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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El meteorito Trias y el planeta Puigdemont

Junts actuará de forma tan inesperada como mande su líder, quien después del revés del TGUE quizás prefiere un Ejecutivo de derecha y extrema derecha que otro que le ofrezca salidas personales y políticas

El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, llega a la conferencia de prensa tras conocer la sentencia del TGUE, el pasado 5 de julio.
El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, llega a la conferencia de prensa tras conocer la sentencia del TGUE, el pasado 5 de julio.KENZO TRIBOUILLARD (AFP)
Francesc Valls

A dos semanas de las elecciones generales, no se otea un futuro claro para el centro-derecha nacionalista. La sentencia del Tribunal General de la Unión Europea (TGUE) retirando la inmunidad al eurodiputado y expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont supone un torpedo en la línea de flotación de Junts per Catalunya, que esperaba obtener réditos electorales de cara a los comicios del 23 de julio. Ahora ya no es una instancia judicial española la que dictamina en su contra. Y ello contribuye a debilitar el discurso victimista con el que Junts suele disfrazar su, en ocasiones, pragmatismo político. No hay que olvidar que si los líderes independentistas de todo signo escenificaron en una fotografía la campaña de las catalanas de 2021 cómo aislar y sitiar al PSC, los de Puigdemont ya habían acordado en 2019 —el año de la sentencia de los líderes del procés— el gobierno de la Diputación de Barcelona con los “traidores del 155″. Era una manera de asegurarse en unión con sus irreconciables enemigos una ubre de 3,8 millones de euros en salarios.

En el plano retórico, la atronadora voz de la verdad, encarnada por la diputada Míriam Nogueras, y la coreografía del exilio de Waterloo han revestido cualquier decisión arbitraria de Puigdemont con la capa de la pureza independentista frente al Gobierno central y a Esquerra. El mantra más repetido era martillear que “lo que más se parece a un español de derechas es un español de izquierdas”. De hacerse con el poder el próximo 23-J el PP y Vox, tendrán ocasión de comprobarlo.

Algunos viejos y nuevos convergentes, como Xavier Trias y el exconsejero de Economía Jaume Giró, han tratado de buscar acomodo en la selva política del centro-derecha nacionalista. Su fórmula era: aparcar el independentismo cuando sea menester y, sobre todo, no asustar con la estelada cuando el guion lo exija. Es decir, hacer un pujolismo salpimentado ocasionalmente de secesionismo.

Abundando en esa hermenéutica, el candidato a la alcaldía de Barcelona, incluso después de quedarse sin la vara de mando, trató de teorizar entre socialistas “sin palabra” y socialistas “con palabra”. En el grupo de los primeros situó por razones obvias y directas al actual alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, y en el sector “buena gente” a la presidenta de la Diputación de Barcelona, Núria Marín. Era un intento de salvar la ubre. Sin embargo, el imprevisible Puigdemont impuso su superior discernimiento. Se encargó de vetar, paradójicamente en nombre de la vejación a Trias, el pacto con el PSC en el organismo de gobierno provincial. Era una cuestión de honor. Como la que esgrimió Pio IX ante los garibaldinos del general Cadorna: hay situaciones que requieren el sacrificio de unos cuantos zuavos.

El meteorito Trias se estrelló contra el planeta Puigdemont. El viejo convergente no consiguió que Junts metiera un pie en la política convencional. La negativa de ERC a listas conjuntas y la presentación en solitario del PDeCAT lastraron su proyecto. Por otro lado, el puigdemonismo impuso sus designios: aparcó la candidatura del mirlo blanco —Jaume Giró— y apostó por Míriam Nogueras, que seguirá en su papel de Casandra en el Congreso.

Mientras el asunto Puigdemont no halle un encaje político-judicial, Junts seguirá tan imprevisible como ordene su líder, quien después del revés del TGUE quizás prefiere un Ejecutivo de derecha y extrema derecha Madrid para preparar la lucha final. El expresident ejerce un liderazgo rentable por sus dividendos electorales y tóxico por su caudillismo. Las aguas van encontrando acomodo en los cauces anteriores al procés. Cataluña volverá a la tradición de convertir al PSC en la fuerza política más votada. Mientras el centro-derecha continua sumido en el dilema entre hacer política o instalarse en el martirologio.

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