Kim Sherwood, la novelista que ha hecho desaparecer a James Bond y ha creado a un agente negro y gay
Tiene 33 años, descubrió a 007 tras ver ‘Goldeneye’ en televisión y se ha convertido en la primera mujer en firmar una novela del agente, ‘Doble o nada’, con la bendición de los herederos de Ian Fleming
Tras la controversia que suscitaron los últimos giros de James Bond, la nueva novela del superespía creado hace 70 años por Ian Fleming plantea una vuelta de tuerca aún más extrema que las que proponía Sin tiempo para morir: su desaparición. O, lo que es lo mismo, su conversión en un macguffin, el clásico mecanismo hitchcockiano que permite desencadenar la trama pero que en el fondo solo es una excusa. El debate sobre si el próximo Bond fílmico puede ser negro, gay o incluso una mujer continúa (aunque esta última opción ya ha sido descartada por los productores) y Kim Sherwood (Camden, Inglaterra, 33 años), la primera mujer en acometer una novela del personaje, opta en Doble o nada (Roca) por un planteamiento que permite afrontar esa actualización en los términos inclusivos que se le reclaman a la saga y, a la vez, preservar las características originales del héroe.
En la novela, Bond lleva más de un año desaparecido, su ausencia lo impregna todo y otros tres agentes doble cero, esas dos cifras que dan carta blanca para liquidar enemigos sin tener que dar explicaciones, toman el primer plano en un escenario reconocible, plagado de secundarios recurrentes pero puestos al día: Moneypenny ha ascendido y es la jefa de la sección 00, y hay un nuevo M y un nuevo Q, reimaginado ahora como un superordenador (o una inteligencia artificial mucho más eficiente que ChatGPT) gestionado por un par de genios de la informática veinteañeros.
A Sherwood, bondófila desde que con menos de 10 años vio Goldeneye, los herederos de Ian Fleming le encargaron una nueva trilogía de novelas en las que tenía que presentar a nuevos espías, expandiendo el universo de la saga. “Bond es la estrella de este mundo y tiene su propia fuerza de gravedad, hasta el punto de que, cuando aparece, todo gira en torno a él. Es imposible poner a nuevos personajes a su lado y que alguien les preste atención o se encariñe con ellos estando Bond en el plano. Si quieres que eso pase, Bond tiene que salir del plano. Por eso hice que esté desaparecido desde el principio”.
Sin 007, el peso de la acción recae en la agente 003, la francoargelina Joanna Harwood, antigua amante de Bond; el agente 004, Josep Dryden, negro, gay y con una discapacidad (es sordo de un oído), y 009, Sid Bashir, exnovio de Harwood, de padre sudanés y madre pakistaní y atenazado por la culpa porque compartía misión con Bond cuando se esfumó en la misma Barcelona a la que fue a morir el Quijote.
Tanto por la variedad de perfiles de los nuevos héroes como por la idea de expandir el universo Bond, la novela parece un libro de instrucciones para nuevas películas (o series). Cuando Amazon adquirió MGM, y con ella el 50% de los derechos de adaptación del personaje, ya se especuló con un plan para exprimir la franquicia a base de series y spin-offs en paralelo a las películas principales de la misma, a la manera de lo que ha hecho Disney con Star Wars, pero la familia Broccoli, dueña del otro 50% y que tiene la última palabra en todo lo concerniente a las aventuras audiovisuales del personaje, ya dejó claro que no está por la labor.
Si la nueva trilogía de libros es un primer paso por parte de Ian Fleming Publications, titular de los derechos literarios, para convencer a los Broccoli de las bondades de esa ampliación del campo de batalla, o no, es un enigma que Sherwood no desvela. “No sabría qué decir sobre el tema de las películas, pero era un reto como escritora”, zanja. “La apuesta era hacer la historia mucho más inclusiva y ojalá que facilitar que mucha más gente pueda identificarse como el héroe de la novela manteniendo a la vez a James Bond como James Bond, sin cambiar el personaje”.
Explicado por Sherwood, el festín inclusivo, suena más a giro realista que a empacho de agenda woke. “Lo primero que hice es ver cómo está reclutando agentes el MI6. Hay una página en su web en donde se especifican los requisitos para trabajar allí y se plantea algo así como: ¿Sabes muchos idiomas? ¿Te gusta viajar? ¿Tienes una ética gris? Bueno, quizá puedas espiar. Y buscan todo tipo de perfiles y de experiencias, porque si todos tus espías son iguales, hombres heteros blancos y que han estudiado en Eton, eso complica ponerlos a trabajar de incógnito y limita el número de misiones a las que se les puede enviar”.
Que, además de la desaparición de Bond, el otro macguffin de la novela sea un invento patrocinado por un filántropo multimillonario para revertir el cambio climático también encaja como un guante en la agenda sociopolítica actual. Pero la autora tiene claro que está siguiendo una tradición instaurada por Fleming. “Él escribía acerca de las principales preocupaciones de su época, como el comunismo o la amenaza nuclear, pero también sobre situaciones sociales, como el movimiento de los derechos civiles. Y hoy una de las mayores preocupaciones es la crisis climática. Hay un desequilibrio y una injusticia crecientes, porque hay quien ya está sufriendo en gran medida los efectos y una minoría que puede cambiar las cosas pero no lo hace porque se está beneficiando claramente de la situación. Esa crisis era el lugar ideal para situar al villano”. Sherwood habla con conocimiento de causa. Tras el impacto que le supuso el Bond de Pierce Brosnan en la tele, a los 12 años descubrió los libros. Y ya nunca se desenganchó. “Compré Desde Rusia con amor en una librería de segunda mano y me enamoré completamente de la forma de escribir de Fleming, el estilo, el suspense...”.
