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“Sentirte diferente es la hostia, lo malo son los prejuicios”: los hijos de la migración cambian el rumbo de la música española

La transformación demográfica española se deja ver con cada vez más fuerza en la música. Hijos de personas migrantes que, en muchos casos, crecieron sin referentes, estos artistas son la voz de una nueva generación que abraza su mestizaje

Paranoid 1966 en su estudio, para ICON.
Paranoid 1966 en su estudio, para ICON.Adrián Cuerdo

“Tenemos una ventaja: vemos el mundo con diferentes perspectivas. La multiculturalidad siempre aporta. Y está guapísima”. Habla William Aloshan (Madrid, 32 años), conocido artísticamente como Delarue: su madre es de Marruecos y su padre, de Guinea-Bissau. Él creció en España, empezó en el rap hace más de diez años y encabeza junto al también rapero Morad, de ascendencia marroquí, una nueva generación de artistas que representan a muchos jóvenes que crecen en España con padres migrantes. Delarue viene de acompañar a Morad en sus tres aforos completos seguido en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Y son artistas que reivindican y abrazan su doble identidad

Una cuarta parte de los menores de nuestro país son hijos de personas migrantes, según el estudio del Observatorio Demográfico del CEU de 2023 Inmigración. En 2021, hasta un 32% de los bebés nacieron de padre o madre extranjeros. Las voces de estas nuevas generaciones se escuchan y hacen notar en distintos espacios, también en la música. “La sociedad española te hace darte cuenta de que eres negro desde pequeño. En la infancia me he podido sentir diferente a mis compañeros de clase, pero para mí eso es la hostia. Lo malo es cuando te asocian a sus prejuicios”, prosigue Delarue. “Mi padre siempre ha reforzado nuestra identidad en casa. Los que venimos de familias migrantes tenemos casi la obligación de apoyar a quien esté en una situación parecida”.

Abhir Hathi (Las Palmas)

Entre la quimera de cabalgar un elefante y de hacer un proyecto nunca visto en música urbana se sitúa Abhir Hathi (Las Palmas, 28 años), “chaval indio nacido en Canarias”, como se presenta, con padres de Bombay y un apellido que significa, precisamente, paquidermo. De esa bicefalia habla en Brown Boy, su último álbum, con cuya gira ha agotado entradas en Madrid y Barcelona. Hay referencias al dios Ganesha —cuerpo humano, cabeza de elefante—, subtítulos en hindi y una bailarina interpretando la danza clásica india Kathak. También fotos de su barrio canario y del de sus padres: “No tengo que escoger una de las dos culturas. De pequeño, ese choque me avergonzaba. El cambio de chip vino con mi psicóloga”.
“Estaba desencantado con mi proyecto. Me tomé mi tiempo para analizarme, pero sin buscar complacer a nadie. No quiero estar en los charts de Spotify”, asegura. Ahora, “sin buscarlo”, sus oyentes mensuales en la plataforma superan el medio millón. Lamenta no haber tenido más historias que escuchar como la suya de pequeño. “Cuando descubrí que NAV [productor] o M.I.A [cantante] tenían orígenes en India fue brutal”, reconoce. Lo más grande de su último disco ha sido ver que mucha gente se lo agradecía: “No era un ‘qué guapo’, era un ‘gracias por contar mi historia”. 

Huda (Madrid)

Empezó a hacer música de adolescente. Ahora intenta vivir de ella. Houda Marrouch Llamarti (Madrid, 26 años) creció en Vallecas y más tarde se mudó a Usera. Sus canciones denotan orgullo por sus orígenes marroquíes, con muchos versos en árabe o ironías sobre sus costumbres. “24 años y no sé a qué coño sabe ese cerdo”, rapea en Keep it Halal I. “No puede ser que tenga colegas que no sepan por qué mi madre lleva velo o por qué hago Ramadán”, dice con resignación la autora al preguntarle por estas referencias. “¿Cómo puedes convivir con gente de otras culturas y otros países y no saber nada de ellos?”. Su padres vinieron a España hace más de tres décadas y ella aún recuerda el racismo (que no las agresiones) que sufrieron. Saber lo que han soportado solo hace crecer su admiración hacia ellos: “En España se ha rechazado lo diferente. Eso repercute también del otro lado de la moneda y hace que muchos no se sientan orgullosos de nacer aquí”. Para ella, el poder ser escuchada, ser mujer y rapear sobre su vida y su cultura es un acto político en sí mismo, “sin la necesidad de reivindicar explícitamente como en un panfleto”. Ser hijo de inmigrante da mucho de lo que cantar pero también crea muchas trabas. “Si tienes que aportar dinero en casa no puedes tener tiempo para componer, pero hay que dar un paso hacia delante e intentar empoderarte”.

