Samantha Hudson: «En el colegio solo sufrí el paquete básico de ‘bullying’: llamarme maricón por los pasillos y algún empujón»
Un videoclip para un trabajo de clase la convirtió en una celebridad entre la comunidad LGTBIQ. Ahora, con su ‘show’ ‘Eutanasia Deluxe’ y su irreverente ‘podcast’ en Netflix, donde se atreve a decir lo que nadie más dice, se ha puesto en la parrilla de salida hacia un estrellato muy particular.
“La Miranda Makaroff de los pobres, la reina de los bajos fondos, las piernas de España, la chica de serie B más querida de España, un fenómeno sobrenatural”. Así se presenta esta mallorquina de 21 años que se dio a conocer con un polémico videoclip que subió a YouTube cuando estaba en el instituto y en poco tiempo se ha convertido en un icono queer. En el nombre de su DNI pone Iván González; en su firma, Samantha Hudson. Las entradas para su debut en el madrileño Teatro Lara el 24 de marzo se agotaron al día de salir a la venta y añadió dos fechas más a su calendario: el 7 de abril (también agotado) y el 21 de mayo. En estos cinco años no ha parado. Ha protagonizado su documental Samantha Hudson, una historia de fe, sexo y electroqueer, ha fichado por la discográfica Subterfuge, con la que trabaja en su primer álbum, conduce el podcast de Netflix ¿Sigues ahí? con Jordi Cruz e inspira a muchas personas que le envían dibujos, fotos de grafitis e incluso trabajos de clase basados en ella. “Soy un punto de convergencia para un público muy dispar. Soy el área de descanso donde entra el camionero, la familia que se va de viaje o el autobús de excursión”, afirma.
¿De dónde sale Samantha Hudson?
De un proyecto inocente para la asignatura Cultura audiovisual de bachiller. Nos propusieron hacer un vídeo de temática libre y yo tiré por ser travesti y hacer un videoclip gamberro con estética hortera y basura para criticar las vejaciones de la iglesia católica al colectivo LGTBI.
Y se armó un buen revuelo.
Sí. La Iglesia, el obispado, todos los partidos de ultraderecha, Hazte oír y el defensor del menor iniciaron una campaña absurda y se posicionaron contra mí. Me encanta pensar que gracias a eso me construyeron el principio de mi carrera. Eran unos señores de 50 años peleándose con un niño de 15 que había hecho una gamberrada, pero si no llega a ser porque pusieron el grito en el cielo, se hubiera quedado en un trabajo de clase y no estaríamos hoy aquí.
En la ceremonia de graduación saliste al escenario con un vestido, zapatos de tacón y pronunciaste un discurso reivindicativo en el que exponías que corrías peligro por ser como eras. ¿Lo has sentido alguna vez?
He tenido suerte y nunca me han agredido. En el colegio no sufrí un bullying extremo.
¿Extremo?
Sí, solo el paquete básico de llamarme maricón por los pasillos y algún empujón. Pero a veces también borramos los recuerdos negativos y tal vez mi pasado no es como lo imagino. Creo que si eres un maricón más sencillo y vas de la mano con tu pareja te insultan más porque ven que pueden contigo. Pero si ven a una travesti rubia de 1,80 por la calle con un minifaldón y unas medias de rejilla se quedan en blanco y no saben reaccionar. Como cuando voy de señorona, con la taza de té en la mano y los pendientes por el barrio de Salamanca. Se quedan mirándome como pensando “qué fenómeno más extraño es este” y no les sale ni insultarme.
Y detrás de eso, ¿hay una crítica social?
Sí, pero yo lo hago por diversión aunque resulte luego que todo tiene un sentido.
En tu último tema, Dulce y bautizada, denuncias la hipersexualización de la sociedad. ¿Por qué?
