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Se llama ‘fronteo’: cómo Bad Bunny presume de dinero, posesiones y poder sin parecer un cretino

Aunque el hip hop ha hecho popular el fenómeno, se da en otras profesiones y épocas (de Picasso a Cristiano Ronaldo) y tiene lecturas de clase y arte que van más allá de la pura presunción

Bad Bunny
Bad Bunny emanando riqueza en la alfombra roja de la Met Gala 2023.Sean Zanni (Patrick McMullan via Getty Image)

Es posible que en toda la historia no haya existido un fronteo más enérgico y descarado que el del filósofo Friedrich Nietzsche en su retrato autobiográfico Ecce Homo (1888). En él afirma, entre otras cosas, que su libro Así habló Zaratustra (1883) es “el mayor regalo que jamás se le ha hecho a la humanidad”. Fronteo, derivado del verbo frontear, es un término arraigado en el argot del reguetón y la música urbana. Define la actitud de mostrarse superior ante los demás, alardear de poder y estatus; en definitiva: no tener abuela. Una palabra que ha sonado mucho durante la última semana a raíz de la publicación de Nadie sabe lo que va a pasar mañana, de Bad Bunny. Con este álbum, el cantante puertorriqueño ha regresado al trap, ha colocado de nuevo todas las canciones en lo más alto del Spotify global y ha reafirmado que no hay nadie mejor que él en el arte de autoproclamarse el rey del mundo.

“Me da gusto que Bad Bunny otra vez hizo lo que se le dio la gana”, tuiteaba Héctor Elí, periodista especializado en música urbana, al referirse a Nadie sabe lo que va a pasar mañana. “Se desahogó, dijo lo que piensa y no es un tibio. La audiencia otra vez y como siempre en el argüende [chismorreo] de a quién le faltó el respeto y a quién no. Es un disco de trap pa’, se llama fronteo y es parte de la movie”, añadió. Elí hace referencia al pequeño beef (pulla) que le tira el autor de Un verano sin ti (2022) a, entre otros, el cantante colombiano J Balvin en el tema Thunder y Lightning. Según él, todo forma parte de unos códigos intrínsecos del género, tan arraigados como la presencia de una casa encantada en una novela de fantasmas.

El beef o tiraera involucra a dos cantantes que se enfrentan verbalmente a través de sus letras, de manera no muy distinta a los ataques poéticos que se cruzaban Quevedo y Góngora en el siglo XVII. El fronteo, que a su vez también se puede decir flexear, no necesita un rival concreto para existir. Es más una manifestación de estatus y autoafirmación que refuerza la mitología personal del artista. Desde Nadie sabe, la pista que con un tono íntimo y confesional abre el álbum, Bad Bunny sitúa al oyente en una realidad en la que no hay nadie por encima de él: “Y es verdad, no soy trapero, ni reggaetonero. Yo soy la estrella más grande en el mundo entero”, canta.

Pero es en la siguiente pista, Monaco (ahora mismo la cuarta canción más escuchada de Spotify), donde El Conejo logra la quintaesencia del fronteo. En el videoclip, una de las primeras cosas que hace es sentarse a comer en la mesa del actor Al Pacino en un restaurante. Lo que sigue es un despliegue de símbolos de ostentación: coches de lujo, casinos, yates, supermodelos y hasta el piloto mexicano de Fórmula 1 Checo Pérez. Hay un momento concreto de la letra en el que Bad Bunny asciende a un plano astral de opulencia al relatar sus supuestas charlas con el jugador de baloncesto LeBron James y el actor Leonardo DiCaprio sobre “temas de millonarios, digo, de multimillonarios, digo, de billonarios”.

“Si me da con frontear, no me soporto”, advertía Benito Antonio Martínez Ocasio, nombre real del artista puertorriqueño, en su canción 25/8. José Andrés Pérez, manager y descubridor del cantante Saiko, cree que el fronteo es algo inherente al género urbano. “Quizás los más jóvenes o los nuevos fans no lo entiendan, pero es parte de esta cultura”, sostiene. Además, según él, donde hay fronteo generalmente también hay orígenes humildes. “No debemos olvidar que el género urbano nació en la clase baja y abrió puertas y un futuro a esta gente. Con el fronteo, lo que se hace es “presumir” o sentirse orgulloso de lo que eres o de lo que has conseguido con esfuerzo y trabajo, viniendo desde abajo”.

C. Tangana como imagen de Loewe.
C. Tangana como imagen de Loewe. Loewe

Para Pérez, la autenticidad es otro concepto crucial para que el fronteo funcione: “Tiene que ser real. Mucha gente intenta copiar este estilo y presume de cosas que no tiene o canta de cosas que no ha vivido. En mi opinión eso suena cutre y no es creíble. Para frontear tienes que ser un ejemplo, haber sabido pasar hambre y haber tenido el coraje de superarte y haber acumulado ciertos logros”. Su indiscutible estatus en la industria musical sitúa a El Conejo en una posición inigualable para la ostentación: “A nivel de técnica puede ser que haya alguien mejor que él”, dice Pérez. “Pero por su posición es imposible que alguien frontée más que Bad Bunny. Es el cantante que ha roto todos los récords y es número 1 del mundo en el mercado latino, y me atrevería a decir a nivel global”.

