Sonia Seneviratne, la climatóloga que cuestiona que los informes sobre cambio climático sirvan para algo
La científica suiza, que participa en los estudios del IPCC, cree que no tiene sentido limitarse a observar el desastre sin pasar a la acción
La satisfacción de participar en el último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), junto a más de 200 científicos, no ha impedido a la climatóloga suiza Sonia Seneviratne manifestar públicamente su frustración ante el panorama desolador que presenta. Nada más publicarse el informe, en agosto, se preguntó públicamente si la elaboración de estos informes es la mejor forma de utilizar el tiempo de los científicos. En declaraciones a la radiotelevisión pública canadiense, esta profesora de Ciencias de los Sistemas Medioambientales del Instituto Politécnico Federal de Zúrich, nacida en Lausana en 1974, añadió: “No tiene sentido que nos limitemos a observar cómo se desencadena el desastre si nadie hace nada al respecto”. Sus palabras han provocado considerable revuelo porque suenan como una crítica velada a la estrategia de Naciones Unidas para frenar el cambio climático.
“No he dicho que los informes del IPCC no sean importantes. Estoy convencida de que son enormemente relevantes y proporcionan una información valiosa”, aclara Seneviratne a EL PAÍS. “Pero creo que ha llegado el momento de que los políticos tomen decisiones capaces de cambiar el curso de las emisiones globales de CO2 de forma rápida y sostenible. Hasta ahora no ha habido reducciones notables de estas emisiones a escala global”. Esta misma semana, un nuevo estudio de la ONU advertía de que la crisis climática se acelera tras la pandemia.
Seneviratne, experta en fenómenos meteorológicos extremos, no deja de reconocer el valor de asesoramiento de unos informes que sintetizan miles de trabajos científicos, pero es partidaria de pasar a la acción. El tiempo apremia. Los titulares hablan a diario de inundaciones nunca vistas y cada vez más frecuentes, de ciclones arrasadores y megaincendios que destruyen decenas de miles de hectáreas. Por eso ha dejado claro en la prensa suiza que las acciones de protesta, siempre que sean pacíficas, le parecen justificadas. Por eso compareció en enero, para explicar con datos la desesperada situación del planeta ante el tribunal que juzgaba a un grupo ecologista por tomar una sucursal de Credit Suisse de Lausana, en protesta por las inversiones del banco en combustibles fósiles. Y por eso procura comer menos carne, no utiliza el coche y evita el avión cuando se desplaza por Europa. “Viajar en tren tendría que ser más económico y más eficiente y los viajes en avión tendrían que estar gravados con más impuestos”, admite.
Reconocida internacionalmente por sus estudios sobre los procesos que provocan sequías y olas de calor, Seneviratne se ha centrado en demostrar que este tipo de fenómenos extremos serán mucho más frecuentes a medida que aumente la temperatura del planeta. También ha comprobado que las sequías redundan en una menor absorción de CO2 por las plantas. “Admiro mucho su trabajo. Ha contribuido a hacer avanzar nuestra comprensión de los cambios climáticos”, dice por correo electrónico su colega Xuebin Zhang, que trabaja en el departamento de medio ambiente y cambio climático del Gobierno de Canadá y ha coordinado con ella el capítulo sobre fenómenos extremos en el informe del IPCC. Zhang se muestra más comprensivo con las dificultades de los políticos para tomar medidas contundentes contra el cambio climático, y subraya la importancia de los informes auspiciados por la ONU. Empezando por el primero, de 1990, que alertó sobre los riesgos de los gases de efecto invernadero.
Seneviratne era una adolescente cuando se publicó ese primer informe, pero la Cumbre de Río, celebrada dos años después, le hizo tomar conciencia de la situación. Años después, la emergencia es mucho mayor. Pero ¿cómo dejar de lado los combustibles fósiles cuando son el alimento de las grandes industrias y de buena parte de la energía que consumimos? “Necesitamos reglamentaciones más efectivas. Hay que darse cuenta de lo urgente que es la situación”, señala.
Hija de un antiguo empleado de la multinacional Nestlé nacido en Sri Lanka y de una profesora de piano suiza, se siente ciudadana del mundo. Su padre y su madre animaron a Seneviratne y a sus dos hermanas a seguir sus respectivas vocaciones. La joven Sonia dudó entre el espacio (le apasionaba la astronomía), y la Tierra antes de decidirse por esta última. De Lausana, donde estudió Biología, se trasladó a Zúrich para seguir los estudios del clima en una de las pocas universidades de Europa que ofrecía esa titulación, y en la que preponderaba el elemento masculino. Recuerda cuánto le animó comprobar, durante un intercambio académico en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), que allí había profesoras en su especialidad. Con el tiempo, las cosas han cambiado también en Suiza. “Ahora hay alrededor de un 30% de profesoras en mi departamento”, precisa.
Casada y madre de un niño y una niña, Seneviratne lamenta no tener tiempo ya para tocar el piano, al que dedicó 12 años de estudios. El trabajo y la familia la ocupan por entero, además de la preocupación por el planeta. Al aproximarse la fecha de la cumbre del clima COP26, prevista para noviembre en Glasgow, no deja de pensar qué tendrán que hacer los científicos si no se toman las medidas necesarias tras esa trascendental cita.
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