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Un hombre se pinta las uñas en 2024: por qué este gesto de coquetería masculina solo levanta sospechas

¿Qué sucede en 2024 cuando un hombre se pinta las uñas? Bienvenidos a un laberinto de ‘aliades’, futbolistas deconstruidos y esmalte del tono equivocado. Nuestro reportero lo experimentó en primera persona

La manicura masculina ya no es tabú.
La manicura masculina ya no es tabú.Getty Images

—¿Y entonces no te ha importado lo de las uñas?

—Qué va, al revés. Es que de hecho en lo primero en lo que me he fijado es en tus uñas pintadas.

—¿En serio? ¿Y no has pensado en que podría ser gay?

—No, amor. Me hace gracia que pienses así, qué ingenuo. Hace tiempo que no es tan simple, en plan, no creo que la gente haga esa asociación directa.

La noche, desde un punto de vista laboral, ha sido un fracaso. A nadie le importa que lleve las uñas pintadas, como mucho han sido más encantadores de lo habitual, o es la sensación que he tenido. El encargo de la revista, que me pinte las uñas y cuente qué pasa, me ha pillado en Málaga, durante el festival de cine. Me he comprado el pintauñas en el Primor de un centro comercial. La elección ha sido un azul eléctrico, desoyendo a mi amiga Marina, que prefería negro o azul oscuro.

—Es que no quiero parecer aliade.

—Tranqui, Dani, no creo que nadie te confunda.

Aliade deriva de aliado feminista: un hombre activamente involucrado en la lucha por la igualdad entre géneros. Aliade denota un tono despectivo, y se utiliza tanto desde fuera como desde dentro del movimiento para señalar a aquellos varones que se esfuerzan por exhibir una masculinidad deconstruida, muchas veces impostada. Por ejemplo, llevar unas uñas negras para poder contar tan a gusto “que anoche te comiste a tal tía”, me cuenta mi amiga Marina.

Víctor Sánchez, autor de varios libros que reflexionan sobre la condición masculina, se considera un hombre en proceso de deconstrucción, y también sabe lo que es ser un “falso” aliado feminista. Hace diez años, cuando rondaba los 40, entró en un período confuso de su vida. “Me encontraba perdidísimo”, explica por teléfono. De pronto se vio con dos hijos a su cargo y se dio cuenta de que ya no bastaba con ejercer un modelo de paternidad tradicional, en la que su labor consistía en “llevar dinero a casa y poco más”. En Facebook encontró un grupo de hombres que se reunía “para cuestionar el modelo tradicional de masculinidad”, para deconstruirse. Escuchar las experiencias de sus compañeros, y muchas lecturas de feminismo, le llevaron a “hacer clic” y a darse cuenta de todas las actitudes que había heredado y asumido de la sociedad patriarcal, con las que no se sentía identificado. Ahí fue, reconoce, cuando le entraron las prisas por ser el más feminista, y hacerlo antes que nadie: “Me compré una bufanda morada y me puse una chapa del 8M, literalmente. El problema es cuando esos cambios superficiales vienen antes que una reflexión profunda. Entiendo esa desconfianza por parte del feminismo, y la asumo”.

Hay, es evidente, una lectura no política de llevar las uñas pintadas siendo un hombre. Se observa una creciente normalización, ejemplificada en hechos como el reciente lanzamiento de un esmalte verde, producto de una colaboración de los músicos Pharrell Williams y Tyler, the Creator. Esta aceptación social ha requerido de la influencia del discurso feminista y de figuras públicas dispuestas a desafiar los estereotipos de la masculinidad clásica. Personajes como el futbolista Borja Iglesias, los cantantes Post Malone, Steven Tyler, Harry Styles, Bad Bunny y el actor Chris Hemsworth han adoptado este arte milenario, que en el siglo XX en Occidente se convirtió en un elemento exclusivo del ritual de belleza femenina.

De vuelta en Madrid, después de haber pasado el fin de semana en Málaga, recibo un mensaje de la redacción preocupándose por el estado del artículo:

—No quiero que me digas que sí, pero: ¿al final te pegaron una paliza por pintarte las uñas?

—Nada, no ha habido suerte. Voy a pasar a la siguiente fase, que es ponerme unas uñas de gel, a ver si así.

Escribo a mi amiga Marina para pedirle el contacto de su sitio de confianza para hacerse la manicura. Entretanto, voy a casa de un familiar a comer, ya con el esmalte quitado. De postre me como una naranja, y mientras la estoy pelando, este familiar advierte un mínimo rastro de pintura que se me había quedado en el dedo índice.

—¿Qué te ha pasado ahí? ¿Te has pillado con una puerta?

—No, no, me pinté las uñas para una cosa de un artículo, pero vamos, parece que a nadie le importa mucho.

