El veto independentista al PSC mina su posibilidad de gobernar en Cataluña
La fórmula de expulsar a Illa obliga a Junts y ERC a reeditar un Govern cuestionado y que necesitará a la CUP o al PDeCAT
El efecto Illa con el que arrancó la campaña para las elecciones del domingo ha mutado en la recta final en un “todos contra Illa”. La decisión de los partidos independentistas de dejar por escrito su veto al PSC en el próximo Govern, como les pidió una pequeña entidad secesionista, vuelve a poner al exministro bajo el foco aunque mina su aspiración a gobernar si gana el 14-F. La marginación de llla de los futuros pactos le asegura al secesionismo mantener el poder, pero obliga a Junts y ERC a repetir una fórmula que ya demostró su fracaso esta legislatura. La demoscopia muestra además que sería necesario el apoyo de la CUP; o, si obtiene escaños, del PDeCAT.
Los sondeos de los partidos —la ley prohíbe publicar encuestas la semana antes de votar— reafirman el triple empate entre Junts, ERC y PSC. El domingo todo girará en torno a unos pocos votos y eso explica que suban los decibelios de las críticas. O directamente se recurra al fango. ERC, PP y Cs, sin pruebas reales (o al menos sin hacerlas públicas), acusan a Illa de haberse vacunado contra la covid-19 sin que le tocase todavía. Él lo niega y ayer lo desmintió formalmente el Ministerio de Sanidad. Sin embargo, sus rivales lanzaron, sin pruebas, todo tipo de acusaciones en este sentido.
En pleno apogeo de esta polémica por la vacuna, Catalans per la independència, una pequeña entidad secesionista, publicó anteayer en Twitter un documento de un folio en el que Junts, ERC, la CUP, el PDeCAT y Primàries Catalunya se comprometían a que “en ningún caso se pactará la formación de Gobierno con el PSC”, sin importar " la correlación de fuerzas surgida de las urnas”. La entidad, fundada el pasado diciembre, está formada por exmiembros de la Assemblea Nacional Catalana.
Illa no tardó en responder. “Esta foto de Colón es muy ilustrativa de lo que hay que hacer, por si alguien todavía tenía dudas”, dijo en una entrevista en la cadena COPE, haciendo un símil con la imagen del acto unitario de PP, Vox y Cs contra Pedro Sánchez en 2019. El PSC logró darle la vuelta a las encuestas al poner al extitular de Sanidad como cartel de campaña en reemplazo de Miquel Iceta, incluso sobreviviendo al desgaste que generó el mantenerle al frente del ministerio en la precampaña. Pese a la remontada, hasta los 40 escaños, aún se está lejos de los 68 diputados necesarios para tener la mayoría absoluta. La alianza de los de Pablo Iglesias y Ada Colau en Cataluña, los comunes, está dispuesta a sumar pero las cuentas no dan. Su candidata, Jéssica Albiach, intentaba atraer a ERC pero el propio Illa insistía en que ve nocivo un Gobierno con secesionistas.
ERC empezó la campaña fijando al PSC como su rival y descartó cualquier acuerdo. Aragonès añadió que tampoco “aceptaría” los votos de Illa si los republicanos se imponían. Esa fórmula habría permitido romper con Junts, pero ERC quiere un Ejecutivo donde todas las formaciones aboguen por un referéndum y apoyen la amnistía a los líderes del procés.
No ha habido mitin de los republicanos donde no se advierta del riesgo de un pacto entre Junts y el PSC. Ambos gobiernan en la Diputación de Barcelona, un acuerdo que implicó marginar a ERC y que los de Carles Puigdemont se resisten a cortar con la misma firmeza con que atacan a los republicanos por “ser la muleta” de Sánchez. El pactismo de ERC “a cambio de nada” es el argumento que Borràs esgrime para dar por descontado que Aragonès, Illa y Albiach sumarán si pueden.
Borràs y Aragonès también gastaban parte de sus comparecencias para dejar claro que no contarían con Illa. Pero daba lo mismo. Al día siguiente se repetía el guion de los ataques y el fantasma del PSC volvía a aparecer. La candidata de Junts ayer hizo como si ERC no hubiera firmado el documento de Catalans indepèndentistes y mostró sus dudas sobre qué pasará. “No había que firmar nada, pero como nuestro posicionamiento es tan claro no tuvimos ningún problema en hacerlo”, defendió en una rueda de prensa. “¿Por qué se delega la firma en otros?”, se preguntó Borràs, enfatizando así que la firma que aparece en el acuerdo es la del jefe de campaña, Sergi Sabrià, y no la de Aragonès. La diputada fue la primera en firmar el compromiso, el pasado lunes, y reveló que los promotores se la acercaron tras un mitin en Lleida. A Aragonès le fueron a buscar la tarde del pasado miércoles a la sede del partido, pero él ya iba camino a un acto en Manresa. “Ningún problema en firmarlo”, respondió el republicano.
El también coordinador de ERC aclaró que la exclusión de Illa no es “un cordón sanitario” y dijo que los diputados de su formación seguirán negociando para defender los intereses de los catalanes. “Está muy claro que entre el PSOE y Cataluña nosotros siempre elegimos Cataluña. Frecuentemente Junts se equivoca de adversario”, atacó.
Sin el PSC en la ecuación de los pactos, el independentismo asegura mantener el poder en la Generalitat, pero al mismo tiempo les obliga a buscar una fórmula que evite el choque continuo, motivado precisamente por la lucha por la hegemonía en ese espacio político. El empate que sugieren las encuestas no dirime esa confrontación. Borràs insiste en un Govern “nítidamente independentista” y excluye a Albiach. En ERC, por su parte, quiere que los comunes participen de ese frente amplio con Junts, CUP y PDeCAT.
Aragonès cree que la presencia de más voces en el Ejecutivo neutralizaría roces como los que ha tenido con sus actuales socios. La CUP y el PDeCAT se rechazan mutuamente por sus modelos antagónicos y pujan por ser el socio preferente. Albiach no quiere entrar en un juego que, cree, eterniza el conflicto. “La hipoteca de ERC con Junts no se acaba nunca”, dijo en Twitter. Ciudadanos y PP no se creen el veto al PSC e insisten en que, si pueden, las izquierdas sumarán.
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