“No solo te seducen, te dan de comer”: cómo los chefs se han convertido en los nuevos ‘sex symbols’
La serie ‘The Bear’, protagonizada por un atormentado pero extremadamente atractivo cocinero, reafirma el irresistible magnetismo de un hombre en delantal
Cuando Jennifer Coolidge y Jeremy Allen White conversaron en las charlas Actors on Actors organizadas por la revista Variety, la actriz confesó al protagonista de The Bear, serie emitida en España por Disney+ (y cuya nueva temporada llega el 16 de este mes) donde interpreta a un atormentado-pero-sexy chef, que los cocineros siempre le han resultado muy atractivos por ofrecer una “irresistible sensación de control”. En ella, Carmy Berzatto (White) es un galardonado chef de Nueva York, que regresa a su ciudad natal de Chicago para dirigir el restaurante en quiebra de su difunto hermano. Y tras el éxito de la serie, el atractivo del gremio vuelve a estar en boga.
Para Anthony Bourdain, la superestrella rebelde de la cocina, fallecido en 2018, el poder magnético del delantal había nacido con Marco Pierre White, enfant terrible de la restauración del Reino Unido. En enero de 1995, a los 33 años, White, chef melenudo que sabía posar y lo hacía con delantal y un cigarrillo, se convirtió en el primer británico en recibir tres estrellas Michelin. La cocina, en opinión de Bourdain, había sido un ámbito denostado hasta la llegada del libro White Heat, donde ascendió a una nueva categoría de la mano de las fotos de Bob Carlos al malhumorado chef, instantáneamente convertido en sex symbol entre fogones. Hubo quien tildó White Heat como gastro porn, y lo cierto es que desde entonces han sido muchos los cocineros que han terminado por verse tan deseados como las estrellas del rock y del cine.
“Supongo que tiene que ver con la erótica del poder: ahora un chef no es un señor que lleva escamas de pescado pegadas hasta en las pestañas y limpia hígado de ternera, sino una estrella, con su exposición mediática y todo lo que ello conlleva. Lo de verles sensuales, a nivel gremial, me cuesta, pero tal vez tiene que ver con la idea de que, durante un posible proceso de seducción, te van a dar de comer bien… ¡Y eso sí es realmente sexy!”, declara a ICON Mònica Escudero, periodista especializada en gastronomía.
Al ser los chefs personas acostumbradas a, literalmente, tener la sartén por el mango, tomar decisiones rápidas y gestionar en poco tiempo las dificultades y los imprevistos que puedan surgir, su atractivo ante los demás cae de cajón, según Carles Gassó, del Restaurante DO, en el hotel Le Meridien Ra de Tarragona. “Para llevar el control de una cocina tienes que asumir responsabilidades como la dirección del personal, los gastos o garantizar la calidad de los platos que se sirven. Todo esto conlleva una gran responsabilidad que si no se sabe gestionar, puede llegar a generar grandes problemas para uno mismo”, explica. “El chef es una persona bastante obsesiva con el trabajo, todo tiene que estar bajo control y hay una parte muy perfeccionista en él”, argumenta, por su parte, Aitor López, cocinero de Citrus del Tancat.
De la intimidad de la cocina a la hipervisibilidad de la televisión
Si White Heat hizo de Marco Pierre White una suerte de Jim Morrison gastronómico capaz de blandir el cuchillo como si fuese una guitarra, hoy son los programas de cocina los que han convertido los fogones en un lugar aspiracional. Paula Sumasi, creadora de contenido culinario, cree que muchos niños, igual que antes querían ser futbolistas, ahora quieren ser chefs. “Probablemente sea una consecuencia de los talent shows también, de la pátina de glamour que se les ha dado a los cocineros desde la prensa”, opina. Figuras como la de Jordi Cruz tienen su público como sex symbols y los concursantes de MasterChef alcanzan, a veces, la categoría de ídolos. “A raíz de aparecer en MasterChef se han multiplicado las personas que me piden fotos y autógrafos”, afirma Yong Wu Nagahira, chef de Ikigai Velázquez.
Carlos Fernández-Miranda, chef de Virrey, reconoce que, antes del bum de esos formatos, la profesión no estaba en absoluto idealizada. “Si decías que eras cocinero te miraban un poco mal. Ha pasado como cuando Tom Cruise protagonizó Cocktail [1988] y, de pronto, todos los adolescentes quisieron ser camareros. Ahora es habitual que pidan conocernos y hacerse fotos con nosotros”, dice. “Es cierto que la figura del chef, desde hace dos décadas, se ha vuelto muy influyente. Al final, la cocina es sinónimo de salud, es cultura y es felicidad, por eso creo que las personas admiran a los chefs y quieren visitar sus restaurantes”, reflexiona Mario Sandoval, chef de Coque, Coquetto y QÚ.
