Chloë Sevigny, la actriz que hizo lo impensable en una pantalla y salió victoriosa
La chica que no aspiraba a ser intérprete y llevaba una vida errática ha sido musa ‘indie’, modelo, nominada al Oscar, protagonista de experimentos extremos y a todo ha sobrevivido. Hoy triunfa de nuevo en la serie ‘Poker Face’
La mayoría de los que vieron a Chloë Sevigny (Massachusetts, 48 años) en Kids creyeron que era una niña de la calle sin ningún futuro. Los que se la encontraban a diario peleándose a gritos con su novio (Harmony Korine) durante la presentación de Gummo en el Festival Internacional de Cine de Gijón le calcularon una carrera corta e inestable y quienes se escandalizaron tras su felación (real) a Vincent Gallo en The brown bunny dieron por sentado que Hollywood le cerraría las puertas.
Para sorpresa de los que sacaron conclusiones precipitadas, en 2023 Sevigny no sólo tiene una carrera, sino que es excelente. Ha trabajado con alguno de los directores contemporáneos más interesantes (Lars von Trier, Woody Allen, David Fincher o Jim Jarmusch), es un icono de estilo que ha desfilado para los mejores diseñadores y sigue en activo y triunfando en Poker face (en España se puede ver en SkyShowtime) como una salvaje cantante de una banda de un sólo éxito que malvive trabajando en un almacén. Su interpretación es tan magnética y robaplanos como todas las que han trufado una de las trayectorias más extrañas y fascinantes de la industria.
Su papel en Kids iba a ser testimonial. Sólo sería la chica que besa a otra chica en una piscina, pero tres días antes de empezar el rodaje, Mia Kirshher, la actriz que iba a interpretar a Jennie, fue despedida. Su problema era ser demasiado profesional, parecer lo que era, una actriz en medio de un elenco formado por verdaderos chicos de la calle. El guionista Harmony Korine, íntimo amigo de Sevigny, la sugirió como protagonista y el director Larry Clark aceptó. El problema es que nunca había actuado y su personaje era la columna vertebral de la película: una niña de 14 años —aunque ella tenía ya 19— que descubre que es seropositiva, vaga durante toda la película buscando al tipo que la contagió y termina siendo violada mientras está inconsciente.
“Pedí un día para pensarlo y me dije: ‘a la mierda. Lo haré’. Cuando era niña hacía teatro todos los veranos, quería ser actriz”, confesó a Ingrid Sischy en Interview. Cuando el equipo de producción le preguntó dónde tenían que ir a buscarla les dijo que cada día dormía en un sitio. Esa era su vida entonces, estar de fiesta toda la noche en los clubs de moda y despertarse cada mañana en casa de un amigo. Le dieron un busca para que fuese ella quien llamase a los conductores y les dijese dónde estaba.
Su interpretación fue tan natural que muchos creyeron que era su propia vida. “La gente me abrazaba y pensaba que realmente había sucedido. Había chicos que lloraban y me decían: ‘yo también tengo VIH’. Me alegré del impacto que había tenido la película, pero también descubrí lo que significaba ser una figura pública y renunciar a tu anonimato”. La crítica se mostró dividida entre quienes la consideraron una obra maestra y quienes sólo vieron en ella pornografía, pero aplaudió unánimemente su interpretación.
La fama la necesita
Chloë Sevigny —la diéresis de su nombre es un aporte suyo, le pareció elegante— se crió en Darien, un suburbio acomodado de Connecticut donde su padre era profesor de arte, pero todos los fines de semana se iba a Nueva York y pasaba las horas en el parque de Washington Square junto a los patinadores que acabaría inmortalizando Kids. Su estilo, construido por prendas que no solían costarle más de un par de dólares, era tan original que la editora de la desaparecida revista para adolescentes Sassy la abordó por la calle para que participase en una campaña publicitaria. Acabó trabajando en la revista y pasando los días en Liquid Sky, la tienda de ropa y discos, que se convirtió en un lugar de reunión de los jóvenes y modernos de la ciudad. Su imagen la llevó también a protagonizar un vídeo de Sonic Youth y a ser una de las musas de X-Girl, la marca de ropa de su bajista Kim Gordon.