En el mundo de la música, la ostentación está presente en una amplia variedad de géneros y hay ejemplos para todos los gustos. En el reguetón, hay temas clásicos como Yo puedo con todo de Don Omar, y otros que directamente abordan la experiencia de alardear, como Fronteamos porque podemos, de De La Ghetto. En el ámbito del rap más tradicional, Eminem, que tuvo su pico de popularidad en la primera década de los dos miles, llegó a afirmar en una canción que se sentía el dios del rap. Kanye West, antes de ser cancelado por sus comportamientos demenciales y comentarios machistas y antisemitas, compuso una canción titulada I Am a God (Soy un Dios), y en todo un disco, The Life of Pablo (2016), comparó su genialidad a la del pintor Pablo Picasso. En un extraño beef interdisciplinar, el compositor y cantautor Leonard Cohen se burló de las pretensiones de Yé en un poema en el que escribía: “Kanye West no es Pablo Picasso, yo soy Pablo Picasso. Kanye West no es Edison, yo soy Edison.” (...) “yo soy el Kanye West de Kanye West”.

En España también ha habido grandes cultivadores de este arte. Uno de los más destacados ha sido C. Tangana, quien, antes de su conversión a El Madrileño, tuvo una extensa trayectoria en el trap. En su tema Yelo canta “Hago euros caer como si fuera enero, he cambia’o la industria de un país entero”. Curiosamente, su rival en la escena, Yung Beef, hizo llover dinero en efectivo en la Plaza de Callao hace seis meses para promocionar su nuevo álbum. Hay una fina línea entre parecer un cretino al proclamarse el mejor del mundo y, como en el caso de Bad Bunny, convertir todo ello en un arte que resulta, en cierto sentido, admirable. Tangana lo vivió en carne propia cuando sacó su canción Yate, en cuyas imágenes promocionales (compartidas por ejemplo en su cuenta de Instagram) aparecía rodeado de 10 mujeres, incluidas Ester Expósito o Hiba Abouk. Esta elección le valió críticas por usar a las mujeres como símbolos objetuales de su éxito.

Rosalía, en el escenario del Mad Cool.
Rosalía, en el escenario del Mad Cool.Getty

No son solo los hombres quienes practican el fronteo. Rosalía deja esto bien claro en Sakura, la última pista de su álbum Motomami, al cantar: “Si tienes 60 y te endiablas cuando una mujer frontea, es que no has aprendido o tienes un problema”.

El fronteo en la música urbana, especialmente en géneros como el reguetón y el trap, no se termina de entender en su plenitud sin el pertinente despliegue de joyas y accesorios lujosos. Estos elementos no solo cumplen una función estética, sino que también se convierten en símbolos tangibles de éxito, poder y estatus social. “Una vez fueron los faraones, los reyes, los dioses inmortales los que se cubrían de oro. Hoy, los nuevos dioses centellean en la esquina del bulevar Adam Clayton Powell Jr. y la calle 125 Oeste”, afirma en su libro Ice Cold. A Hip-Hop Jewelry History (Frío como el hielo: historia de la joyería y el hip hop) la periodista Vikki Tobak. Las joyas o los coches de lujo se convierten en una narrativa visual que complementa la lírica de las canciones en el discurso que busca llevar al máximo el fronteo. El ejemplo más extremo probablemente sea el del rapero estadounidense Lil Uzi Vert, que se llegó a implantar un diamante valorado en 24 millones de euros en la frente.

El rapero Lil Uzi Vert, en los premios BET Awards 2023.
El rapero Lil Uzi Vert, en los premios BET Awards 2023.Paras Griffin (Getty Images for BET)

La manifestación ostentosa de poder y estatus no está limitada únicamente a la música urbana o al hip hop. Hay ámbitos donde esta práctica es más habitual y se juzga con menos severidad que en otros. Los jugadores de la NBA tienen permitido exaltar sus propias cualidades. Los futbolistas y los tenistas, en cambio, suelen ser más discretos, a excepción del famoso “Yo creo que por ser rico, por ser guapo y por ser un gran jugador, las personas tienen envidia de mí”, de Cristiano Ronaldo. Los deportes de lucha, con honrosas excepciones, viven del fronteo. Conor McGregor, célebre luchador de la MMA, ha hecho de la fanfarronería parte integral de su personaje, llegando a decir cosas como “Jesús y yo nos llevamos bien. Me llevo bien con todos los dioses. Un dios reconoce a otro dios”. Otro fronteador ilustre fue el histórico boxeador Muhammad Ali, quien quizá ofreció la clave para entender todo este asunto: “No es fanfarronear si puedes sostenerlo”. Madonna lleva ya lustros presumiendo en sus canciones de la corona de reina del pop que le adjudicó el público. “Zorra, soy Madonna”, tituló una canción en 2015, donde colaboraba con la rapera Nicki Minaj.

En casi todas las disciplinas artísticas, aunque la norma general sea adoptar un discurso de modestia y humildad, siempre hay un verso libre que no teme proclamar que su trabajo es superior al de los demás. En el mundo del cine, uno de los fronteadores más destacados es el director Albert Serra, que nunca ha tenido reparos en hacer afirmaciones como: “Soy el mejor montador del mundo, indiscutiblemente. Uno de los cinco mejores directores de actores del mundo. Un productor normal. Y un guionista bueno. En España no hay ningún otro así, y en el mundo hay sólo 20 más”. Por su parte, Salvador Dalí, maestro del surrealismo, dijo que si fuera “menos inteligente, indiscutiblemente pintaría mejor”. Y en el ámbito de la literatura, el escritor Terenci Moix dejó claro que, en su opinión, “la modestia es una horterada”.

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