La nueva teoría que coloca al Modernismo catalán como el origen de la actual cultura del diseño
La nueva exposición permanente del Museo del Diseño de Barcelona defiende que los muebles y objetos de Gaudí, Escofet o Masriera fueron pioneros a la hora de aunar belleza, utilidad y músculo industrial, y sentaron las bases del diseño contemporáneo
A finales del año pasado, la directora del Museo del Diseño de Barcelona, Pilar Vélez, junto a Mireia Freixa, Catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Barcelona, decidió reorganizar la segunda planta del museo para reflejar una nueva interpretación del Modernismo catalán y presentarlo como el precursor de la cultura del diseño tal y como la entendemos hoy en día.
Como comisarias de esta nueva disposición de la exposición permanente, Vélez y Freixa plantearon una teoría que, aunque tiene algunos antecedentes previos, representa una nueva forma de interpretar este movimiento artístico que tan singularmente se dio en Cataluña y, especialmente, en la ciudad de Barcelona gracias al trabajo de creadores como Antoni Gaudí o de empresas como Escofet y Masriera. Quizá sorprenda que, al señalar a sus principales representantes, se mencione a dos empresas y solo a un artista, pero ese es precisamente uno de los elementos que permiten entender el Modernismo catalán como precursor del diseño actual.
“Esta nueva teoría sobre el Modernismo catalán no es únicamente una idea nuestra”, afirma la catedrática Mireia Freixa en declaraciones a ICON Design. “Nikolaus Pevsner, en el año 68, ya planteó algo semejante, destacando que los objetos artísticos modernistas fueron los primeros que fueron creados para ser utilizados y que pretendían ser a la vez útiles y bellos. Pilar y yo hemos retomado esta tesis y le hemos incorporado varios aspectos adicionales que la complementan”, concluye.
El primero de esos aspectos que posee el Modernismo catalán, según Freixa y Vélez, y que lo diferencian además del art nouveau que se estaba desarrollando paralelamente en el resto de Europa, es el nexo que siempre se mantuvo entre modernidad y tradición. “El Modernismo es, por una parte, una mirada hacia la modernidad que supone la industrialización, las nuevas técnicas y los nuevos procesos de fabricación. Por otro, es una mirada al pasado, sobre todo al mundo medieval, a ese periodo en el que se considera que está el origen de la identidad catalana”, afirma Pilar Vélez. “En este sentido, es una corriente que tiene voluntad de ser nueva, moderna, de ahí su nombre, tiene voluntad de ser europea, pero sin renunciar a su legado histórico”.
“La razón de esto”, agrega Freixa, “es que en Cataluña el Modernismo aparece justo después de la Renaixença (los años 90 del siglo XIX), momento durante el cual se recuperan las raíces catalanas y, al mismo tiempo, se modernizan”.
La segunda de las características únicas del Modernismo con respecto al art nouveau, y que es quizá la que más fomenta esta concepción del mismo como precursor del diseño, es su ligazón con la industria. Los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX fueron un periodo de gran industrialización de la zona y, dentro de este desarrollo, una de las industrias que más sobresalió fue la de las artes industriales o industria artística. Estas empresas, como su propio nombre indica, comenzaron a producir en serie los nuevos diseños de objetos de consumo, sobre todo los relacionados con el hogar: muebles, vidrieras, jarrones o baldosas.
“Otra de las singularidades del Modernismo catalán es cierto espíritu pragmático y práctico que inspiraba a todos estos talleres de mobiliario, de tejidos, de pavimentos o de vidrieras. En muchos casos, no se proyectaban piezas únicas sino en serie. El concepto de piezas, como diríamos hoy en día, customizables (a partir de un modelo darle distintos acabados), es una característica bastante única de la industria artística barcelonesa que, en realidad, cuadra bastante con el propio carácter práctico de los empresarios catalanes”, nos cuenta Vélez. Este carácter aleja al Modernismo catalán del concepto de obra única que se defendía en otros centros artísticos de la época como en Gran Bretaña con William Morris o en Francia por la Escuela de Nancy o de Calais.
Además, este vínculo con la industria hace que el Modernismo también se valga en su expansión de las nuevas técnicas de la publicidad comercial, la cartelería, los anuncios en prensa y las exposiciones. “La industria de aquella época está muy vinculada a las exposiciones, que era un fenómeno muy pujante en toda Europa desde que se realizó la Gran Exposición en el Crystal Palace de Londres en 1851”, explica Freixa. Barcelona celebró en 1888 su primera Exposición Universal y, tras su éxito, se siguieron realizando exposiciones frecuentemente durante toda la siguiente década y la primera del siglo XX.
“El Ayuntamiento de Barcelona compraba muchas piezas durante estas exposiciones con una doble función”, nos cuenta Vélez, “por una parte, como una forma de fomentar la actividad de estas industrias ya que se consideraban uno de los motores económicos y de progreso de la ciudad y, por otra, para que formaran parte de los museos de Barcelona, que comenzaron a crearse justamente después de la exposición de 1888. Estas piezas, que son las que hoy conforman los fondos del Museo del Diseño de Barcelona, se adquirieron en aquel momento”.
La llegada del Noucentisme a principios de la década de 1910 supuso una crítica del Modernismo, pero ambas expertas defienden que, de hecho, el nuevo movimiento hizo realidad, sin quererlo, algunas de las propuestas culturales de los modernistas y, con el tiempo, lo conectó con el racionalismo y la modernidad de raíz mediterránea del GATCPAC (el Grupo de Arquitectos y Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea, entre cuyos miembros destaca Josep Lluís Sert).
“La gran tesis que defiende nuestra exposición es que el Modernismo continúa a partir de los años 10 en los movimientos noucentistas catalanes y luego a través del racionalismo hasta el GATCPAC, que se fijó también en estos objetos cotidianos y en la tradición mediterránea, pero con una mirada mucho más cosmopolita”, dice Freixa. “A pesar de que hay un cambio de gusto evidente, y de que el Modernismo se considera pasado de moda, lo cierto es que el interés por la artesanía y la calidad del producto industrial se mantiene y esto es lo que unifica toda la cultura del objeto y del diseño en Cataluña hasta la actualidad. Hay un cambio de gusto pero hay un trasfondo que se mantiene. Sobre todo en el caso del Noucentisme, cuando esto se institucionaliza”.
Un ejemplo muy claro estaría en la creación en 1914 de la Escola Superior dels Bells Oficis en Barcelona y posteriormente la Escola Massana, lugares en los que se formaron los futuros dibujantes y proyectistas industriales que fueron los precursores de lo que hoy entendemos por diseñadores industriales. La proyección del Modernismo catalán vivió un momento de esplendor durante el último tercio del siglo XX, cuando fue reivindicado tanto por parte de los historiadores del arte como de los diseñadores. La moda de los sesenta, en su vertiente más pop, recurrió a formas parecidas al Modernismo y con esta recuperación llegaron las reediciones de objetos creados por Gaudí y por otros artistas. “Esto se produce por la voluntad de destacar estas piezas como los clásicos del diseño que son”, concluye Freixa.
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