Operación biquini, historia y actualidad
La explosión nuclear en el atolón del Pacífico en 1946 sirvió para dar nombre al nuevo bañador, presentado días después
Ya vuelven las dietas, las salidas para corretear por el barrio, la mirada inquieta ante el espejo, el sorprendente encogimiento de las tallas. Ya se barrunta el momento en que los demás nos juzgarán con ojo de báscula. Ya llega la operación biquini.
Ya llega. Pero ¿desde dónde? Para buscar el origen de esta locución hace falta primero situarse en un atolón del Pacífico llamado Bikini. Estados Unidos ensayó allí el 30 de junio de 1946 una bomba nuclear, con desastrosas consecuencias ambientales. Pocos días después, el 5 de julio, la bailarina Micheline Bernardini presentaba en una piscina de la capital francesa un revolucionario bañador femenino de dos piezas. Y soltó ante la prensa: “Va a ser más explosivo que la bomba de Bikini”. Su diseñador, Louis Reard, se quedó con la copla y con la idea; y así lo llamó: bikini. En efecto, fue una auténtica bomba.
El Diccionario incorporaría la palabra 38 años después, en 1984, con preferencia por la grafía “biquini”. La mojigatería oficial de la época lo había proscrito, pero luego cedió ante el dinero del turismo y se acabó haciendo la vista gorda, siempre que lo luciese una extranjera. Eso dio argumento para cantidad de películas con españoles asombrados y nórdicas despampanantes. José Luis López-Vázquez y Gracita Morales rodaron varias de ese tipo, entre ellas Operación Mata Hari, Operación cabaretera y Operación secretaria. Y también Objetivo bikini. Quizás esta película no se tituló “Operación Bikini” (lo que habría completado la tetralogía de operaciones) porque ya se había lanzado Operation Bikini (1963), dirigida por Anthony Carras y que se desarrollaba en aquel famoso atolón durante la II Guerra Mundial.
Sin embargo, la memoria popular completó el cuarteto, pues Objetivo bikini (1968) pasó a recordarse como “Operación bikini”, según se puede verificar por ejemplo en distintas noticias biográficas sobre su director, Mariano Ozores, sobre Gracita Morales o acerca de López Vázquez. En consonancia con ese recuerdo distorsionado, la sala madrileña Siroco emprendió en 1999 el longevo ciclo musical veraniego (duró hasta la pandemia) Operación Bikini, idea del artista Paco Clavel en memoria de aquellos años de playa y diversión reflejados en el cine.
Años más tarde, en 2005, sí se estrenó una película llamada en castellano Operación bikini, traducción muy libre del original Death to the supermodels, de Joel Silverman, en la cual unas modelos que llegan a un lugar paradisiaco (en biquini, claro) son asesinadas sucesivamente por un misterioso desconocido.
A partir de todo eso, estaba servido el salto: desde “voy a adelgazar para lucir el biquini” no resultaba difícil llegar a “estoy en la operación biquini”, utilizando una locución ya extendida.
En EL PAÍS se usó con ese nuevo sentido por vez primera en mayo de 2008. En Abc apareció en julio de 2007, según muestra su hemeroteca digital.
El fragmento bi- de bikini (en marshalés, “lugar de cocos”) alentó la falsa etimología “dos piezas”. Y por ahí vinieron luego el monoquini y el triquini.
Así llegamos a la última metamorfosis de la palabra: el sentido figurado de “operación biquini” ha prescindido de la primigenia adjudicación al sexo femenino. Igual que ya se oye que un empleado fue pillado en bragas por su jefe, que una periodista se la cogió con papel de fumar y que cualquiera puede hacerse la picha un lío, se dice ahora en masculino: “Soy comedido, estoy en la operación biquini”. Tanto unas como otros pretenden evitar que sus zambullidas evoquen la primitiva idea de la bomba sobre el atolón del Pacífico.
Apúntate aquí al boletín semanal de Ideas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.