Jay McInerney le dedicó un largo perfil en The New Yorker en el que se refería a ella como “la chica más cool de Nueva York”. Ella aceptó con desgana el título a cambio de que le consiguieran un vestido rosa de látex de Helmut Lang. Sin buscarlo, se había convertido en un icono de la emergente cultura hipster que empezaba a tomar forma en Nueva York. Como escribió Sischy, “Sevigny no está segura de querer ser famosa, pero la fama la necesita a ella desesperadamente”.
La abrumadora respuesta a Kids la llevó a refugiarse en una película pequeña, Trees Lounge (1996), el debut en la dirección de Steve Buscemi junto a Samuel L. Jackson y Mimi Rogers, donde descubrió que no quería ser una estrella, sino una actriz de carácter. El exceso de fama la abrumaba y conoció bien sus consecuencias durante su relación con Jarvis Cocker, el líder de Pulp, en aquel momento uno de los hombres más famosos del Reino Unido.
“Conducíamos por ciudades remotas de Gales y los niños nos perseguían por la calle. Yo pensaba: “¡Esto es horrible!”. Vi el efecto que tuvo en él y decidí que nunca quería ser una celebridad a ese nivel. Creo que por eso he elegido hacer el trabajo que hago, trabajar con directores que me gustan y que significan algo para mí”, declaró a The Guardian. En la inclasificable Gummo (1997), la primera película como director de Harmony Korine, con el que había empezado una relación tras el rodaje de Kids, pudo combinar sus dos universos, la moda y la interpretación: ejerció de diseñadora de vestuario y de protagonista femenina. Fue otro cineasta independiente, Whit Stillman, un dandy totalmente alejado del nihilismo desarrapado de Korine, quien le dio un papel con unos códigos más elegantes en Los últimos días del disco (1998).
Kimberly Pierce, que en ese momento cerraba el casting de Boys don’t cry, la historia del hombre transgénero Brandon Teena asesinado y violado en Nebraska, la vio y se enamoró de la forma de mirar de su personaje, esa inconfundible caída de ojos de Sevigny. Sevigny quería el papel protagonista que acabaría interpretando Hillary Swank (a la postre, ganadora del Oscar por ello), pero la directora no veía un ápice de masculinidad en ella y la convenció para aceptar el personaje que consideraba más importante, el de la pareja de Teena. Sabía que la película sólo funcionaría si el público se creía la relación y Sevigny tiene la capacidad de resultar creíble hasta en los contextos más estrambóticos. Ganó el Independent Spirit Award y consiguió una nominación al Oscar (la Academia, poco amiga de la sutileza, prefirió dárselo a la excesiva Angelina Jolie de Inocencia interrumpida).
Y de repente, aquella escena
“Fue muy competitivo”, declaró en 2008 a The Guardian en lo que parecía un berrinche. “Además, el de Angelina Jolie no era un papel secundario”. Esa es una de sus muchas contradicciones: no le importa la industria, pero querría haber ganado ese Oscar; no quiere hacer cine comercial (rechazó medio millón de dólares por el papel de Selma Blair en Una rubia muy legal), pero a la vez lamenta haber perdido papeles en La sonrisa de Mona Lisa (2003) o Mr. y Mrs. Smith (2005). Le cuesta plegarse a las normas de la industria. “Un agente me dijo que en una audición tenía que hacer que las mujeres quieran ser yo y los hombres quisieran follarme”, confesó a Esquire. “Dije: lo siento, esa no es mi motivación en la vida”.
