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La punta de la lengua
Columna
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El canal Ellas, dial 56

Vale la pena apreciar la buena voluntad del empeño, pero tal denominación remite a un punto de vista masculino

La portera Esther Sullastres, del Sevilla FC, para un balón durante un partido de Primera Iberdrola con el FC Barcelona Femeni, en Barcelona el día 5.
La portera Esther Sullastres, del Sevilla FC, para un balón durante un partido de Primera Iberdrola con el FC Barcelona Femeni, en Barcelona el día 5.Thiago Prudencio (SOPA Images/LightRocket via Gett)
Álex Grijelmo

La plataforma Movistar abrió en abril un canal específico (dial 56) donde se pueden encontrar exclusivamente competiciones femeninas. El día en que escribo estas líneas ofrece tenis, golf, rugby, un documental sobre la esquiadora Blanca Fernández Ochoa y otro más sobre las tenistas que ganaron en Wimbledon. De ese modo, sirve de cauce para la conexión entre espectadores, patrocinadores, anunciantes y jugadoras o atletas. Ésa es su parte buena.

Pero a veces los intentos por dar relevancia a las mujeres a fin de evitar su arrinconamiento incurren impensadamente en un arrinconamiento.

Para empezar, ese canal de competiciones femeninas sitúa a las mujeres en un coto reservado, independientemente de que esas transmisiones se ofrezcan a la vez por otras vías en la misma plataforma. Ello tal vez abona la creencia de que las mujeres no juegan al fútbol, sino al fútbol femenino. Sin embargo, no se disputa un campeonato de fútbol femenino, se disputa un campeonato femenino de fútbol. Igual que no hay una literatura femenina, sino literatura escrita por mujeres. Fútbol es fútbol, baloncesto es baloncesto y literatura es literatura.

Desde luego, vale la pena apreciar la buena voluntad del empeño como tránsito hacia el día en que esas competiciones tengan el mismo rango que las desarrolladas por varones, de forma que unas y otros despierten interés y emociones en pie de igualdad. Se puede apoyar, por tanto, esta reserva india si con ello se forjan estrellas que sirvan como referentes para las jóvenes.

Pero ya resulta de más difícil digestión el nombre del canal: Ellas. (Movistar + Ellas). Porque tal denominación remite sin pretenderlo a un punto de vista masculino. Un varón que comentase las ventas en el sector editorial podría decir “ellas leen más libros”, puesto que él se excluye del pronombre; mientras que si tal afirmación correspondiese a una mujer, ella diría “nosotras leemos más libros”. Del mismo modo, una mujer que hubiera imaginado un nombre para un canal de competiciones femeninas no habría pensado en “ellas”, sino acaso en “nosotras”, pronombre que al ser de primera persona sí incluye el “yo” de quien habla. El pronombre “ellas” dificulta incluso que una espectadora se vea concernida.

Así que Ellas excluye a los varones; pero, al expresarse en tercera persona, también excluye gramaticalmente a una mujer que se tope con él.

Por si fuera poco, no existe un canal Ellos, lo que rompe la siempre necesaria simetría en estas cuestiones. Qué raro nos sonaría a los varones ese canal. O una tienda de ropa Para Ellos. En tal caso percibiríamos subliminalmente que se trata de ropa diseñada por mujeres: “ellas” diseñan para “nosotros”.

En resumen, el canal Ellas parece creado por varones para mostrar a deportistas mujeres, pero en esa denominación ni las propias participantes se ven incluidas en la persona gramatical empleada.

Ahora bien, quizás tampoco habría resultado pertinente un canal Nosotras, pues entonces se interpretaría ideado y protagonizado por mujeres, sí, pero destinado también a mujeres, cuando se pretende lo contrario: que las competiciones femeninas interesen y lleguen a todos.

Quizás Movistar huyó precisamente de la palabra “Mujeres” por obvia. Sin embargo, a veces lo obvio es lo que mejor se descifra en la comunicación: “Ropa para mujeres”, “regalos para mujeres”, “los derechos de las mujeres”... Y “canal Mujeres”. Así el deporte, la mujer y la gramática estarían en el mismo equipo.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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