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Margarita del Val, la viróloga que entra en los hogares

La científica dirige la plataforma del CSIC dedicado a la covid-19 y atiende a todos los medios. Fue una de las firmantes de la carta que pide una investigación sobre la gestión de la pandemia en España

Margarita del Val, por Luis Grañena.
Margarita del Val, por Luis Grañena.

Está en todas partes. Ya sean diarios impresos, digitales, informativos de radio y televisión, coloquios o conferencias. Hace meses que Margarita del Val (Madrid, 1959), viróloga del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO) y coordinadora de la Plataforma Interdisciplinar de Salud Global que puso en marcha en el CSIC al estallar la pandemia, es un rostro y un nombre habituales en los medios de comunicación. Vive en una especie de frenesí virtual atendiendo las tareas específicas de su misión, y a un sinfín de periodistas por teléfono, Zoom o Skype. “No sé cómo lo aguanta”, se admira la directora del CBMSO, Lourdes Ruiz, encantada con la visibilidad que esta sobrexposición de Del Val proporciona al centro, y el interés por la ciencia que puede despertar. Ruiz, amiga de Del Val desde hace décadas, no teme que su protagonismo provoque celos entre sus colegas. “En absoluto, porque ella es una persona muy sencilla”, dice “y comunica muy bien”.

Con su aire de profesora rigurosa decidida a no perder el tiempo, Margarita del Val alerta del mucho camino que queda por recorrer para derrotar al virus, pero se felicita de lo conseguido ya por la iniciativa del CSIC en la que se han volcado, cuenta, desde investigadores hasta ciudadanos de a pie. Gracias al dinero que les “ha llovido” se pusieron a trabajar de inmediato en proyectos sobre la covid. Cuando se le pregunta por los principales resultados prácticos, Del Val destaca sin dudarlo la movilización general para poner en marcha fábricas de vacunas. “Ya sabíamos que en España solo había estructuras de este tipo de uso veterinario, y desde el CSIC se movilizó toda la estructura central para dar este paso”. La científica hace hincapié en que las vacunas están saliendo muy bien. Aparentemente, una de las pocas cosas con este virus “en la que hemos tenido una suerte enorme”, explica.

Su entusiasmo con las vacunas no le ha impedido analizar los adelantos en este capítulo con la necesaria exigencia. En noviembre pasado, cuando se presentaron a bombo y platillo las de Pfizer-BioNTech y Moderna, criticó sin pelos en la lengua la falta de información que acompañaba al anuncio. “Estas vacunas no garantizan, de momento, que vayan a proteger de lo que nos interesa de verdad: los síntomas graves y la muerte. Yo no estoy nada entusiasmada”, declaró en el programa de Ana Rosa de Tele5. Muchos de sus colegas se estremecieron al oírla. No porque no tuviera razón, sino por miedo al impacto de sus palabras.

El sobresalto que provocó aquel alarde de franqueza ha quedado atrás y se diría que Del Val se siente bastante a gusto en su faceta de comunicadora. “Siempre le ha interesado la divulgación”, comenta una joven científica que solía asistir a las conferencias que organizaban la viróloga y su marido, Enrique J. De la Rosa, director del CIB Margarita Salas. Hija, esposa y madre de científicos, Margarita del Val nació y se crió en Madrid en el seno de una familia numerosa. Sus padres eran químicos, pero no recuerda que la ciencia estuviera especialmente presente en su infancia, bastante normal. “Me gustaba jugar al aire libre, montar en bicicleta y esas cosas”, dice. Poco a poco se perfiló su vocación. “Aprender cómo funciona el cuerpo humano, y cómo se estropea, y cómo curarlo era algo que me apasionaba”. De ahí su interés por la Bioquímica, la especialidad de Químicas que estudió en la Universidad Autónoma de Madrid, donde se doctoró. Amplió estudios en Alemania durante cinco años, lo que le permitió conocer a fondo las peculiaridades, no todas positivas —largas bajas por maternidad que alejan a las mujeres de la investigación—, de la vida científica en ese país. A su regreso a España trabajó en el Instituto Carlos III antes de recalar en el Centro Molecular Severo Ochoa, donde dirige la unidad de inmunología.

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Del Val, que ha vivido muy de cerca la evolución de la pandemia, apoyó con su firma la carta en la que numerosos científicos reclamaban una investigación independiente sobre la gestión de la pandemia en España, publicada en agosto pasado en la revista The Lancet. La petición, que huía de cualquier valoración política, ha sido atendida, aunque no exactamente como reclamaban los científicos. La investigación, según cuenta, ha corrido a cargo de especialistas designados por los distintos gobiernos autonómicos. Y, por el momento, sin que se conozcan las razones, no se ha hecho pública.

Aunque la suya ha sido una carrera exitosa, se queja, como todos sus colegas, de la precariedad que caracteriza a la investigación en España. Un país que forma bien a sus científicos, reconoce, pero que considera “un lujo” el dinero destinado a la ciencia, que suele ser la primera víctima de los recortes cuando llegan las crisis. La de la covid-19, de momento, ha tenido el efecto contrario, porque se ha destinado más dinero a la ciencia en los Presupuestos de 2021. Del Val espera que el apoyo recibido no se limite a un par de años, porque la investigación exige continuidad. “Somos como una planta”, apunta, “no hay que anegarla ni dejarla sin agua”.

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