“En España, buena parte de la responsabilidad de esta fiebre por la cocina fue de Ferran Adrià, cuando se coronó como mejor cocinero del mundo en 2003 y medios como The New York Times y Le Monde le dedicaron portadas. De eso hace 20 años, y la fiebre por los chefs no ha hecho más que crecer. ¿Quién no conoce a Martín Berasategui, a los hermanos Roca o a Dabiz Muñoz? Y es fácil entender por qué nos fascinan: son, al mismo tiempo, creadores y profesionales de éxito. Además, muchos de ellos son muy conscientes de la importancia de la imagen y de las relaciones públicas, por lo que promueven sus apariciones. Como medio, nos hemos dado cuenta de que, cuanto más importante es el chef, más abierto está a que le entrevistemos y le fotografiemos”, cuenta María José Gómez, directora editorial de Time Out Barcelona, organizador a su vez del festival gastronómico Time To Eat Fest.
Miguel Caño, chef de Nublo, observa que todo lo que tiene que ver con la cocina y los cocineros está alcanzando cierta trascendencia también gracias al universo virtual: “Las redes han generado ventanas para que el público pueda mirar y observar a través de ellas. En ocasiones, se originan o idealizan seres herculinos mitológicos con virtudes y fuerzas presupuestas casi sobrehumanas. Sigue siendo una profesión preciosa, pero dura y llena de sacrificio. A mí me gusta pensar en el cocinero como un artesano al que se le reconoce por su buen hacer”.
¿Y ellas qué?
Nigella Lawson es una chef británica considerada, a su vez, una especie de sex symbol patrio. Autora y animal televisivo, ha asegurado que en sus libros quiere mandar un mensaje muy claro: que las mujeres también tienen derecho a disfrutar de la comida y no solo a cocinarla. “Las mujeres han sido tradicionalmente educadas para proveer comida, pero no para disfrutar con ella, y eso es algo horrible”, explicó en una entrevista a The Cut. En el año 2000 publicó How to Be a Domestic Goddess (en español, ‘Cómo ser una diosa doméstica’), título repleto de ironía que subraya su creencia en que siempre se ha considerado antifeminista lo que realza el espectro tradicionalmente femenino. “En realidad, es un espacio que deberíamos reclamar”, expone. “Creo que al final se habla de los hombres como de grandes creadores y de las mujeres como criaturas acogedoras, como si fuera trabajo de las mujeres proporcionar un ambiente doméstico cálido y centelleante. Y no creo que sea cierto, pero me parece que los hombres inspiran un tipo de respeto diferente al de la cocina en general”.
Iolanda Bustos, chef biodinámica y alquimista especializada en cocina contemporánea de raíz milenaria, considera que uno de los problemas que hacen que no haya más mujeres al mando de las cocinas de los grandes restaurantes son sus horarios. “Muchas mujeres, cuando vemos que no se pueden conciliar las exigencias y horarios de un restaurante con nuestras vidas personales, acabamos montando nuestro propio restaurante o negocio gastronómico para seguir trabajando de lo que nos apasiona”, señala.
Ansiedad a fuego lento
Mientras que el protagonista de The Bear es indudablemente el chef más deseado del momento en la televisión gracias a sus tatuajes y a ese complicado carácter no exento de traumas, en el otro lado de la balanza se encuentra el dulce cocinero de Emily in Paris, un atractivo francés cuya mayor preocupación es decidirse entre dos mujeres mientras se postula a lograr una estrella Michelin con la misma facilidad con la que alguien se hace una foto ante la Torre Eiffel. Pero el chico malo en la cocina es quien resulta irresistible, pues precisamente el encanto de Marco Pierre White estribaba en su carácter. Los vídeos donde su ira alcanzaba el punto de ebullición en la cocina se hicieron populares y de ellos bebió Gordon Ramsay, a la sazón su protegido. ¿Pero es la mala uva una cualidad inherente al chef estrella? “Trabajamos bajo presión casi toda nuestra jornada laboral y esto crea muchos problemas de tensión y ansiedad”, admite Carles Gassó. “La cocina es un medio en el que las cosas, por sí solas, van a peor: las salsas se reducen en exceso, una elaboración se quema si no hay control o cualquier elaboración puede echarse a perder en segundos si no se está pendiente”, señala, entre tanto, Miguel Caño.
Es posible, pues, que sea ese absoluto control lo que resulta más fascinante para el mundo: hombres que, frente a un volcán a punto de estallar (o un guiso a punto de arruinarse), mantienen el temple y salen victoriosos. “La mayoría de chefs, con tiempo y disciplina, consiguen gestionar el estrés para poder tener el control, porque lo contrario produciría únicamente el caos”, cree Antonio del Álamo, de Casa Felisa. Aplique eso a la vida y ahí encontrará la respuesta.
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