6 fotosLos siete mejores finales de seriesUna serie apasionante se merece un colofón a la altura. Estas lo tuvieron. Y así su pérdida fue menos dolorosa para el seguidorICON02 abr 2017 - 18:31CESTWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlaceCarrie vuelve de París, el epítome de la elegancia, la ciudad del amor, donde, por fin, tras seis años de incansables tiras y aflojas, ha conseguido que su príncipe azul, ya talludito, Mr. Big, le demuestre que no puede vivir sin ella. Nadie dijo que 'Sexo en Nueva York' no fuera un cuento de hadas. Lo es. En su última columna, con 'voz en off', Carrie habla del significado de las relaciones, para repasar las de sus leales amigas, con las que ha compartido el 'brunch' por última vez, dibujando un posible futuro para todas ellas. Carrie camina sola con sus inseparables zapatos Manolos por esa Nueva York que funciona como improvisada pasarela. “La relación más importante es la que tienes contigo misma”, dice. Pero… suena el móvil, es Mr. Big, ahora, John, dejando atrás el apodo de soltero de oro. Porque, para qué engañarnos, “si encuentras a alguien que te quiera por ti misma… es fabuloso”. Carrie, la gurú del amor, enemiga de la soledad, sonríe, sintiéndose ganadora y desapareciendo entre la multitud mientras suena 'You’ve got the love', de Candi Station. Fabuloso final.El truco del último episodio de 'A dos metros bajo tierra', en el que la trama adelanta cómo perderán la vida todos sus protagonistas, funcionó, agotando todas los paquetes de kleenex de cientos de hogares. La hija pequeña de los Fisher, Claire, pisaba el acelerador, conduciéndonos hacía ese trance que las series no solían mostrar y se empeñaban en negar. Esta sátira ambientada en una funeraria miraba a la muerte a los ojos: algo que le puede pasar a cualquiera en cualquier momento. De ahí el inesperado fallecimiento del patriarca, fantasmal presencia desde el inicio. El desenlace cierra el círculo: cinco minutos trufados de momentos felices y estremecedoras muertes –con pelucas más o menos afortunadas– tranquilas o violentas… da igual: un mazazo para cualquier seguidor de la serie. Brillante, el esperanzador mensaje: volverás a ver a los tuyos tras el viaje. La cámara asciende hacía el cielo tras enfocar los ojos de una anciana Claire, el final a toda una existencia que la joven Claire todavía tendrá que vivir.Perturbadora, morbosa, espeluznante… pero también poética y encantadora. 'Hannibal' fue capaz de encontrar belleza en la muerte hasta el final. “Quien abrace al diablo que lo abrace bien”, decía de forma premonitoria Bedelia, psiquiatra de Lecter. Y esto es, en efecto, lo que hace Will en su último enfrentamiento. Porque Will, el ayudante de la policía con un don especial para empatizar con el criminal, ha encontrado su religión en él, y no hay nada peor que eso. Will no tiene nada que perder cuando es herido de gravedad. Aislados en una cabaña, Will abraza a Hannibal, que también se desangra, mirándole a los ojos, bajo la luz de la Luna, en silencio. “Esto es lo que siempre quise para los dos”, murmura Hannibal. “Es hermoso”, responde Will, que acto seguido se deja caer por un acantilado arrastrando consigo a Hannibal que, hasta ese momento, parecía inmortal. Memorable.“He llegado tarde a todo”, se lamentaba Tony Soprano al comienzo de 'Los Soprano'. Eso cambiaría 86 episodios después, cuando esperaba, paciente, el reencuentro con su familia. Sin dar la espalda a la puerta del restaurante, el mafioso elegía en la 'jukebox' 'Don’t stop believing'. Un tema de Journey que habla de “desconocidos”, los mismos que entran amenazantes, junto a su mujer Carmela, y su hijo, Anthony. Rumiando los “mejores aros de cebolla del Estado”, en aparente calma, es inevitable, sin embargo, sentir la tensión. Su hija Meadow tarda en aparcar. La puerta se abre por última vez, Tony levanta la vista y… fundido a negro, escuchando ese último “don’t stop”, como insólito desenlace. ¿Padre o gángster? Un final tan ambiguo como el propio antihéroe: atractivo por ser transgresor, merecedor también del castigo. Tú elegías si debía seguir viviendo. ¿Hay mejor final que éste?La mejor comedia televisiva de todos los tiempos comenzaba con un chute de café y cotilleos en el ya icónico café Central Perk. Como contrapunto, el desenlace sólo podía acontecer en el piso que reunió a la pandilla, ahora sin muebles, el mismo vacío que sentiría la audiencia ante su marcha. Chandler hablaba del amor y la felicidad que se habían respirado allí dentro. Y Phoebe justificaba el chollo de su mantenimiento gracias a los contratos indefinidos. Entre bromas y sollozos, cada uno de ellos iba dejando las llaves de una casa que fue la de todos, también un poco la nuestra. Mientras el grupo cierra la puerta, rumbo a ese café al que ya no estamos invitados, la cámara recorre por última vez el nido vacío, acabando en el marco amarillo de la puerta morada. ¿Por qué iban a sonreír disimulando que no pasaba nada? 'Friends' se despidió con el corazón en un puño, empatizando hasta el final con sus más fieles seguidores.Como ocurrió con Tony Soprano, a ver quién es el guapo que acababa con Walter White. Pues nadie mejor que él mismo, una paradoja que hace grande este final. “Prefiero morir que vivir sin libertad”. Walter decide morir matando y durante el último episodio tiene ese halo de muerto en vida. No se olvida de proteger a su familia, aunque reconozca, por fin, a su mujer, Skyler (y al espectador) que todo lo hizo por él, por “sentirse vivo”. El personaje puede despedirse de los suyos y también, por su confeso egoísmo, hacernos más digerible su muerte. Además, acaba con la competencia que pueda hacer sombra a su legado como traficante: si él no cocina no lo hará nadie. El profesor perdedor convertido en malvado de película, se hiere a sí mismo con una metralleta de su invención. Walter mata lo que queda de Heisenberg. Cuando Heisenberg muere, su pupilo Jesse es, por fin, libre, algo de lo que nos alegramos. Walter pasea por la cocina donde ha fabricado la anfetamina que inició su calvario, su cara se refleja en un bidón, lo acaricia, pero no se arrepiente, y cae al suelo. Mientras la policía se acerca, su mirada inerte va alejándose en un plano cenital que engrandece el último adiós.