—Es que ahora hay hombres que se cambian de género para obtener los beneficios de las mujeres.

—No, si esto ha sido para un artículo solo.

—Ha salido en las noticias, 40 militares de Ceuta que se han inscrito como mujeres sin cambiar de nombre ni de pareja, hay que ser caradura.

—Pues no me había enterado.

Al día siguiente, mi amiga Beatriz me pasa el número de su primo Alejandro. “Es un vasco masculino, y se pinta las uñas”, especifica. Además de eso, trabaja en un banco y tiene 25 años. Hace poco se puso unas uñas de gel porque se mordía los dedos. “Con el tema del esmalte me las veo tan bonitas que no me las muerdo”, explica por teléfono. Le gustan los colores oscuros: verde militar, azul marino o marrón. La primera vez que fue le quisieron poner unas uñas largas, como de drag. “De primeras dan por hecho que yo hago alguna historia. Yo les digo que no, que las quiero normal, o sea, más cortas”. La idea surgió hablando con unos amigos. “Me dijeron: ‘Joe, macho, es que las tienes hechas un circo’. Y yo: ‘Hombre, es que si las tuviese igual de bonitas que vosotros tampoco me las mordería, ¿me explico?”. Entonces a alguno se le ocurrió la idea de ponerse uñas, y le convenció. Como la estética de plástico le parecía bastante fea, decidió pintárselas. “Ya que estoy, me las pongo bonitas”.

¡Sí se puede! Lo demuestran los cantantes Harry Styles y Bad Bunny, y el futbolista Borja Iglesias.
¡Sí se puede! Lo demuestran los cantantes Harry Styles y Bad Bunny, y el futbolista Borja Iglesias.Wire Image/News Images/ZUMA Press Wire

—Y tus amigos, ¿no se rieron?

—Nada, muy tranquilamente. Somos de esta generación que vamos naciendo con otras ideologías, no nos metemos mucha caña entre nosotros, vamos, nada de caña.

—¿Y la familia?

—Tampoco. Aunque también es verdad que algún hombre más mayor sí que me dice: ‘¿Pero qué es, para no mordértelas o cómo?’

—¿En el trabajo?

—Nadie me ha dicho nada. Ahora ya sabes, estamos en una época en la que aunque alguien tuviera un problema con ello no diría nada. Cualquiera sabe que hay cosas que socialmente ya no se pueden decir.

Cualquiera lo sabe, sí, aunque quizá no en todas partes. Manel, de 26 años, vive en Constanza, en el sur de Alemania. Lleva años pintándose las uñas, y de vez en cuando se ha encontrado algún comentario desafortunado. “Hacía tiempo que no me pasaba, pero justo el otro día la mujer de un compañero de trabajo me preguntó si las uñas pintadas no eran cosa de mujeres”. ¿Y qué le respondiste? “Pues que hace 50 años cualquiera hubiese dicho lo mismo de los vaqueros que ella llevaba puestos en ese momento”.

Manel se pinta las uñas de negro, a juego con su vestimenta. Para él, este gesto es un acto performativo. Lo que busca es romper los estereotipos de género y avanzar hacia una sociedad en la que los roles masculinos y femeninos se hayan diluido. “Aunque en mi caso, lo considero un acto poco atrevido”, apunta. No hay forma, en su opinión, de que pintarse las uñas constituya un hecho exclusivamente estético. “Inevitablemente va a devenir en una opción política por cómo lo van a leer los demás. Uno se va a someter a una serie de preguntas e interpelaciones en las que va a tener que adoptar un discurso y una postura política”, explica.

—La verdad es que tengo pocos motivos para pintarme las uñas.

—¿Y eso?

—Convivimos en un mundo en el que conviven Vox y Samantha Hudson, y va a causar reacción negativa en ambos. En la parte tradicional porque perviven los prejuicios de siempre. En la izquierda se ha convertido en un meme que se relaciona directamente con el aliade, y es normal. Yo he visto tíos con masculinidad cero desconstruida que se pintan las uñas porque saben que es algo que puede agradar dentro de cierta tribu urbana. Como llevar una camiseta de los Chikos Del Maíz para dárselas de comunista.

—¿Entonces por qué lo haces?

—Porque entiendo que en algún punto sí es útil normalizarlo frente a esa mitad de la sociedad que no entiende que esto es normal.

Tres días después, sigo esperando el mensaje de mi amiga Marina, así que decido escribirle:

—Mari, ¿al final no me pasaste lo del número de las uñas?

—¡Ya! Perdona, es que no me contestaban y resulta que Eva se ha ido a vivir a China durante dos años.

—¿En serio? Bueno, pues entonces nada.

—Dani, sabes que te las puedes hacer en cualquier sitio, ¿no?

—Ya, pero no sé, es que en realidad creo que no me apetece mucho.

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