Su carrera está repleta de títulos poco convencionales como American Psycho (2000) o Dogville (2003) . Pero nada más alejado de los estándares de Hollywood que The Brown Bunny (2003), escrita, dirigida y protagonizada por Vincent Gallo. Durante su exhibición en el Festival de Cannes el público se dividió entre los que abandonaron la sala y los que la abuchearon. “Una vez me hicieron una colonoscopia y me dejaron verla en una pantalla. Fue más entretenido que ver The Brown Bunny” escribió Roger Ebert. Sin embargo, lo que llenó páginas tras el estreno no fueron los largos planos que aburrieron a Ebert, sino la felación real que Sevigny realiza al protagonista. Ella considera que la reacción fue desmesurada y que lo que hizo es parte del trabajo actoral.
“¿Si no te estás desafiando a ti mismo y asumiendo riesgos, entonces ¿qué sentido tiene ser un artista?” declaró a The Times. “Es una escena romántica muy intensa, muy hermosa, no es gratuita, es profunda. Lo pensé y tenía algunas preocupaciones, pero conozco la forma en que trabaja Vincent y confié completamente en él. Es algo que hago en mi vida cotidiana, todo el mundo lo ha hecho, o se lo han hecho a ellos. Fue lo más difícil que he interpretado, pero Vincent fue muy sensible a mis necesidades, muy amable. Fue una toma, un momento divertido e incómodo en el que ambos nos reímos bastante. Habíamos sido un poco íntimos en el pasado, así que no fue tan extraño. Acepté hacerlo para la película. Sabía que lo iba a hacer, y lo hice: eso es todo”.
Fueron muchos los que dieron por muerta su carrera tras aquello. Hay pocos actores y actrices que hayan sobrevivido al sexo explícito y en 2003 todavía los vídeos porno y el fenómeno Onlyfans no eran el pan nuestro del cada día de las celebridades. Lo cierto es que su carrera no sólo no se resintió, sino que le ofrecieron hacer más películas destinadas a públicos más masivos que antes. Rodó El precio de la verdad (2003), junto a Hayden Christensen, Melinda y Melinda (2004) de Woody Allen y Zodiac (2007) de David Fincher, su primera película con un gran estudio.
También le llegó entonces su papel más lucrativo: durante cinco temporadas fue una de las tres esposas del mormón Bil Paxton en Big Love (2006-2011), una de las joyas de HBO por la que ganó un Globo de Oro. Sevigny no sólo no le hace ascos a la televisión sino que considera que hay papeles más interesantes que en el cine. La hemos visto como parte de la troupe de Ryan Murphy en American Horror Story, como una asesina transexual en la serie Hit and miss (2012) e interpretando el papel de madre de su amiga Natasha Lyonne en Muñeca rusa (2019).
La mejor/peor vestida
A lo largo de su carrera ha aparecido más en las revistas de moda que en las de cine. Diseñadores y estilistas se han sentido atraídos por un estilo inconfundible que la ha convertido en una fija en las listas de mejor y peor vestidas. “El mundo de la moda está fascinado por ella porque no solo es talentosa, joven y atractiva, sino que se destaca en un mar de actrices que a menudo tienen un aspecto típico”, escribió el diseñador Marc Jacobs, de quien ha sido musa. “La moda es una buena manera de ganarme la vida”, ha declarado ella. “No podría sobrevivir solo haciendo películas independientes. Prefiero hacer de modelo que películas o series que no me gusten”.
Su vida cambió durante la pandemia: contrajo matrimonio con el galerista Sinisa Mackovic y tuvo un hijo, lo que la ha llevado a tomarse la vida con más relajo. Es consciente de que su teléfono no suena tanto como el de otras actrices, pero no le importa demasiado. Ahora está entusiasmada documentándose para su próximo proyecto, la segunda temporada de Feud, basada en el libro de Laurence Leamer Las mujeres de Capote: Una historia real de amor, traición y un canto de cisne para una época en la que interpretará a la elegante socialité neoyorquina C.Z Guest, una de esas mujeres que en palabras de Capote “a pesar de que no nacieron ricas, nacieron para ser ricas”. Un papel que parece escrito para la chica que fue nombrada “la chica más cool de Nueva York” cuando aún no tenía un lugar fijo en el que dormir.
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