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Jordi Évole, de El Follonero a confidente del Papa: “Dejemos de tratar a la audiencia como idiota”

Empezó como un cómico y hoy es un reportero ambicioso y respetado. Estrena un documental que reúne a Francisco con un grupo de jóvenes nada afín a la Iglesia. “Creo que nos inspiramos mutuamente”, dice

Jordi Évole fotografiado en Barcelona.Foto: ADRIÀ CAÑAMERAS | Vídeo: DISNEY
Ricardo de Querol

Hace 15 años, Jordi Évole consideraba un éxito hacer llegar al papa Benedicto XVI la guitarra de juguete con la que Rodolfo Chikilicuatre hizo la más extravagante actuación de España en Eurovisión. Évole, conocido entonces como El Follonero, convenció a una pareja española de recién casados para que entregara a Ratzinger el extraño regalo en una audiencia pública en la plaza de San Pedro para que él lo filmara. El reportero se iniciaba entonces en un tipo de programa más cómico que periodístico, en la estela del Caiga Quien Caiga de Wyoming: ese especial se llamó Salvados por la Iglesia.

Década y media después, Évole (Cornellá de Llobregat, Barcelona, 48 años) es una referencia del periodismo documental y de la entrevista en televisión. Y tiene una relación estrecha con el papa Francisco, a quien entrevistó por primera vez para otro programa de Salvados en 2019. “Él quedó contento de aquella entrevista. No esperaba que tuviera tanta repercusión. Entramos en una dinámica de escribirnos, de contarnos. No ha habido mucho intermediario entre nosotros”, cuenta. “Sabe lo que yo pienso de muchas cosas. Lo respeta perfectamente. Y por supuesto que yo le respeto a él. Hay una relación de confianza. Yo creo que nos inspiramos mutuamente”.

El verano pasado, el equipo de Jordi Évole convenció a Jorge Bergoglio para llevárselo a un centro de trabajo colaborativo a las afueras de Roma y reunirlo con una decena de jóvenes del mundo muy diversos: creyentes, ateos, agnósticos y un musulmán; heterosexuales, homosexuales o una persona no binaria; activistas feministas, LGTBI o en favor del derecho al aborto; una mujer que hace actuaciones pornográficas en internet; una víctima de abusos en un centro religioso; solo una católica incondicional de la Iglesia. El resultado es el documental Amén. Francisco responde, de la compañía Producciones del Barrio, que dirige Évole junto a Màrius Sánchez y que se estrena el día 5 en Disney+. Cuando Évole le mostró a Francisco el programa ya editado, lo que no suele hacer con sus entrevistados pero esta vez creyó conveniente, el Papa no quiso sugerir cambio alguno. “No creo que haya un líder mundial que vea lo que nosotros hemos hecho y no le ponga ni un pero”, cuenta Évole en una cafetería junto a la Gran Vía madrileña, con la maleta hecha porque sale de viaje a Oviedo. El reportero aplaude el talante de Jorge Bergoglio y aprecia mucho su sentido del humor tan argentino. “La misión de un Papa no es estar con los convencidos. Creo que en el fondo le divierte. Es un papa curioso, que quiere saber la realidad que le ha tocado vivir”.

En la década y media transcurrida desde aquellos primeros Salvados en La Sexta, no solo ha cambiado en Évole una relación estrecha con el obispo de Roma que nunca había imaginado tener, y que no espera tener con el siguiente. Su evolución profesional ha sido evidente. Licenciado en Comunicación Audiovisual, dio sus primeros pasos en radios locales y alguna colaboración en prensa antes de recalar en El Terrat, la productora de Andreu Buenafuente, que ha resultado una inagotable cantera de cómicos. Évole se quita el sombrero ante Buenafuente: “Lo que ha dado a luz a su alrededor es enorme: Santi Millán, José Corbacho, Berto Romero, David Broncano, Edu Soto, David Fernández, Mónica Pérez, Silvia Abril... No sé si encontraríamos a alguien en el mundo de la comedia que no solo se haya convertido en un crack, sino que además haya tenido la generosidad de decir: ‘Hostia, voy a darle bola a este”.

