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Ensalada de remolacha, espárragos y huevo duro

Las verduras cocidas y las crudas conviven alegremente en una ensalada a la que el queso feta aporta vidilla, la albahaca y los rabanitos frescura y el huevo casi duro lo remata todo con alegría.

Crudas y cocidas, todas reunidas
Crudas y cocidas, todas reunidasANTONIO LUNA

Durante el confinamiento, la cocina me ha hecho sentir cerca tanto a los que estaban lejos -esos ñoquis con Anna Mayer desde Santiago- como a los que tengo a 20 minutos caminando (pero para el caso como si estaban en las Quimbambas). Las amigas y amigos que me ha escrito para decirme que estaba haciendo una receta mía, o comiendo algo que una vez comimos juntos y les hizo pensar en mí, o los arroces, fideos y muchísimas otras delicias que he preparado a cuatro manos con Antonio Luna, que ha sido un tremendo cómplice culinario durante estos días.

En todos esos casos, mientras decidíamos menús, cocinábamos el mismo plato durante una videoconferencia -con una cerveza o sin ella- o salvábamos dignísimas cenas con lo que había en la nevera y la alacena, todo parecía más llevadero. Compartiendo trucos para mejorar técnicas, optimizar procesos e ingredientes y hacer bonitos emplatados era más fácil desconectar de la sensación de encierro necesario, pero no por ello menos angustioso, que muchos hemos sentido durante las pasadas semanas.

Las verduras que podemos comprar ya cocidas, como los espárragos en conserva y la remolacha, se convirtieron en uno de esos ingredientes salvavidas que muchas veces comemos en modo sota, caballo y rey -con mayonesa o vinagreta los primeros y en un hummus con hierbabuena la segunda, en mi caso- y han acabado en platos mucho más variados y ricos.

Por ejemplo, esta ensalada, en la que los frutos secos acompañan el sabor ligeramente terroso de la remolacha, los rabanitos, el vinagre y la albahaca la refrescan, el feta lo refuerza, los espárragos la acompañan estupendamente -mejor si son nacionales- y el huevo, como siempre, lo mejora todo.

Como ya estamos en desescalada y el concurso de emplatados se ha acabado, es posible que no te apetezca hacer una pastita triturando la albahaca y las avellanas para hacer una especie de pesto; y tampoco pasa nada. Con que rompas un poco tanto las avellanas como las hojas de albahaca, será suficiente. Termino este homenaje a la amistad cocinil confinada apuntando que con una base de arroz integral, bulgur, quinua o cualquier cereal cocido se puede convertir en un plato único completísimo (que, llegada la fase en la que se tercie, también podrías meter en una tartera y llevarte a un trabajo presencial).

Dificultad: Lo menos difícil de estos días, de lejos.

Ingredientes

Para 4 personas

  • 16 espárragos blancos largos en conserva (o un par de tarros de puntas)
  • 2 remolachas cocidas medianas
  • ½ cebolla roja
  • 12 rabanitos
  • 150 g de queso feta
  • 4 huevos a temperatura ambiente
  • Un puñado de hojas de albahaca
  • 30 g de avellanas peladas
  • Aceite de oliva virgen extra al gusto
  • Vinagre de manzana al gusto
  • Sal
  • Pimienta

Instrucciones

1.
Cocer los huevos en agua hirviendo durante nueve minutos, cortar la cocción con abundante agua fría y pelarlos.
2.
Cortar la cebolla en juliana y ponerla en agua fría con un poco de vinagre durante media hora para que pierda fuerza.
3.
Escurrir bien los espárragos y la remolacha, y cortar los primeros en unos cuatro o cinco trozos y la segunda a daditos. Cortar los rabanitos en láminas finas o en cuartos, dependiendo del tiempo y la paciencia.
4.
Si se quiere, hacer una pasta triturando las hojas más grandes de la albahaca -reservar algunas pequeñas para decorar- y cuatro cucharadas de aceite. Si no, romper un poco ambas cosas (no es necesario picarlas mucho).
5.
Mezclar todo y aliñar con aceite, vinagre, sal y pimienta al gusto. Si has hecho la pastita de albahaca y pesto, reparte unos puntos por encima. Rematar con el queso desmigado y los huevos duros, en cuartos o con las yemas partidas por la mitad y la clara troceada.

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