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Colson Whitehead: “En Nueva York nunca sabes qué va a pasar con el policía con el que te cruzas. Me siento así desde adolescente”

El escritor estadounidense, ganador de dos premios Pulitzer y una de las voces negras más líricas de Estados Unidos, vuelve con una novela policiaca, ‘El ritmo de Harlem’

Colson Whitehead, photographed in Madrid.
Colson Whitehead, photographed in Madrid.Edy Pérez

En 2022, con 52 añazos, Colson Whitehead decidió que era buen momento para sacarse el carnet de conducir: ”Y lo conseguí. A ver, en Nueva York nunca lo he necesitado. Pero empecé a sentirme culpable, porque es a mi mujer a quien le toca siempre llevar a las crías, ir a la compra… Durante la pandemia decidí que, cuando acabase, debía intentar hacer cosas nuevas y sacarme el carnet fue una de ellas. Pero conduzco como una señora mayor”, dice simulando que coge un volante muy fuerte con las dos manos y acerca la cabeza a un parabrisas imaginario. Resulta gracioso. Whitehead mide más de metro ochenta y es todo lo contrario a una señora mayor. Claro que tampoco encaja en la imagen de un doble ganador del Pulitzer y lo es. Lo consiguió en 2017 con El ferrocarril subterráneo y en 2020 con Los chicos de la Nickel. “La primera vez estuve de buen humor todo un año. La segunda pasó durante la pandemia y estaba a otras cosas”, cuenta.

El ferrocarril subterráneo fue el título que le consagró. Ya llevaba seis novelas y dos libros de no ficción y había conseguido ese extraño bingo de ser respetado por la crítica y vender razonablemente bien. Lo bastante para vivir una vida desahogada. Pero esto fue otra cosa. No solo ganó el Pulitzer y el National Book Award. Fue alabado por el mismísimo Barack Obama y, sobre todo, fue elegido para el club de lectura de Oprah Winfrey, una máquina de crear best sellers. “A veces me da la impresión de que los temas sobre los que tratan mis libros pueden sonar estúpidos. Escribí un libro sobre inspectores de ascensores, ¿quién querría leer eso?”, dice refiriéndose a La intuicionista (1999), su primera novela. “Cuando Oprah seleccionó El ferrocarril subterráneo atrajo a mi libro a un montón de gente que normalmente lo vería en una librería y diría: ‘Esto parece una estupidez’. Fue un impulso muy fuerte las dos primeras semanas. Después siguió creciendo y creciendo por su cuenta”. La novela ha superado el millón de copias vendidas, pero no fue un parto fácil: tardó 14 años en decidirse a escribirlo.

Su origen estaba en una confusión infantil. El ferrocarril subterráneo era el nombre de una organización que durante el siglo XIX ayudaba a esclavos fugados del sur a llegar a los estados del norte o a Canadá. De niño, el imaginativo Colson, un chaval que se encerraba en su cuarto a leer tebeos de Marvel —”me encantaban, creo que decidí ser escritor pensando: ‘¿No sería guay escribir cómics de Spider-Man?”—, creía que esa metáfora era real. Que bajo tierra discurría una línea de tren con convoyes, maquinistas y estaciones. De mayor, convertido en un escritor que admiraba el realismo mágico de García Márquez y a Borges, se planteó convertirlo en un libro. Pero la tarea de escribir una novela sobre la esclavitud le abrumaba. “Estuve dándole vueltas durante 14 años. Cada vez que terminaba un libro, pensaba: ‘¿Estoy listo para escribirlo?’. Y la respuesta siempre era no. Hasta que me di cuenta de que lo había evitado mucho tiempo pero aun así la idea no se iba. Ese momento me pareció el correcto para escribirlo”.

Colson Whitehead, retratado en Madrid.
Colson Whitehead, retratado en Madrid.Edy Pérez

Ganó el Pulitzer otra vez con su siguiente novela, Los chicos de la Nickel, un relato aterrador por lo realista sobre un reformatorio en Florida en el que se cometieron abusos durante décadas. Toda la obra de Whitehead gira sobre la sensación de indefensión ante la autoridad por ser negro en Estados Unidos, pero en este caso el malestar es casi físico: “Siempre estoy atento a lo que pasa a mi alrededor. Para mí, y no soy el único, cualquier momento podría ser el que cambie mi vida para siempre. Lo decía un personaje de Los chicos de la Nickel: salir de casa cinco minutos antes o cinco más tarde puede cambiar tu vida. Y sí, siento que en Nueva York nunca sabes qué va a pasar con el policía con el que te cruzas. Si este es el momento en el que tu vida cambia. Tengo más de 50 años y me siento así desde adolescente. No es por nada concreto. Solo soy consciente de lo que me rodea”.

