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Perfil de la nueva artista de moda: es mujer, no es blanca, y está muerta

Algo tienen en común varias creadoras que se han puesto en alza en los últimos años: son mujeres de color, están muertas o retiradas, y sus obras han sido desenterradas por casualidad

La compositora clásica, pianista y profesora de música estadounidense Florence Price.
La compositora clásica, pianista y profesora de música estadounidense Florence Price.
Tom C. Avendaño

Yvonne Pickering Carter (Carolina del Sur, 83 años) pintó desde siempre, expuso de vez en cuando y, cumplidos los ochenta, regalaba sus cuadros con frecuencia. Total, tampoco veía probable que llegaran a tener ya otra función. Ahora, sin embargo, una obra suya alcanza los 12.500 euros en una de las modernísimas galerías de Chelsea, Hunter Dunbar: el súbito redescubrimiento de su obra ha otorgado a esta mujer negra, que ha pasado casi toda su vida en Wadmalaw Island, población 2.611 habitantes, el estatus de artista infravalorada históricamente.

El giro fue puramente fortuito. En 2019, su hija se percató de que Pickering Carter se olvidaba a veces de tomar la medicación y resolvió sacarla de la casa donde vivía sola y traerla a Washington DC para tenerla cerca. Fueron los trabajadores de la mudanza los que detectaron que las obras de aquellas paredes, unas explosiones abstractas de color, tenían valor estético. Uno de ellos avisó a Joanna White, una galerista del mismo Estado, el nombre Yvonne Pickering Carter fue ganando peso y, en abril, fue incluida dentro de la exposición 70 años de mujeres y abstracción.

Obra 'Linear Variation series: Untitled' de Yvonne Pickering Carter, 1975.
Obra 'Linear Variation series: Untitled' de Yvonne Pickering Carter, 1975.

No por marciana la historia es infrecuente. La cubana Carmen Herrera (1915-2022) empezó a pintar en los años treinta, también experimentos abstractos y geométricos, sin más ingresos que el sueldo de su marido, un profesor de Lengua de instituto con quien se mudó a Nueva York. Su trabajo, no muy alejado espiritualmente de Lissitzky y otros maestros abstractos, no salió de aquel piso de Manhattan, lo cual a ella no parecía importarle mucho. Siguió pintando, con los años ya a pesar de la artritis y de necesitar silla de ruedas, hasta que, en 2004, vendió un cuadro. Un amigo pintor se lo había recomendado a un galerista y, a partir de ahí, su descubrimiento, a los 89 años, sacudió el mundo del arte neoyorquino (o sea, el estadounidense). El MoMA, el Hirshhorn y la Tate Modern la han incluido en sus catálogos permanentes. El periódico The Observer se preguntó entonces: “¿Cómo hemos podido perdernos estas hermosas composiciones?”.

Obra 'Red with White Triangle' de Carmen Herrera, 1961.
Obra 'Red with White Triangle' de Carmen Herrera, 1961.

La obra maestra recuperada para los ojos del presente se ha convertido en un fenómeno inesperadamente frecuente, un vínculo repentino entre un pasado dominado por hombres blancos y un presente más interesado en mujeres y personas de color. También el Reina Sofía ha destacado, en su nueva colección permanente, Un Mundo, lienzo pintado en 1906 por Ángeles Santos, pintora fallecida en 2013 con 101 años (sus padres la someterion a terapia de eletroshock). La violinista Anne Sophie Mutter defiende últimamente el repertorio de Joseph Bologne (1745-1799), brillante compositor afroamericano, coetáneo de Mozart, afincado en París. El pianista David Kadouch también ha incluido a otra compositora, Louise Farrenc (1804 1875), en su repertorio. “Me gusta la forma en que es salvaje, es muy estricta con su obra y a la vez, hay un orgullo descarnado en toda su música”, aduce el intérprete.

La mudanza es un elemento frecuente en estas historias. En 2009, una pareja intentó remodelar una casa bastante destartalada de St. Anne, un pueblo de Illinois, y dio con una serie de partituras en pésimas condiciones. Su autora era Florence Price (1887-1953), mujer afroamericana que empezó a componer tras divorciarse de su marido en 1927. De canciones para niños pasó a cosas más complicadas y sinfónicas, en algún punto entre Dvorak, Wagner y la música espiritual afroamericana. No tuvieron gran repercusión en el momento. “Tengo dos obstáculos: mi raza y mi sexo”, se lamentaba Price en una carta. Hoy ya no. Incluso en el mundo de la música culta, donde la gente más respetada es hombre y está muerta, se ha encontrado hueco para sus sinfonías y conciertos, que se graban e interpretan por EE UU.


Una de las partituras de Florence Price.
Una de las partituras de Florence Price.

Estas artistas reemergentes plantean ciertas preguntas. ¿Se las apreciaría tanto si no fueran mujeres de color? (Por otro lado, si la historia no estuviera tan marcada por el machismo y el racismo, ¿habrían prosperado tantos hombres blancos?). ¿Cómo se les busca su hueco en el canon? ¿Y quién se encarga de buscárselo? “Existe un riesgo”, alerta Manuel Segade, director del Centro de Arte Dos de Mayo. “Cualquier emergencia en el arte es un valor económico, representa a lo nuevo, y puede convertirse en una estrategia comercial de ampliación del mercado, desactivando su capacidad de transformación social.”


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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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