El periodista Jordi Évole.
El periodista Jordi Évole.Adrià Cañameras

Buenafuente lo bautizó como El Follonero, un supuesto espontáneo impertinente que interrumpía su programa nocturno. Empezó su propio programa en La Sexta, Salvados, en esa línea de travesuras. Pero, de forma gradual y poco perceptible, fue inclinándose a un reporterismo más profundo, documentado y con sensibilidad social. Un primer hito de Salvados fue su investigación, en 2013, sobre la tragedia en el Metro de Valencia. “Fue como el sello que nos pusieron los compañeros: ‘Hostia, estos tíos están haciendo periodismo”. Aquel programa llevó a la justicia a reabrir el caso del accidente ocurrido en 2006 y silenciado en vísperas de la visita del papa Benedicto XVI (otra vez el Papa en su camino) a la capital valenciana. Pero inmediatamente después volvió a mostrar su cara más gamberra en el falso documental sobre el 23-F: Operación Palace. Para este juntó a algunos políticos (Leguina, Anasagasti, Verstrynge) y periodistas (Gabilondo, Ónega) a una farsa que no se desvelaba hasta el final: se afirmaba que el golpe de Estado de Tejero fue un montaje dirigido por José Luis Garci para ayudar a la consolidación de la democracia. Algunos corrieron a comentarlo en Twitter antes de llegar a la confesión final; esos tuis quedaron en ridículo en minutos.

“Hubo gente en el gremio que se cabreó mucho. Yo creo que el espectador fue mucho más comprensivo que los compañeros de oficio, que fueron terriblemente duros”, recuerda. Pero ¿pretendía ese falso documental apuntar algo sobre los puntos oscuros de la intentona golpista? “Te engañaría si te dijese que el motor de arranque no fue más que el divertimento”, responde. “Lo que pasa es que cuando te pones a hacerlo, ves que hay mucha documentación que todavía hoy no ha visto la luz. Entonces se convierte, además de un divertimento, en una necesidad”.

Évole tomó el pelo a toda España, pero ya no era El Follonero. Él explica así su propio perfil: “Durante un tiempo nosotros nos dedicamos a picar en los timbres de los porteros automáticos y a salir corriendo cuando contestaban. Y con el tiempo yo creo que hemos hecho más el picar en la puerta, que la gente te abra, que te reconozca y que diga: a pesar de ser quién eres, te voy a atender”. A partir de entonces le interesó más el retrato en profundidad de personalidades. Lo de la provocación era “una vía que se agota”. “Llega un punto en el que dices: no quiero solo estar aquí en el photocall, no quiero estar solo aquí en la alfombra roja, no quiero estar solo aquí en la audiencia pública. Yo quiero poder acabar hablando con esta persona tranquilamente, de tú a tú, sentados en una silla”.

Jordi Évole posa en exclusiva para ICON.
Jordi Évole posa en exclusiva para ICON.Adrià Cañameras

Dejó de verse a sí mismo —y la audiencia dejó de verlo— como un cómico. “A veces el traje me ha venido grande. Para la comedia estricta, yo me veía al lado de gente como Berto Romero. Me decía: es que no hay punto de comparación entre la vis cómica que tiene este hombre y lo que yo puedo dar aquí”. Su estilo es, entonces, una mezcla de ingredientes. “No me gustan las cosas puras, ni los pura sangre ni los pura raza”. En sus inicios en las radios locales, aprendió rigor y cercanía a la gente de los pueblos; en El Terrat se graduó en entretenimiento. “Me hice un traje a medida. Y no he dejado de disfrutar nunca”.

En los años siguientes, Évole brilla como entrevistador, primero en Salvados y, desde 2020, en su nuevo programa Lo de Évole. Se han sentado con él Pepe Mujica, Nicolás Maduro, Felipe González, José María Aznar, Arnaldo Otegi, el exetarra Iñaki Rekarte, Carles Puigdemont, Jaume Matas o Florentino Pérez; más recientemente Julia Otero, Iván Redondo, Rosalía, Miguel Bosé y Macarena Olona. Y ahora vuelve a grabar con el papa Francisco. Lamenta no haber podido entrevistar a un miembro de la Familia Real: tenía todo listo para hacerlo con Iñaki Urdangarin, en pleno escándalo por el caso Nóos, pero se frustró en el último momento.

Una de sus producciones más emotivas fue con el músico Pau Donés, entrevistado dos semanas antes de morir de cáncer. Y eso que su relación no había empezado con buen pie: en un viejo gag en el programa de Buenafuente, El Follonero interrumpía a su banda Jarabe de Palo para reprocharles que siempre hacían la misma canción: los renombró como Jarabe del Mismo Palo. Mucho tiempo después, en la primavera de 2020, Pau llama a Jordi para que grabe un programa que se emitirá después de su muerte, que veía muy cercana y ocurrió el 9 de junio. Quedaron el 28 de mayo. “No es falsa modestia, pero creo que ahí tengo poco mérito. Es él el que me llama, él es el que me dice: quiero dejar esto para mi familia. Y no sabíamos nada de si lo vamos a emitir en televisión o si iba a ir a los cines como acabó yendo. Ir sin ninguna pretensión a esa entrevista fue un milagro. La única pretensión era entender lo que me está pidiendo. Yo me quedé muy tranquilo cuando acabamos y él me dijo: ‘Tío, era esto”.

