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ME RÍO HUDSON

Samantha Hudson: “¿Por qué quieres desenmascararme? ¿No te basta lo que te ofrezco?”

La cantante, ganadora del premio MTV EMA a la mejor artista española y a punto de iniciar la gira de su último disco ‘AOVE’, reivindica el hueco que se ha labrado en los puestos de poder del pop ibérico

Tom C. Avendaño
Samantha Hudson posa en exclusiva para ICON en la nave La Mosca de Madrid.
Samantha Hudson posa en exclusiva para ICON en la nave La Mosca de Madrid.PABLO ZAMORA

Hay personas a las que es difícil entrevistar porque su trabajo ya lo dice todo (prueben a hacerlo con ciertos chefs o futbolistas) y otras a las que es casi imposible entrevistar porque ellas mismas lo dicen todo; se explican tan bien por su cuenta en sus propias redes, con su propio tono, que cualquier pregunta formulada por cuenta ajena solo sirve para alargar el camino al mismo destino o, peor, someter al entrevistado a un tono distinto que, generalmente, retrata más al entrevistador.

—Como Risto Mejide cuando me preguntó si me gustaba tener pene.

Samantha Hudson (León, 24 años) está acostumbrada explicarse a sí misma. No hay nadie como ella en el panorama español: si no se explicase muy bien, quizá sería imposible entenderla. Que empezó a usar ese nombre alrededor de 2015, en su época de estudiante en un instituto de Mallorca. Que, poco después, se hizo viral un trabajo escolar suyo, una canción, Maricón, colgada en YouTube. Que retuvo la fama y empezó a ser conocida como estrella pop de orígenes y principios obreros; como representante de un underground social y cultural; como persona disidente de género (ni hombre ni mujer) primero y chica trans no binaria más recientemente.

—¿Qué le dijo a Risto Mejide?

—Que sí me gustaba mi pene pero es muy inapropiada esa pregunta. Si no entiendes el contexto del personaje, es muy arriesgado y a lo mejor a mí me produce disforia [rechazo al propio cuerpo]. Pero como no era el caso, dije pa qué me voy a enfadar y dejarle a este hombre mal, pudiendo responder y mostrar lo inapropiado de la pregunta.

Más que vida y obra de Samantha Hudson, está la vida de Samantha Hudson, que es su obra. Tiene tres álbumes, Los grandes éxitos de Samantha (2019), Liquidación Total (2021) y AOVE (2023), y con ellos gira por toda España, pero la labor por la que es más conocida es por cómo y cuánto habla. De precariedad, género, machismo español, de lo absurdo de la fama o la cultura del esfuerzo: para muchos, nuestros tiempos; para ella, su vida. Habla sin grandes pretensiones, con voz áspera, tono dulce, dientes torcidos, dicción de actriz de doblaje, socarrona y un poco desafiante, un poco sincera, un poco artificial, como si no acabara de creerse lo que le pasa pero te reta a que se lo niegues. En internet, con una fórmula mucho más endeble se puede pasar de ser una microcelebridad a una estrella digital.

Y de hecho el estrellato de Hudson se encuentra más allá de lo digital últimamente. La semana pasada, por ejemplo, ganó el MTV EMA a mejor artista española, premio de votación popular, por encima de gigantes como Quevedo o Lola Indigo. Su era más trash, la de chico gay con aspecto y formas de travesti, con ropa de Shin Chan o Bob Esponja y el discurso de que no se tomaba nada muy en serio se ha quedado desfasada ante una artista trans no binaria con estilo propio, musical y estéticamente. “Siempre me he visto como una gran superestrella”, responde ahora. “En los últimos años, lo único que ha cambiado es que cada vez más gente me ve como una gran superestrella. Es el síndrome de la impostora, pero no para conmigo misma sino para con el resto de gente, ¿sabes? Yo no me veo como una impostora, pero los demás sí”.

—¿Otra gente la ve como una impostora?

—Las niñas que me siguen, evidentemente, no. Pero todavía hay mucha gente que me toma por el pito del sereno. Yo nunca me he tomado demasiado en serio ningún triunfo ni ninguna derrota, ni nada bueno ni nada malo, para asimilarlo todo de una forma prudente y no dejarme machacar ni tampoco emborrachar por los éxitos. Y un premio es muy goloso. Pero esto es como una demostración, es decir, en el lenguaje de todas, utilizando las normas de unos circuitos estandarizados: ‘Oye pues, aquí estoy’.

Es, a ojo, el tercer acto de una vida que no ha alcanzado aún los 25 años. Si su popularidad ya es algo atípico, también lo son las incógnitas que genera su durabilidad. ¿Puede crecer de verdad alguien que se ha pasado la vida entera explicándose en voz alta? ¿Qué margen hay para cambiar cuando tanto de lo que has pensado sobre ti está recogido en una hemeroteca? “Nunca hay que hacerle caso a una misma cuando pasan las nueve de la noche. Te metes en la cama y de repente te bombardean los pensamientos intrusivos: a mí me da siempre por tirar de hemeroteca. Veo videos y leo entrevistas y digo: ‘Dios mío. Qué mal expresado está eso’. Luego, a la mañana siguiente se me pasa. No hay necesidad de juzgarnos a nosotras mismas con tanta contundencia. Si no hubiera tenido ese pensamiento con el cual ya no me identifico a lo mejor no estaría en el punto en el que estoy ahora”, monologa. “Es normal que una etapa del pasado ya no nos represente, incluso que la percibamos de forma ajena. Pero a mí eso me hace ilusión también: ‘Mira qué joven y absurda era”.