Esa fascinación temprana le permitió saltar de una primera novela, Testament, inspirada en la vida de sus abuelos, a un thriller de superagentes secretos. “Ya había alguna referencia a Bond en Testament, y a todo el mundo que me conoce le he dicho siempre que quería escribir una novela de James Bond. Básicamente, le he pedido al universo durante años esta oportunidad y me la ha concedido. Cuando mi agente supo que la familia Fleming estaba buscando un nuevo escritor, inmediatamente se puso en contacto con ellos. Les escribí una carta con mis ideas. Para ellos es muy importante que quien continúe el legado de Ian Fleming sienta pasión por lo que él creó, y yo tenía un proyecto que hice para la clase de lengua con 13 o 14 años, sobre una novela suya, así que fotocopie esa tarea y se la mandé a la familia. Este es un sueño que se ha hecho realidad”.
Sherwood consideraba importante “honrar la visión de Fleming, que no desaparece sino que se actualiza”. Para la autora, la pregunta es por qué Bond, creado hace 70 años, en un mundo muy distinto del actual, “es como es en este siglo”. Tiene una respuesta, claro: “Carga con una enorme cantidad de pérdidas. Sus padres mueren cuando era pequeño, pierde a Vesper, su primer amor; pierde a su mujer, asesinada tras la boda... Lleva consigo una cantidad de duelo que hace que todas sus relaciones, si es que podemos llamarlas así, con otras personas, sean breves, porque ya no se involucra”. En el libro solo vemos a Bond a través de los ojos, y los recuerdos, de quienes le han conocido. “Eso permite ver distintas versiones de lo que opinaban de él. Cada personaje facilita una pieza en el puzle que es Bond”.
Un puzle y un mito, que se acrecienta con esa ausencia que, entre peleas, persecuciones y diálogos afilados, empapa todas las páginas del libro. En una de ellas, uno de los malos dice que el poder del Reino Unido se basa en los mitos: el del imperio, el de Churchill, el de Scotland Yard y Sherlock Holmes, el de James Bond. “Los mitos se forjan con hechos heroicos y personas heroicas. O quizá solo han sido siempre fantasías”, reflexiona, y luego concluye sobre 007: “Ese hombre es una fantasía. Los coches, las mujeres, los artilugios, la resistencia, el valor, el hombre que se mantiene firme y no flaquea”.
La idea metaficcional del héroe convertido en mito, y del mito puesto a prueba, la saca Sherwood de Desde Rusia con amor, aquel primer encuentro literario suyo con Bond, en el que hay un complot para destruir la imagen del héroe y, con ella, la del Reino Unido. “Se trata de poner a prueba la solidez del mito de Bond, que es un símbolo que va evolucionando, como su país y como el mundo. Y siempre sale airoso”.
Sherwood también reserva un pequeño homenaje a la primera mujer que escribió sobre 007, Johanna Harwood, que, casi seis décadas antes de que Phoebe Waller-Bridge participara en el libreto de la última película de Bond, Sin tiempo para morir, fue coguionista de las dos primeras, Agente 007 contra el Dr. No (1962) y Desde Rusia con amor (1963), y a la que pidió permiso para cederle nombre y apellido a su agente 003 . “Si esas mujeres no hubieran sido pioneras en las industrias creativas, en mi generación las mujeres no podríamos hacer lo que estamos haciendo”.
No es el único nuevo espía con nombre prestado. El agente 009 comparte apellido con el doctor Julian Bashir, uno de los protagonistas de Star Trek: Espacio Profundo Nueve, uno de los spin-offs noventeros de la legendaria serie de Gene Roddenberry. Sherwood ha reconvertido una saga de espías con protagonista único en una historia mucho más coral, y pone series televisivas como Star Trek o El ala oeste de la Casa Blanca como modelos: “Son relatos en los que cualquier personaje puede ser el protagonista en un capítulo determinado y luego dejar el foco principal a otro, porque todos son interesantes”, que es lo que ella pretende hacer con la trilogía de libros que por el momento le han encargado.
009, de hecho, es el único personaje para el que la escritora imagina a un actor, Alexander Siddig. “Pero el de los noventa, ahora es mayor para el papel”, precisa. Es decir, cuando encarnaba, precisamente, al doctor Bashir. Para los demás, de cara a un eventual salto a la pantalla, no se moja. Tampoco para el sustituto de Craig. “Tras Pierce Brosnan, yo no podía imaginar a otro Bond. Cuando escogieron a Daniel, hubo muchas críticas. Y ahora aún estamos de duelo por él y yo no veo a otro. Buscarlo es trabajo de Barbara [Broccoli] y me alegro enormemente de que no sea el mío”.
Tampoco entra en la última polémica relacionada con Bond, y con sus herederos, que son quienes la han contratado. La entrevista tiene lugar antes de que el Sunday Telegraph publique que los herederos de Fleming reeditarán los libros de Bond con alteraciones del texto original para eliminar referencias raciales que, en palabras de la editorial, “los lectores actuales podrían considerar ofensivas”. Contactada por correo electrónico, Sherwood se limita a remitirse al comunicado con el que la editorial justifica su decisión.
Sí asegura en la entrevista que a ella le han dado “mucha confianza, una enorme cantidad de apoyo y una libertad absoluta”, y que las únicas condiciones fueron que presentara a nuevos superagentes y que la historia fuera contemporánea. Está empezando a trabajar en el tercer libro y el segundo ya está escrito y en fase de revisión y edición. “Es un proceso muy interesante”, explica. “Intervienen todos los miembros de la familia Fleming y múltiples editores en diferentes países, así que lo imagino como una de esas escenas de película de Bond en las que hay un montón de personas leyendo y opinando en una mesa muy larga”.
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