Alguno de sus programas dio en el clavo ante los cambios que se estaban produciendo en España. En pleno ascenso de la nueva política, citó a dialogar a sus dos estrellas: Pablo Iglesias y Albert Rivera, líderes de Podemos y Ciudadanos. El debate, cordial para ser entre rivales políticos, se celebró en octubre de 2015 en un bar de barrio: Tio Cuco, en el distrito de Nou Barris de Barcelona. En aquel momento, Iglesias y Rivera parecían listos para intentar liderar unas reconfiguradas derecha e izquierda. El programa tuvo gran impacto y el encuentro se repitió nueve meses después, en junio de 2016, ya en campaña electoral. En un escenario más formal: el Círculo de Bellas Artes de Madrid. No tuvo nada que ver con el anterior: fue mucho más tenso y ambos se mostraron más agresivos. Se había esfumado el espíritu del Tio Cuco. Évole lo recuerda así: “La primera vez estuvieron los dos muy hábiles. Sabían lo que esperaba la gente de aquel primer debate, e intentaban entender al otro. Les dije: ‘Aquí va a haber un diálogo entre dos chicos jóvenes de una nueva España, de la nueva hornada’. Fue una puesta en escena perfecta, que además leyó muy bien el momento en el que estaba gran parte de la ciudadanía española”. Por eso le dolió el tono del segundo debate: “Que nueve meses después, aquellos dos chavales se mirasen y discutieran con el nivel de crispación con que lo hicieron te llevaba a preguntarte: ¿qué virus tiene la política en este país para llevar a esta degeneración?”.

Apenas seis años después de reunirse en el bar barcelonés, Rivera e Iglesias habían sufrido varapalos electorales y renunciado a liderar sus partidos. ¿Es la política española una trituradora? Sí, dice Évole. “Yo lo llamo la rositería. Ahí los medios deberíamos hacer un ejercicio de responsabilidad, de autocrítica. En este momento de sacralización de la polémica, cuando no hay polémica parece que no haya espectáculo y, por tanto, no hay audiencia ni negocio”.

El procés independentista de 2017 fue un momento incómodo para él. Lo señalaron por equidistante, como si eso fuera un insulto. “En esos momentos lo primero que hay que bombardear son los puentes. El puente era aquello que se acabó llamando equidistante, simplemente porque podías poner en conexión a dos personas de opiniones diferentes. No gustaba ni en un lado ni en otro”. Él sentó a dialogar a Felipe González con Artur Mas en febrero de 2014, cuando el entonces presidente catalán ya preparaba un referéndum de autodeterminación, que se celebraría el 9 de noviembre. Ese debate representaba “una posibilidad de diálogo, una posibilidad de salida, una posibilidad de hacer política, que es lo que finalmente se ha tenido que hacer. Eso es lo que se bombardeaba”.

En estos tiempos de aceleración de la política, muchos señalan a las redes sociales como uno de los ingredientes de la creciente polarización. Évole está en Twitter, la red que más atrae a los periodistas. “Como me apasiona la comunicación, me tiré a Twitter como el que encuentra agua en el desierto”, recuerda. Le pareció fascinante seguir en directo las reacciones que generaban sus programas. Pero la inocencia duró poco: “Todo eso se pervirtió. Cada red social cogió su personalidad. Y Twitter sacó el orgullo de ser la red del hater. Se ha empobrecido”. Cuando empezó en Twitter, recuerda, le preocupaba cada mensaje negativo que recibía, pero fue construyéndose una coraza. “En el fondo estamos todavía en segundo de redes sociales, pero no somos licenciados todavía”. Con el tiempo, además, observó un nuevo fenómeno en la red social: “El cachondeíto de gente que lleva mucho tiempo allí y que sabe identificar muy fácilmente a lo que se llama el ofendido. Ya no entras ni en debates ni en nada. Cuando ves a alguien que te está dando la turra toda la mañana, que te está contestando a todos los mensajes que estás poniendo, la gente pone: ‘Señora, suélteme el brazo’. Y con eso ya lo estás diciendo todo”.