Prosigue: “Yo todo lo hago siempre pensando en cuando sea una vieja. Y me gusta mucho sentir que podré mirar mis entrevistas de cuando era más jovencita, o todas las fotos que van saliendo. Las revistas las compro y las voy guardando; los periódicos los recorto y los guardo en un álbum. Lo miro siempre con misericordia y con nostalgia, más que con resquemor o remordimiento, ‘jolín, como podías ser así’. Sobre todo porque he llevado unos looks que como me pusiera a juzgarlos estaría hundida en la miseria”.

Cuando se imagina de viejecita, ¿Cómo se imagina? Pues tengo un problema porque me imagino con unas tetas gigantes. Pero ahora mismo no tengo disforia de mi cuerpo, entonces no sé en qué momento va a suceder eso.

Tiene tiempo de aquí a entonces. Tengo tiempo, sí. Pero no sé cómo de apropiado es someterse a un quirófano siendo ya tan mayor, sobre todo para ponerse unas tetas enormes [carcajada]. Yo me imagino como... muy retirada y muy cucurruta. Una señora de barrio ¿Sabes? La típica que viene con el cardado, con el pelo muy teñido, con su modelo estrafalario, que la conoce la frutera y todo el mundo la saluda, pues yo quiero ser esa chica. Y tampoco espero ser una leyenda o que la gente me recuerde. De hecho, cuanto menos me recuerden, mejor. Me gustaría ser incluso como de culto. Que me llamen una vez al año para ver un ciclo en la filmoteca y ya está. Y me conozcan tres mariquitas indies. Es que abruma mucho que la gente te piense tanto. Yo no tengo percepción de mí misma, a veces se me olvida que existo.

¿A ver? ¿A ver qué?

Eso último, si lo puede explicar mejor. Siento la vida como un sueño febril. ‘Ah, pues he ganado un MTV EMA’. Pero también creo que es mi encanto y me ayuda mucho a no tomarme las cosas tan en serio. Es que es muy raro existir.

¿Es muy raro existir? No tengo autopercepción. Ni siento que soy un personaje público ni que estoy en el star system. Cuando salgo de fiesta, menos mal que soy una chica maja porque es que si no... A veces doy tanta vergüenza y soy tan inapropiada... Y estas personas saben que soy Samantha Hudson. Sencillamente podrían hundirme la vida, pero no lo hacen.

El poder de ser maja. Si eres una chica, o una persona racializada, o con una disidencia de género, etc., no se te permite ser desagradable, ni borde, ni estar enfadada. En general, la gente tiende a deshumanizarte o no empatizar demasiado con tus experiencias, porque las percibe como algo muy particular, aislado, ajeno a sus movidas. La otredad no le pertenece a la norma. Para los hombres no es una necesidad encargarse de la misoginia o de los problemas de las mujeres. La gente blanca no siente la necesidad ni la responsabilidad de prestarle atención al racismo estructural. Para la gente heterosexual cis, lo LGBT, es una cosa de nicho.

¿Y usted logra puentear ese desequilibrando jugado con él? Como los demás ya empatizan tan poco, si tú, de pronto, estás enfadada o te permites el lujo de ir en consonancia con tus emociones de ese momento, pareces una déspota, una tía desagradable, has perdido los papeles. Estar enfadada desacredita totalmente el discurso, soy muy consciente de ello y por eso en las entrevistas siempre tengo un tono de voz neutro y agradable. Si fuera una chica que no es así de encantadora, sería un personaje que cae mal al público.

¿Se censura? Luego ya en cuanto estés un poco establecida puedes tomarte ciertas licencias. A lo mejor yo te digo: ‘Oye, esto que me estás contando no me interesa en absoluto’ y parece un comentario totalmente fuera de lugar, pero aun así a la gente como que le hace gracia. Porque he desarrollado un lenguaje que siempre está entre lo serio y lo irónico, entonces es muy difícil saber cuándo te estoy hablando de verdad o cuando te estoy gastando una broma. Como que te lo he dicho por los jajás pero en realidad lo siento de verdad.

Ese es un palo muy recurrente en todas sus entrevistas. ¿Ha notado que hay como una intención de desenmascarar a Samantha Hudson, de ver cuánta verdad hay en sus declaraciones y sus letras, quién hay realmente tras el pelo y la voz? La gente tiene mucha afición con lo explícito, con la verdad. A veces la verdad no es tan importante como la narrativa. Yo todo lo hago por la narrativa, la narrativa de mi vida. Por eso decía que disocio y me veo en tercera persona, siempre pienso que estoy en una especie de Show de Truman, de serie que yo protagonizo (y que yo he decidido protagonizar, porque hay veces que te sientes el personaje secundario de tu vida y a mí eso me parece muy triste. Desde el instituto, me dije: ‘Tú eres la mártir de tus propias pasiones. Y tienes que ser el main character de este telefilm que va a ser tu vida’).

