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Una sentencia del Supremo brasileño sanciona la prueba de paternidad si la madre lo requiere

En Brasil, según cálculos oficiales del ministerio de Sanidad, dos de cada tres niños nacen hoy fuera del matrimonio, de jóvenes casi adolescentes, de un contacto puramente ocasional que ellos llaman ficar, es decir, de relaciones sin compromisos. Hasta ahora el padre del niño no estaba obligado en Brasil a someterse obligatoriamente a una prueba de paternidad y la mayoría de los hijos nacidos de este tipo de relaciones espóradicas se quedaba sin el apellido del padre, por lo tanto el peso caía en la madre. A partir de ahora y gracias a una sentencia del Tribunal Supremo, las cosas cambian: si la madre quiere, el padre deberá someterse a una prueba de ADN para comprobar su paternidad.

Esta iniciativa comenzó con una sentencia en el Estado de Rondonia, cuando un supuesto padre se negaba a hacerse la prueba de paternidad alegando que no había mantenido contacto con la joven que aseguraba que él era padre de su hija. El joven ganó la causa, pero la jueza Nancy Andrighi impugnó el dictamen original y sentenció que las relaciones ocasionales también generan hijos y que ellos tienen derecho a una paternidad reconocida.

Para la investigadora del departamento de Sociología de la Universidad de Belem (UnB) Ana Liésis Thurler la decisión del Supremo es de la mayor importancia por la fuerza que posee en la promoción de la igualdad entre niños nacidos en relaciones estables o en relaciones transitorias, algo sancionado ya en la Constitución. Según Helena Chagas, columnista del diario O Globo, se calcula que hoy nacen en este pais un millón de niños de relaciones inestables y que el número está llamado a crecer. Según el médico José Augusto Messias, miembro de la Academia de Medicina de Río de Janeiro y creador de un programa piloto en el mundo sobre medicina para adsolescentes, que actúa también en la favela Los Macacos, el problema de las chicas adolescentes pobres es que un hijo, nazca de la relación que sea, es para ella una ascensión social.

"Es lo único que ella tiene como propiedad y por lo único por lo que es reconocida como adulta", afirma. De ahí la importancia, añade, de políticas sociales fuertes para que los hijos nacidos de esas adolescentes no acaben siendo doblemente discriminados y la trascendencia de la sentencia del Supremo que acaba de raíz con una de esas injustas discriminaciones.

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