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Wagner, una proeza con sonido ‘surround’

El Teatro Real extiende la orquesta hacia el patio de butacas para estrenar ‘Siegfried’ con los protocolos de la pandemia

Raquel Vidales
Richard Wagner Teatro Real
El tenor Andreas Schager, en un ensayo de 'Siegfried' en el Teatro Real.JAVIER DEL REAL

Poner en escena Siegfried es siempre un desafío solo al alcance de los grandes teatros de ópera del mundo, pero hacerlo en el contexto de la pandemia es además una proeza. Esta obra de Wagner, tercera parte de la tetralogía El anillo del nibelungo, tiene dimensiones colosales no solo por su argumento épico y porque dura cinco horas, sino también porque exige una orquesta de cerca de cien personas, una cifra difícil de encajar en un foso manteniendo la distancia entre músicos que requieren los protocolos sanitarios actuales. Pese a ello, el Teatro Real de Madrid estrenará el sábado 13 de febrero esta producción tras encontrar una solución que no solo sortea esa dificultad, sino que además permitirá al público sumergirse en la música de Wagner: parte de la orquesta tocará desde los palcos laterales, de forma que la música se escuchará de manera envolvente. “Como el surround de los reproductores electrónicos, pero en directo”, ha explicado este martes Joan Matabosch, director artístico del Real.

Pablo Heras Casado, director musical de la producción, ha afrontado este trabajo como un “reto heroico” a la altura de los que afronta el personaje de Siegfried, pero también como una oportunidad de redescubrir la pieza que, además, le ha traído algunos hallazgos. “En el clímax de la ópera, cuando el héroe llega a la montaña donde duerme Brünnhilde y la despierta, suena un mi menor místico desde el foso que se transforma en un do mayor que viene desde el palco donde están los trombones y remonta como un destello que llega a las arpas del otro lado. Es un momento mágico”, relata Heras Casado.

En total son 87 los músicos que forman la orquesta en esta producción. Se ha reducido solo mínimamente el número de instrumentos de cuerda. En cuatro palcos laterales se han dispuesto las seis arpas que establece la partitura junto a un pequeño grupo de percusión aguda. En los palcos de enfrente, el metal grave: trombones, tuba y trompetas. “Esto nos permite alcanzar la densidad de sonido que requiere la obra de Wagner. No hemos hecho concesiones artísticas. Si hubiéramos tenido que hacerlas, no habríamos seguido adelante”, asegura el director musical.

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El estreno de Siegfried forma parte del proyecto de representar las cuatro obras que forman El anillo del nibelungo en cuatro años consecutivos reconstruyendo la puesta en escena concebida por el director Robert Carsen y el escenógrafo Patrick Kinmonth para la Ópera de Colonia (Alemania) hace dos décadas. Un montaje que con el paso del tiempo se ha convertido en “mítico”, según Matabosch, repuesto varias veces en distintos escenarios del mundo, entre ellos el Liceu de Barcelona entre 2013 y 2016. En las dos temporadas anteriores se vieron en el Real las dos primeras partes, El oro del Rin y La valquiria, también con dirección musical de Heras Casado. La pandemia no ha impedido levantar Siegfried este año y el que viene está previsto El ocaso de los dioses.

La propuesta de Carsen es unitaria para la tetralogía. “El ciclo entero está presidido por la catástrofe. Es la historia de cómo los dioses, reflejo de la condición humana, rompen las reglas por su ambición de poder y avanzan hacia su autodestrucción. La metáfora de este proceso en el mundo contemporáneo es la destrucción de la naturaleza y sobre esa idea se basa este montaje”, explica Carsen sobre su interpretación ecologista de la obra de Wagner, que plasma en su puesta en escena con la recreación de un mundo decadente, inhóspito, contaminado y arrasado. “Esta pieza es un aviso. Invita a dar marcha atrás con la inocencia y heroicidad con la que lo intenta Siegfried. Si ya era importante lanzar este mensaje cuando estrenamos este montaje hace veinte años, mucho más ahora con la pandemia”, continúa el director.

En todo caso, Carsen recuerda que la magnitud de la obra da pie a muchas otras interpretaciones que pueden cambiar en función del contexto. “Otro tema que contiene y que resuena bastante en esta época es el peligro que conlleva la ambición de poder. En este momento, el presidente saliente de Estados Unidos está acusado delitos muy graves por sus actos desmedidos”, dice.

Pieza fundamental en este montaje es también Andreas Schager, el tenor que interpreta a Siegfried. Cinco horas seguidas sobre el escenario no las aguanta cualquier cantante. “¿Es tan terrible como parece?”, le pregunta Matabosch. “Sí —responde Schager sin dudar—. Para mí es uno de los papeles más difíciles del repertorio. Tienes que encontrar la manera de salvar tu voz y ahorrar fuerzas para poder llegar al final. Al mismo tiempo, debes conseguir que la voz suene por encima de esa enorme orquesta, lo que exige mucha energía”.

Schager, pese a todo, se muestra tranquilo: “Los austriacos somos muy aficionados al esquí. Me lo tomo como un eslalon. Hay que estar concentrado, pero dar la impresión al público de que es fácil. No se puede tener miedo sino fluir, como al andar por el filo de una navaja”. El resto de los papeles principales serán interpretados también por grandes voces wagnerianas: Tomasz Konieczny, Martin Winkler, Jongmin Park, Okka von der Damerau, Ricarda Merbeth y Leonor Bonilla”.

El Teatro Real ofrecerá ocho funciones de esta producción hasta el 14 de marzo a una hora poco habitual en España, las cuatro y media de la tarde, para poder terminar poco antes del toque de queda, establecido en la Comunidad de Madrid a las 22 horas. Es solo una de las muchas medidas que ha tenido que disponer la institución para sacar adelante este proyecto. Según su director general, Ignacio García-Belenguer, la larga duración de la función obliga a redoblar las medidas higiénicas y sanitarias, por encima incluso de lo que marca la ley.

García-Belenguer ha recordado que el Real es de los pocos teatros de ópera del mundo abierto al público ahora y que eso es posible gracias a un férreo cumplimiento de los protocolos. “Hace un mes una persona del público nos avisó de que asistió a una función estando contagiada, aunque en ese momento no lo sabía. Como anotamos los datos de todos los espectadores, enseguida pudimos avisar a los que estaban a su alrededor. No se había contagiado nadie”, resume el director general.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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