No nos mate pero… Entonces, ¿es usted así realmente? La respuesta es sí, pero aunque no fuera así, ¿por qué intentas desenmascararme? ¿Por qué intentas ir siempre más allá? ¿No te basta con lo que te ofrece la gente, no te basta con las anécdotas que te estoy contando? Hay cosas que nunca vas a saber si son verdad. La poesía impera por encima de la realidad, y a mí me parece algo como bastante aspiracional. Yo no quiero que mi vida sea hiperrealista, yo quiero que mi vida sea poética. Siempre me han preguntado: ‘¿Y cuánto hay de Iván [el nombre de su DNI] y cuánto hay de Samantha?’. Pues me parece una desfachatez. ¿No basta con lo que te ofrezco? ¿Crees que verdaderamente es tan sencillo diseñar y escribir esta narrativa tan compleja para que luego tú vengas e intentes desentrañarla y ver lo que hay detrás?

La semana que viene, el día 18 en la sala La Riviera de Madrid, Hudson comenzará su gira de AOVE, su último trabajo, el más complejo y adulto. “Me siento como un poco más alejada de esa atmósfera trash tan esperpéntica que tenía antes. Me tomo más en serio, dentro de mis parámetros”, confiesa. “Es verdad que la producción musical es mucho mejor, y en el sonido se ve como que ha habido un upgrade, siento que me pega más esta cosa como de rapera-disfrutona. Los conciertos sí que es algo que me hace ilusión preparar. Tener una idea, decir: ‘Vega, vamos a llevar el arco a las coreógrafas’, ‘Vamos a planear una coreografía’, ‘El diseño de luces’, ‘Hablar con el diseñador gráfico para que haga las visuales’… Darles un imaginario y un universo y que luego eso se plasme y tú lo hagas y la gente vaya a verte; que de repente una idea que tenías en la cabeza se materialice y la gente pueda disfrutar de ella. Es algo muy divertido, yo creo que es la gracia de la creación y de, en general, dedicarte a algo artístico. Me parece muy divertido, tener algo en la cabeza y que de repente exista de manera material. Eso lo disfruto mucho”.

¿Es esto una contradicción con su eterno discurso a favor del ocio? Y, de ser así, ¿nos la debemos tomar en serio? “No me gusta presumir de que trabajo porque creo que el trabajo no es digno, entonces presumir de que te lo has currado un montón me parece una estupidez”, concede. “Y también porque me da vergüenza tirarme flores. Pero me empleo a fondo en mi propuesta. No van a ir a ver a Joaquín Sabina”.

Estaría bien un show que fuera usted con una guitarra. Yo podría escribir una canción en el nivel de Joaquín Sabina. No sé si Joaquín Sabina podría escribir a AOVE.

AOVE no es político. Samantha sí lo ha sido, mucho: hace dos años estrenaba el vídeo Por España, donde usaba tanto del imaginario español rancio y la lógica de la derecha más cerril que parecía preconizar las manifestaciones ante Ferraz. Sus opiniones políticas eran una parte esencial de su imagen. Otra cosa que ha quedado atrás. “Acabas muy quemada de verte opacada por tu identidad o por tus opiniones políticas. Es algo que reivindico y de lo que estoy muy orgullosa pero enfrentarte a ese encasillamiento absurdo al cual los medios te abocan una y otra vez es muy cansado. Llegó un punto en el que me hacían preguntas al nivel de una ministra. Que no es que la mayoría de ministros estén al nivel, también te digo. ‘Amor son las 7 de la mañana, o sea, por favor, pregúntame algo más distendido, yo que sé’. Pero yo sigo. Sobre todo en los conciertos, siempre meto alguna cuña. Al final mi discurso es parte de mi arte. También yo creo que por eso era muy merecido el premio de la MTV.

¿Por qué? Me hace ilusión porque creo que por primera vez en mucho tiempo se está por encima de las cifras del algoritmo, los streams, la obsesión por la viralidad, por la capitalización, por el hiperconsumo… Lógicamente, Lola Indigo y tal son las artistas más grandes ever. Pero creo que se ha premiado a la artista más icónica. Y se ha premiado un concepto de arte que reivindico, un arte holístico y total. Mi estética es mi arte. Mi identidad de género es mi arte. Cada vez que salgo vestida con uno de mis looks, para mí eso es una performance, todos los valores, la comunidad, los ideales que represento, esa referencia para las chicas jovencitas que vienen irrumpiendo en escena… todo eso conforma mi concepto artístico. Más allá de la performance, de la puesta en escena y de las canciones, creo que el mayor hito artístico que yo he hecho es crear a Samantha Hudson. Y la he creado yo desde cero, desde que tengo 15 años, y paso a paso en todos los años desde entonces.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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