnudos, atados y drogados con pentotal al río de la Plata, al delta del Paraná o al océano Atlántico. Poch volvió a insistir en la misma versión que ha repetido desde que en 2009 fue detenido en Valencia, en un viaje familiar a España.
De 60 años e impecable traje azul, el expiloto de la Marina argentina dijo que sus colegas habían malinterpretado sus palabras.
La primera confesión de los vuelos de la muerte surgió en 1995, cuando el capitán Adolfo Scilingo habló en el libro El vuelo, del periodista Horacio Verbitsky. Scilingo viajó después a España porque quería colaborar con la investigación del entonces juez Baltasar Garzón y acabó condenado a 1.084 años de prisión.
Después de la confesión de Scilingo, la de Poch ha sido la más difundida, aunque ocurrió en circunstancias bien distintas. Este piloto porteño logró en 1980 que la Armada aceptara su petición de retiro y a los pocos meses consiguió trabajo en la entonces estatal Aerolíneas Argentinas. En 1989 se mudó a Holanda para trabajar en Transavia, línea de bajo coste de KLM-Air France, y en 1995 obtuvo la nacionalidad de ese país. En una cena con 12 compañeros de trabajo en Bali hace 10 años, dos de ellos, Tim Weert y Edwin Brouwer, le preguntaron por el padre de la princesa Máxima de Holanda, Jorge Zorreguieta, que había sido secretario de Agricultura de la dictadura argentina. Según atestiguaron Weert y Brouwer en 2008 en los tribunales, el piloto argentino defendió al padre de Máxima y les dijo que tenían una imagen errónea de lo que había sucedido en Argentina. Weert contó que Poch dijo que “hubo momentos cuando a bordo de su avión se echaba fuera de la borda a personas con vida con el fin de ejecutarlas”. También relató la justificación del argentino: “Se trataba de terroristas, eran tiempos de guerra, era normal que en una guerra la gente muera”. Añadió que Poch decía que era una manera humana de ejecutar a la gente: “No hay problema, estaban drogados”. Los dos pilotos de Transavia declararán otra vez en el actual juicio de la ESMA.
“Me encuentro aquí por un terrible malentendido”, comenzó ayer su testimonio Poch, que en 2010 fue extraditado a Argentina. “Es una vergüenza que me hayan arrancado violentamente de mi casa en Holanda por emitir opiniones sobre la política argentina. Nunca tuve nada que ver con los vuelos de la muerte”, dijo Poch antes de poner en duda su existencia: “Si existieron esos vuelos, me parecen algo aberrante”. Poch recordó que en 2011 sus colegas Weert y Brouwer aclararon en otra declaración judicial en Holanda que él “nunca” había hablado en “primera persona” del singular. En todo momento usó el “nosotros” y, según su defensa, se refería a la Marina como conjunto. La fiscalía de Buenos Aires alega que Weert y Brouwer habían recibido correos electrónicos de otros colegas que les pedían que clarificaran su primer testimonio.
Poch intentó probar su supuesta inocencia al mostrar las libretas de vuelo de la Armada en las que no están registrados los de la muerte. Argumentó que se dedicaba a conducir aviones de caza. Su familia y amigos han creado en Holanda una fundación para defenderlo y recaudar fondos.
“Los argumentos de Poch son los mismos que dio en toda la investigación”, comentó la fiscal del caso, Mercedes Soiza Reilly, a EL PAÍS. “En los dos años que quedan de juicio se van a comenzar a presentar otras pruebas que rebaten las que él refirió. Dijo que no estaba preparado para pilotar aviones de pasajeros, pero hay pruebas de que lo estaba tanto en su legajo de la Armada como en el de Aerolíneas Argentinas. No se puede negar o afirmar que sus libretas de vuelo estuviesen falsificadas”, dijo la fiscal, que acusa a Poch de 30 delitos, incluidos secuestros y homicidios.
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