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Benidorm en la calle San Dimas

Operación Bikini lleva 15 años animando las noches de verano madrileñas

Operación Bikini, en la sala Sirocco.
Operación Bikini, en la sala Sirocco.

Una brisa marina recorre la árida calle de San Dimas desde hace 15 años, gracias a la Operación Bikini que cada verano organiza la sala Siroco. Con una programación desprejuiciada, que tiene su icono en José Luis López Vázquez, símbolo del rodríguez español, Siroco se convierte en los meses de más calor en un oasis cañí en el que las películas de Mariano Ozores se pueden disfrutar —como documento sociológico, por supuesto— junto a un cóctel de sabor local como la rumchata (ron y horchata), antes de que suban al escenario artistas de otra época como Los Tres Sudamericanos.

El ideólogo de esta dimensión paralela carpetovetónica no podía ser otro que Paco Clavel, cantante, creador del concepto de lo cutrelux e investigador del folclore pop de los años del desarrollismo: “La de Operación Bikini fue una idea un poco peregrina”, cuenta Clavel (de nombre real Francisco Miñarro). “Entonces, muchos locales cerraban durante el verano y la noche de Madrid se paraba, así que le propuse a David [Novaes, fundador de Siroco] una programación divertida, sin pretensiones ni ánimo de lucro, que mezclara lo moderno y lo bizarro. El cine del boom turístico y las canciones de verano son parte de la historia de España, una parte muy pop”.

Durante década y media, por el pequeño escenario de esta sala han pasado intérpretes de revientapistas de los años sesenta y setenta, como los ya mencionados Tres Sudamericanos, Cristina de Los Stop (los de El turista 1.999.999), o El Payo Juan Manuel, voz de clásicos de la rima rijosa como Los hermanos Pinzones o rumbas picantonas —por decirlo de alguna manera— como Una vieja y un viejo van pa Albacete, que dejó una anécdota de estrella en 2004: “Yo estaba en el camerino con el Payo, que venía con dos o tres secretarios”, recuerda Paco Clavel. “Y cuando iba a salir a actuar y se iba a poner el oro, no quería que viéramos de dónde lo sacaba y tuvimos que irnos. Es algo que hacen todas las folclóricas cuando se ponen lo bueno”, relata.

Junto a los estupendos carteles diseñados por Miriam Persand, con López Vázquez y Alfredo Landa como protagonistas, Siroco se viste para la ocasión en modo playero y este año además exhibe en sus paredes varias docenas de portadas de vinilos con temática veraniega, dentro de la muestra Expobikini, comisariada por Paco Clavel: “Es una selección increíble de portadas con muchas chicas en bikini. Encontrar chicos ha sido muy difícil”, explica el cantante, que elige como favorita una de un EP de Torrebruno de los años sesenta, para turistas extranjeros, que, “titulado Welcome to Spain, muestra a una jabata enseñando muslamen sin venir a cuento”.

Este año, Operación Bikini se ha inaugurado con la proyección de Una vez al año ser hippy no hace daño (1969), y ha tenido uno de sus platos fuertes en Un verano en Groenlandia, fiesta-homenaje a Bernardo Bonezzi, talento del pop español fallecido en 2013. Organizada por Clavel, Juan Sánchez (pareja del líder de Zombies) y los finos descubridores de grupos madrileños de La Fonoteca, ha contado con la presencia de compañeros de generación de Bonezzi como Kiki d'Aki o Manolo Campoamor, bandas actuales como Betacam o Mihassan, y perejiles de todas las salsas como Mario Vaquerizo. “Queríamos una cosa bonita y divertida, que no coincidiera con ningún aniversario ni fuera nada serio”, explica Clavel.

Al margen de las noches ideadas por el rey del Cutrelux, Operación Bikini propone otras citas exentas de nostalgia y kitsch, como La noche de las chicas rockeras de Ladybillies (hoy), el festival de nuevos grupos Sombra y Sol (18 y 19 de julio) o el Rockdríguez Party (2 de agosto).

Para David Novaes, cuyo Siroco alcanza en 2014 su 25º aniversario, Operación Bikini “trata de hacerte sentir que estás en otro sitio, es un antídoto contra la depresión del verano en los bares. Las terrazas al aire libre han ido a más, pero son terrazas de restauración, no hay música”. Clavel concuerda con el diagnóstico: “La noche, como todo, es mutante, y ahora es más impersonal. Las terrazas no tienen identidad, hay menos glamour”.

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