Whitehead acaba de editar en castellano (Random House) y catalán (Periscopi) El ritmo de Harlem, su última obra. Ha venido a España a promocionar esta novela policiaca protagonizada por un vendedor de muebles que por la noche se convierte en perista. Su tienda está en la calle 125, la misma del Teatro Apollo y el ya cerrado Hotel Theresa, corazón del que es desde la década de 1940 el barrio negro de Manhattan. Ambientada en 1965, poco queda hoy de aquel vecindario. “Los inmigrantes originales que vivían en Harlem procedían de Italia, Alemania e Irlanda. También había judíos. Vivían en los adosados de piedra rojiza que los especuladores inmobiliarios construyeron. En los años veinte llegaron los inmigrantes negros del sur. Irónicamente, los jóvenes que se están mudando allí ahora son los bisnietos de los primeros inmigrantes. Ellos dejaron Harlem y se fueron a los suburbios y sus descendientes están viniendo porque para ser Nueva York es barato. Ahora es más seguro que hace 50 años. Hubo una epidemia de heroína, otra de crack. Pero los últimos 20 años va hacia arriba”.

Después de dos libros tan duros como los anteriores, este, principio de una trilogía con el mismo protagonista cuya segunda parte se desarrollará en los setenta y la tercera en los ochenta, tuvo un nacimiento mucho más liviano. “Este libro tiene un origen mucho más humilde. Un día, mi esposa conducía y yo pensaba en qué película ver esa noche. Se me ocurrió que Ocean’s 11, que sería la millonésima vez que la veíamos. Y pensé que debía ser muy divertido hacer algo así, básicamente. Tuve envidia de Steven Soderbergh y me plantee: ‘¿Podría escribir una novela de atracos?’ Y así me di permiso”. ¿Le gustaría que Soderbergh hiciera la película? “Debe de estar muy ocupado”, bromea.

De momento El ferrocarril subterráneo es la única de sus obras que ha pasado a la pantalla. Es una estupenda miniserie de Amazon Prime dirigida por Barry Jenkins, el oscarizado realizador de Moonlight. “Yo no pongo cara a mis personajes. Así que sus rostros siempre están algo borrosos. Mi último viaje antes de la covid fue a visitar el plató y fue realmente milagroso ver el elenco: eran ellos, mis personajes. O ver a 100 personas, ese enorme equipo trabajando, en una escena usando detalles que yo escribí años antes. Por ejemplo, escribí que un vagón era rojo sin darle importancia al detalle. Fue aleatorio, pero había un vagón y era rojo porque eso está en el libro”.

El escritor es de buena familia, sus padres tenían una empresa de contratación de directivos y estudió en Harvard. “Estuvo bien, allí leí por primera vez a muchos autores: James Joyce, Toni Morrison, Samuel Beckett... pero eran muy clásicos. Solo había una clase dedicada a la literatura después de 1945″. Empezó a escribir en los noventa, en The Village Voice. “No era periodista”, matiza. “Yo no salía a la calle y soy muy malo haciendo entrevistas, hago preguntas idiotas. Era columnista de televisión, que entonces era lo que no quería nadie. La verdad es que trabajar con editores y verme obligado a publicar me enseñó muchísimo”. Al final consiguió lo que quería: ser escritor. Ni escribir artículos, ni dar clases, trabajar tranquilo desde casa. “No soy de los que van a cafeterías. En casa me puedo echar una siesta o comer un sándwich. Con escribir de diez a tres me parece bien. Mi objetivo es ocho páginas a la semana. Eso son 32 al mes, lo que significa que en 10 meses tengo una novela de 300 páginas. Ese es mi ritmo”.

Whitehead ha señalado en muchas ocasiones a Toni Morrison como su gran referente. ¿Cómo ve el estado de la literatura negra en Estados Unidos hoy en día? “Mi primer libro, La intuicionista, es sobre inspectores de ascensores, que en realidad es una extraña metáfora de la raza. ¿Se había publicado en 1960? No, había que ser más realista social. Hablar de los problemas a los que se enfrenta la comunidad negra más directamente. Ahora hay muchos más escritores negros. Pero el mundo editorial sigue siendo muy blanco. Si vas a las oficinas de Random House en Estados Unidos hay muy pocos editores negros, incluso ahora que las listas de ventas son un poco más diversas de lo que eran hace cuatro años. Entonces, ¿es un buen momento? Está mejorando. ¿Hay margen de mejora? Sí, muchísimo”.

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