Porque todavía no he visto a nadie con ese discurso de manera pública. En la publicidad, las películas y sobre todo en las series de adolescentes da la sensación de que todo es sexo. Todos los personajes hacen tríos, pero no hay nadie que hable de ser virgen a los 21. Tengo amigas que todavía no han mantenido relaciones sexuales y piensan que tienen un problema. La felicidad y nuestro estado de ánimo están muy atravesados por la cantidad de libido que despertemos en los demás y por cuán atractivos nos consideren. Esto es peligroso porque ni es nuestra culpa ni hay que imponerse un ritmo. Yo, por ejemplo, no tengo nada de impulso sexual y forzarme a tener relaciones, quedar con un chico para tener sexo, luego me hace sentir peor. Pero si dices que no tienes sexo a menudo parece que tienes un trauma como si fueras un sujeto anómalo, cuando lo que sucede es que a mí me sienta bien a nivel emocional ser más selectiva o pensármelo mejor y no lanzarme a la aventura. Ahora todo es un huracán de estímulos y un interés constante por cosificarnos. Y luego está las aplicaciones de ligar, que consisten en acumular una conquista detrás de otra para sentirte válido y tener aprobación de la sociedad.
Habrá gente que se sienta aliviada al escucharte.
Sí, pero yo muchas veces lo digo porque necesito verbalizarlo para creérmelo y hago stories para ponérmelos a mí misma y que me cale. Luego no sabes la cantidad de mensajes que me llegan agradeciéndomelo y diciendo que les pasa lo mismo que a mí.
¿Qué es lo que más te agradecen por redes?
El humor, el discurso, pero ya ni siquiera el LGTBI, sino cuando digo que en la vida lo que importa es ser una tía maja. Soy consciente de que transmito buen rollo porque es lo que he decidido practicar en mi vida. Un día dije: si yo puedo sacarle una sonrisa a alguien, aunque no se lo merezca, lo hago porque la vida ya es muy gris. Otro de los puntos que la gente más valora es que hablo mucho de la clase obrera, de los problemas laborales, la precariedad, de la especulación con el precio de la vivienda, de la importancia de los pequeños comercios, etc. Yo vengo de ahí, mis padres vienen de ahí y es algo en lo que hay que seguir luchando. Espero que nunca se me olvide cuáles son mis orígenes y que la lucha de clases es una de las más importantes para mí.
¿Qué te chirría de la política actual?
Que no se pongan de acuerdo y que sea una lucha de egos más que una política en democracia en la que hay que intentar alcanzar un consenso que contemple los intereses de todos. Lo estamos viendo con la ley trans, con las feministas del PSOE y las feministas de Podemos intentando apropiarse del mérito. Y por culpa de esa lucha absurda y división terminan flaqueando y las que estamos al pie del cañón somos las damnificadas, las que perdemos derechos. Tirar para abajo la ley trans por no ponerse de acuerdo me parece abominable. A ver, que luego seguro todo es más difícil de lo que yo planteo, pero es que soy travesti no política.
¿Una travesti puede decir cualquier cosa?
Sí, tenemos el comodín del público.
¿Y qué opinas del debate que se ha generado con la ley trans?
Creo que los derechos humanos no deberían ser debate. Entiendo que haya dudas y miedo, pero luego te das cuenta de que ese miedo se basa en conjeturas absurdas. También me recochinea que las personas CIS, las que no somos trans, seamos las que participemos de este debate y decidamos qué leyes están bien y cuáles no para un colectivo al que no pertenecemos.
¿Crees que también es algo generacional?
Yo entiendo que la generación de mis padres o la millennial son víctimas de otro contexto, pero es tan sencillo como decir: ¿qué es una mujer trans?, ¿un hombre que transiciona?, ¿una persona que nace en el cuerpo equivocado? Pues no. Es una mujer y ya está. Y las mujeres pueden tener una genitalidad distinta y no tiene por qué implicar nada con el género. Es una chica y me da igual lo que tenga entre las piernas, si va depilada, si se deja bigote… No tiene más misterio.
¿Te lo preguntan mucho?
Sí. Y veo superpositivo que cada vez me pregunten más cómo prefiero que me llamen. A mí me da igual que utilicen “él” o “ella” mientras me hablen con respeto, pero a quien no le da igual hay que tratarle con su pronombre.
