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Abran paso al valiente que introdujo la pluma en el recio mundo de la ficción televisiva

Ryan Murphy (creador de ‘Glee’ o ‘Feud’) presenta su última propuesta: ‘Pose’, una mirada 'trans' a la eclosión del sida

Ryan Murphy se formó en el mundo del periodismo, de donde, al parecer, extrajo un placer nada culpable por el amarillismo. En la imagen, el productor y guionista en la gala de los premios Emmy de 2016.
Ryan Murphy se formó en el mundo del periodismo, de donde, al parecer, extrajo un placer nada culpable por el amarillismo. En la imagen, el productor y guionista en la gala de los premios Emmy de 2016.Getty

No es por ganas de llevar la contraria, pero las cosas como son: la llamada nueva edad de oro de la ficción televisiva ha traído muchas cosas buenas, ha acuñado sus clásicosLos Soprano, The wire, Breaking bad– y ha consolidado un espacio para la expresión adulta –y una cierta ambición narrativa– en la industria audiovisual, pero también ha tenido sus flecos discutibles, como, por ejemplo, el de haber entronizado un modelo canónico que une una fastidiosa vocación de prestigio con un imaginario muy de revista masculina empapada de loción Floyd.

Ryan Murphy reivindica la herencia de esa sensibilidad 'camp' que ya había funcionado para visibilizar aquello que la cultura dominante quería neutralizar a través del cliché

Sin duda, era urgente que alguien introdujese algo de colorida pluma en ese ámbito tan recio como la letrina de un campamento militar: desde su Reino Unido natal, Russell T. Davies actuó como avanzadilla en este universo fastidiosamente machirulo –y pagado de sí mismo–, pero, finalmente, ha sido el norteamericano Ryan Murphy (EE.UU., 1965) quien se ha convertido en adalid de ese modelo de transgresión reivindicando, y explotando a placer, la herencia de esa sensibilidad camp que, en tiempos de homosexualidades armarizadas, ya había funcionado como eficaz estrategia corsaria para visibilizar aquello que la cultura dominante quería neutralizar a través del cliché.

El camp fue, en su origen, la apropiación de elementos de la cultura dominante definidos en el exceso y el artificio por parte de una comunidad gay que aún necesitaba del subterfugio y del discurso en clave para comunicarse. Murphy, hombre que vive su homosexualidad libremente, se formó en el mundo del periodismo, de donde, al parecer, extrajo un placer nada culpable por el amarillismo, canalizado de manera explícita en su American crime story e histerizado al máximo en su imprescindible American horror story. Murphy ha unido cinismo y cirugía (Nip/Tuck), ha envenenado de lúdica incorrección la estela High School Musical (Glee) y ha logrado vitaminizar con una inflexión feminista su mirada al más viperino Hollywood Babilonia (Feud). Su última propuesta –aplicar una mirada trans a la eclosión del sida en Pose– demuestra que lo suyo es, casi, un programa, una irreverente militancia.

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