Morad, Delarue, Abhir Hathi, Paranoid 1966, Huda, Lua Santana… Son ya presencias fijas en salas de conciertos y discotecas. “España es también negra, árabe, asiática… Toda esta ola se debe a una evolución natural de la sociedad española y a la presencia de personas racializadas”, declara Moha Gerehou, periodista, expresidente de SOS Racismo y autor de Qué hace un negro como tú en un sitio como este (Península, 2021).

Esta visibilidad, coinciden todos, ha explotado a través de internet, donde cualquiera puede subir su música y promocionarla sin discográficas. “Hay mucha gente que busca canciones con historias que les interpelan, van a especificidades concretas que solo viven las personas racializadas. Lo encuentran fuera de la industria hegemónica blanca”, explica Gerehou. Las generaciones anteriores habían acusado la falta de referentes. “Teníamos la sensación de no ser bien recibidas. Eso nos ha hecho buscar una manera de ser aceptadas al margen de lo que realmente somos, pero siempre buscando una forma de sentirnos valoradas”, explica Astrid Jones, artista madrileña con padres que vinieron desde Guinea Ecuatorial. Lleva haciendo música desde los noventa y recuerda que en España se llegaron a componer incluso canciones afroflamencas.

Paranoid 1966 (Alicante)

“Solo con escucharme, la gente va a preguntarse cuál es mi historia”. Durante la videollamada que atiende Victoria C. Weka Bekuku (Madrid, 23 años), más conocida por su nombre artístico Paranoid 1966, se escuchan guitarras de fondo. Los padres de esta joven madrileña criada en Alicante son de Guinea Ecuatorial y ella recuerda esos orígenes a través de pequeños detalles: “En las canciones digo sweetie en vez de baby. Parece una tontería, pero es algo que, si eres de allí, te hace darte cuenta de la raíz”. 
Su intención musical es la de fusionar conceptos e ideas de diferentes procedencias, que son las que la componen. “Siento una responsabilidad en decir quién soy y de dónde vengo”, afirma. Su relación con la música, que empezó cuando se apuntó a clases de coro, es especial, porque de pequeña tenía una situación precaria en casa. “Lo más importante es tener unas condiciones básicas de vida, luego ya viene el amor”, reflexiona al respecto la artista. 
En sus letras, asimismo, también reivindica la necesidad de ocupar espacios para evitar que se les arrincone o reduzca a una única dimensión social y discursiva: “Es importante que las personas racializadas hablemos de todos los temas. Existimos más allá del antirracismo”.

Lua de Santana (Vigo y Madrid)

“Mi vida está llena de contrastes desde que nací”, cuenta Lua de Santana. Ella canta en inglés, portugués y castellano. Su padre, del estado brasileño de Bahía, era percusionista y la relacionó con la música desde pequeña. “He podido estar en contacto con los patrones rítmicos brasileños, que no se escuchan tanto en España”, explica. Y confiesa que ir a Brasil cambió su forma de ver el mundo. Creó una asociación antirracista en Vigo, aunque al tiempo tuvo que mudarse a Madrid, donde también vive otra parte de su familia. De Santana cree que el racismo en España ha cambiado de forma: “Ahora hay apropiación blanca de elementos afro. Se idolatra a afroamericanos cuando España está repleta de músicos africanos”, argumenta la artista multidisciplinar, actualmente residente en Londres. “A veces, es raro destacar si te sales del molde de lo que se espera de ti como persona racializada. No hay una inclusión real”. También dice ver ciertos “cupos” en la industria musical: “Los sellos firman a un par de personas racializadas y se siente como que nos hacen competir entre nosotras por un hueco”. La cantante, que hasta hace unos años publicaba bajo el nombre de LUADSANT, ha iniciado una nueva etapa profesional como Lua de Santana y a finales de 2023 lanzó el sencillo PiRi PiRi, mezcla de soul y funk

Para ella, sin embargo, aquí “no se ha considerado la diversidad como elemento cultural y de valor añadido”. Por ello, valora positivamente esta nueva ola: “Han reivindicado su presencia, no han querido ceder ni encajar, abrazan su identidad”. “Durante mucho tiempo me odié por ser negro”, confiesa Gerehou en su libro. Como él, muchos acusan haber sentido vergüenza o incomprensión. Aún quedan pasos para una aceptación plena. Entre tanto, las historias de los artistas racializados cuentan las de otras muchas personas con orígenes migrantes. Letras de amores y desamores; de la fiesta y de sus barrios. Y de multiculturalidad, de tener Europa en la calle y África, Asia o Latinoamérica en casa.

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