Hicieron un documental sobre ti cuando tenías 18 años. ¿Cómo surgió Samantha Hudson, una historia de fe, sexo y electroqueer?
Una fan me paró en el outlet de Mango de Mallorca y me dijo que tenía un amigo videógrafo. Filmin le había dado dinero para realizar un documental y quería hacerlo sobre mí. Le dije que sí y me daba igual si salía bien o mal porque yo lo hago todo para verme de vieja. El problema de hacer cosas tan joven es que son épocas de muchos cambios y al año ya no me sentía nada identificada. Pero me gusta porque me ayuda a hacer un ejercicio de no arrepentirme nunca del pasado y a sentirme más correspondida con la persona en la que me voy convirtiendo.
¿No te arrepientes de nada?
No, porque los errores que he cometido son las cosas más divertidas que he hecho y ahora tengo anécdotas divertidas con ellos. Tirarme del balcón, como aparece en el documental, fue una imprudencia que no volvería hacer, pero ahora tengo una anécdota tan divertida… Y reírme de mi ojo morado me ayudó a superar el drama. El sentido del humor es un arma muy poderosa.
¿Con humor se puede decir cualquier cosa, o tú tienes barreras?
La gente agradece que hago un humor que no ofende a nadie. No recurro a lo mediocre haciendo bromas sobre gente racializada, mujeres o, bueno, sobre maricones tiene su gracia porque yo lo hago con recorrido y trasfondo, no soy un facha haciendo una broma de maricones. Lo importante es ser consecuente y autocrítico. Y si tienes cabeza con eso ya sabes qué broma es pertinente.
¿Le has tenido que parar los pies a alguien?
Nunca voy a tolerar no tener el control y que me siente mal algo es demostrar una debilidad. Por eso en Twitter en vez de contestar, mando una foto de un chimpancé riendo. Con lo que más complejos tenía era con el acné y los dientes, pero decidí empoderarme y pensé que si Rossy de Palma había podido llevar su físico por bandera a pesar de todas las cosas que le decían, yo podía llevar mis dientes todos torcidos y las marcas de acné y no pasar absolutamente nada.
Dices mucho que ser auténtica es un acto político. ¿Por qué?
Porque no es que yo sea muy estrafalaria, es que la sociedad está superlimitada y con poco que hagas da la sensación de que eres supertransgresora. Yo solo tengo sentido común y si me quiero poner una falda no hay nada objetivo que me lo impida. Hacer algo que en esencia no ofende a los demás, sino que es tu libertad personal, es hacer una declaración de intenciones.
También das charlas a adolescentes.
Sí. Me encanta porque de todo me aburro muy rápido. Un día canto, otro pinto, otro soy top model, otro doy charlas. Lo que alucino es que haya gente que quiera venir a escucharme porque me hace sentir que tengo algo que decir. Me llaman de lugares como el ayuntamiento de Mataró para que charle con adolescentes LGTBI. Imagino que querrán un referente, con lo pretenciosa que suena esa palabra.
Sí, pero si a esa edad hubiera llegado a tu clase una Samantha…
Pues estaría encantada porque yo me he convertido en lo que quería ver. Imaginaba cuál sería mi estrella favorita y era una pedazo de travesti andrógina, superpunki pero con modelazos.
¿Qué es lo más punki que has hecho?
Ha habido bolos donde he hecho cosas muy punkis, pero saltar de un balcón o enfadar al obispo de Palma de Mallorca con 15 años igual es lo más.
Gracias a ese enfado lograste trabajar con artistas a las que admirabas. ¿Cuál ha sido la que más ilusión te ha hecho?
Para mí lo más importante es contentar a mi madre y mi familia. Que vinieran el año pasado a ver mi show a la Sala Maravillas y se lo pasaran tan bien ha sido el subidón definitivo. Que comprendan lo que estoy haciendo y que mi madre se quede tranquila y piense que su hijo puede ser travesti y ella ponerse a ver Ahora Caigo sin pasar penurias.
¿Te costó llegar a este punto con tu familia?