Jordi Évole
Adrià Cañameras

También cree que las redes sociales, dominadas por grandes corporaciones y habitadas por todo tipo de bots y troles, tendrán que atenerse a reglas más claras. “Tarde o temprano habrá que legislar de una manera muy seria, porque están contribuyendo a crear estados de opinión. Tampoco quiero ponerme tremendista: la exclusiva para crearlos la teníamos nosotros, los medios de comunicación. Bueno, pues ahora eso se ha ampliado”.

Pero no son las redes las únicas responsables de la polarización. El periodista señala a los medios de comunicación por estar sometidos a dos “dictaduras”: la del titular y la de la audiencia. A él, que domina el género de la entrevista, le molesta leer titulares que no reflejan todo lo que dice el personaje, ni lo más representativo. Pero son más llamativos. “Sabes que con ese titular tú lo vas a petar, que va a haber polémica y se va a liar parda”. Y eso ha venido favorecido por las herramientas que permiten seguir, minuto a minuto, la audiencia de cada artículo en los medios. “Yo pensaba que era algo de lo que se iba a librar la prensa, y ha entrado con más violencia que en la televisión. Eso tiene muy poco que ver con el periodismo. Eso tiene que ver con los resultados, con la rentabilidad. Por eso estamos llenando los medios de titulares que son una auténtica mierda”.

Y entiende que los jóvenes tienen hoy otros referentes, los streamers de Twitch o YouTube. “Ese chaval, ese youtuber que está hablándole a tu hijo, predicando y divirtiéndole a través de un juego o que monta un debate en su canal, es lo que fue para mí fue Mercedes Milá o luego Julia Otero en los noventa. Eso es la nueva comunicación. Y si no tenemos el más mínimo interés por entenderla, estamos siendo negligentes con el tiempo que nos ha tocado vivir”.

Évole también lamenta que haya dirigentes políticos que solo quieren salir en la SER, EL PAÍS o en La Sexta, y otros que solo responden a Abc, El Mundo o la Cope. Él defiende que eso es un error muy arraigado en los asesores y que debería romperse. “Las entrevistas quedan mejor en campo contrario. Cuando tenemos un invitado que claramente se sabe que no es de nuestra línea editorial, despierta mucho interés”.

Por eso cree que acudir solo a medios que se supone afines es una mala estrategia: “Acabas tratando a la audiencia de imbécil”. Pero matiza: “También tiene que haber un esfuerzo en este país por parte de los lectores, de los oyentes, de los espectadores, de ver, leer y oír aquello que no queremos ver, leer ni oír”. Él está a favor de tener una dieta mediática diversa: “Tendríamos que cambiar habitualmente de periódico, de televisión, de radio y de perfiles que seguimos en redes”, sostiene. “Si no, acabas metiéndote en una especie de universo muy particular tuyo, en el que no te enteras de nada más que de lo que pasa ahí. No puede ser que estemos todo el día dándonos la razón a nosotros mismos. Es una sociedad cada vez más atomizada. Hay una serie de tribus que tienen su credo, sus medios, sus tótems...”.

El papa Francisco dio ejemplo ante Évole sentándose con gente no muy afín a su mundo. En los valores de la nueva generación, queda claro en el documental, destaca una nueva mirada al tema de las identidades sexuales y de género. Algo que levanta ampollas, como se ha visto en el conflictivo debate de la ley trans. “No creo que nos tengamos que hacer los ofendidos por este tipo de olas. Hay una tendencia a veces a caricaturizar. Ahora, de golpe y porrazo, nos encontramos con nuevas nomenclaturas y con nuevos tipos de relación. Yo hasta hace nada no sabía lo que era un género no binario. Pues oye, aplícate a ello, entérate. Claro, cuando ya teníamos LGTBI resulta que hay tres letras más. Tampoco es tan complicado. Pero hay que hacer el esfuerzo, hostia”.

Pero Évole reivindica con emoción a las generaciones mayores. Dedicó su último Salvados —antes de que el programa pasara a ser dirigido por Gonzo— a su barrio: Sant Ildefons en Cornellá, y sus gentes. Pero no pretendía hacer un análisis antropológico. “Yo solo quería hacerle un homenaje a la generación de mis padres y de mis abuelos, que fueron los que llegaron, en este caso a Cataluña, con una mano delante y otra detrás, y habiendo salido de una guerra muy mal parados. No sé si nosotros seríamos capaces de hacer ese sacrificio, el de esas personas que tuvieron que dejar de estudiar en primaria y se empeñaran en que nosotros fuéramos a la universidad y tuviéramos las comodidades que hemos tenido. Es de una sabiduría y de una generosidad que me ponen la piel de gallina. Porque es una generación que no había tenido nada de eso, nada”.

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Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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