Yo lo he tenido fácil. Mi hermano mayor también es homosexual, me allanó el camino y vi que no era un problema para mis padres el tema de la orientación. Al principio, sí eran un poco reacios a los looks que llevaba a clase porque iba con coronas, chándales superhorteras y mochilas de princesas. Se preocupaban por si me ocurría algo pero siempre me han respaldado muchísimo. Vengo de un contexto muy favorable y si soy tan desinhibida es gracias a eso.
Eso no te quita valentía.
No, pero requiere muchas más agallas y tiene más mérito estar en un entorno hostil, con una familia que no te acepta y tener que fingir lo que no eres las 24 horas. No sé si sería capaz de fingir que soy hetero o cohibirme a la hora de ponerme un look por miedo al rechazo de mi familia o amigos. Pero ya que lo he tenido más fácil quiero elevarlo a la enésima potencia para acabar con todas las barreras.
¿Y cómo es volver a casa?
Antes me cortaba un poco para que mi familia no pasara miedo. No eran prejuicios suyos, los prejuicios de la mayoría de la gente nunca salen del corazón, sino de la aprensión de qué le va a pasar a mi hijo si sale así vestido a la calle. Pero eso le sucede a todos los padres, y no solo por ser gay. Si un hijo se hace actor piensan que va a morir de hambre; si se hace tatuajes, que no le van a coger en el trabajo.
¿Tendría que haber más Samanthas Hudson?
Con que haya menos gente retrógrada bastaría.
Háblanos de Eutanasia Deluxe, el espectáculo que presentas el 24 de marzo en el Teatro Lara.
Pues es como la gira de Madonna pero venida a menos. Un concepto de tour espectacular con versiones de todas mis canciones y sorpresas, pero de cultura basura. Es el show de la Sala Maravillas llevado a otro nivel con una puesta en escena más profesional.
¿Con qué artista de otro tiempo te hubiera gustado trabajar?
Con Sara Montiel en la época que la gente considera la mala, cuando había pasado los 70, le daba todo igual y sacó la canción Súper Sara. Me ha influenciado mucho sobre todo a nivel de look, con ese color turquesa en el ojo, el delineado medio borrado, una peca pintada fatal… Para mí esa es la estética.
¿Y artista actual?
Voy a hacer un tema con La Prohibida, que era mi referente del transformismo desde los 13 años, y nos produce Putochinomaricón. Me encanta colaborar con artistas emergentes. Me hace ilusión imaginarnos como la Generación del 27, pero en la actualidad y sin ser tan pedantes.
Saliste en los informativos de La Sexta comentando el precio de las verduras. ¿Te gusta cocinar?
Sí, aprendí en la cuarentena. Alimentarse es muy importante y conocer los alimentos y cocinar es fundamental. Estoy en un simulacro para ser una señora y tengo que hacer unos guisos estupendos.
Después, ese fotograma se ha convertido en un elemento pop del que han hecho hasta un mural en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid.
Ya. Es superbonito. Alucino todo lo que me llega, yo hago cosas y la gente lo convierte en cultura popular. Hasta una chica se ha tatuado mi nombre…
Bueno, tú tienes el de Arturo Valls en la rabadilla. ¿Por qué?
Me lo hice porque me dijeron que me tatuaban algo en un momento y pensé que me tatuaría lo primero que se me ocurriera. Me vino a la mente el programa Ahora Caigo, que lo ve siempre mi madre y dije: “Arturo Valls”.
Y si hubiera un mensaje que quisieras que quedara para el resto de la humanidad. ¿Cuál sería?
Pues si solo quedara una frase de toda la cultura del planeta Tierra y llegan los alienígenas, desentierran unas ruinas y aparece algo escrito que sea: “Maricón quien lo lea”.
*Estilismo: Natalia Bengoechea. Maquillaje y peluquería: Fer Martínez (Esther Almansa Management) para Dior y Sebastian Professional. Asistente de fotografía: Javier Hernández. Asistente de estilismo: Sergio Martínez de Maya. Asistente de maquillaje y peluquería: Diego Rodríguez.
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